Cádiz CF

¿Qué le pasa a Cervera?

El técnico cadista evidencia un comportamiento tenso a pesar de la última victoria y de las aspiraciones del equipo

Alfonso Carbonell

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Cualquiera que haya podido ver la rueda de prensa íntegra de Álvaro Cervera el pasado domingo justo después de que Machís desatase la locura en Carranza con el gol de la victoria se habrá hecho la misma pregunta que encabeza estos párrafos. Porque sí, porque no puede entenderse o es cuanto menos complicado de hacerlo. ¿Qué le pasa a un entrenador que tiene a su equipo en la cuarta posición y acaba de sumar una importantísima y trabajada victoria y comparece ante la prensa con el rostro serio y responde con una tensión inusitada?

Se le pide, por activa y por pasiva al cadismo que disfrute, que lo está haciendo, pero puede que resulte más complicado hacerlo cuando se ve a un entrenador presionado, que se queja del entorno, que igual suelta un día que está cómodo y feliz en el cargo que al siguiente comenta que tendrá que hablar con el presidente. Cervera es un dios para el cadismo, respetado y alabado en la prensa, sin embargo, no se siente así tal y como evidencian muchas de sus declaraciones.

Estudiar a Cervera, desmontarlo, es una tarea tan bonita como peligrosa. El entrenador del Cádiz CF es una persona cercana y amigable para sus más allegados, pero de la misma manera que se comporta así puede revolverse en el momento más inesperado y convertirse en lejana, irascible y tosca cuando, sorpresa, ¡mejor están las cosas! Por eso analizarlo resulta una tarea de lo más interesante. Como entrenador que es, se echa encima toda la presión y cada movimiento que da lo hace pensando en que es lo mejor para el club que le paga. Aunque parezca que no y diga -como todos- que no lee ni escucha la radio, está al cabo de la calle de todo. Lo lea o no, lo escuche o no, tiene la información diaria de lo que se escribe y se dice en el entorno en cuanto a su figura y su equipo. De ahí vienen sus soflamas en cada rueda de prensa que da. De ahí su cabreo, de ahí sus salidas de tono, esas mismas que se agradecen porque le dan la salsa a esto del fútbol.

Hay algo muy positivo en su discurso. Siempre, siempre, siempre va de frente. Si no saluda lo hace por algo. No es hipócrita y da gusto que no lo sea. Sin embargo, en esta sociedad donde impera tanto el halago en persona y la cuchillada a la espalda ese factor afecta más en lo negativo que en lo positivo. Un ejemplo es su cordial y distante relación con el presidente, el que hace no mucho le ha ofrecido (a través de la prensa) la prolongación del contrato y a lo que ha respondido con un 'ya se verá...'

Cervera es una persona que encaja bien las críticas bien intencionadas. Les puede molestar, pero él es el primero en admitir que cuando se le reprocha algo puede que haya algo de razón en ello. Y lo busca. Pero se conoce muy bien y es por eso que ve el ambiente algo enrarecido para lo que él desea tener como herramienta de trabajo. Y en ello se encuentra, reconociéndose, aceptando las nuevas reglas. O no.

Y las nuevas reglas son muy claritas. El Cádiz CF, su club, está haciendo unos esfuerzos económicos importantes en la contratación de jugadores (la renovación de Álex, el dinero invertido en Machís, el posible fichaje de Jairo...) con la única intención de ascender a Primera. Y esto, le guste o no, es así. Cervera no tiene que demostrar ABSOLUTAMENTE nada. Le ha dado TODO al Cádiz CF. Lo ha sacado de una chabola y lo ha puesto a vivir en primera línea de playa. Pero ya está, ya se ha dicho. Y sí, le guste o no, se va a dejar de decir en breve. Porque ahora, además, el personal quiere tener una casa en el centro de la capital, en Primera. Y es ahí donde él quiere poner pie en pared sin darse cuenta que más temprano que tarde detrás de esa pared habrá empujando una legión de abonados y un club entero.

Por todo ello clama en el desierto como hizo el pasado domingo en la sala de prensa de Carranza mientras la afición abandonaba el estadio cantando a coro de felicidad y alegría. Y así se encuentra él, pregonando algo que solo escucha el que tiene a su lado porque, precisamente por su trabajo, ha convertido el estadio en un manicomio de ilusión, esa misma ilusión generada por él y que se le ha convertido en indomable.

Pide calma y prudencia, pero con cada victoria es imposible de recordarlas. Pide sensatez en un mundo de locos. Y claro, todo es muy complicado. Es tan complicado que nadie le recuerda ya que ha cumplido el objetivo de la permanencia en febrero. Es tan injusto, a su parecer, que ya debe asumir que si el equipo no consigue el pase al 'play off' todo lo hecho no valdrá para nada. Y puede que tenga razón. El ejemplo es el año pasado, cuando se perdió en la última jornada el 'play off'. Es cierto que no hubo críticas, pero tampoco elogios. Y es por eso mismo que Cervera medite qué quiere hacer con su cargo. Y en él está la decisión.

Hay entrenadores y entrenadores. Y ha llegado el momento en el que se meta en un saco o en permanecer en el otro. De momento, y por lo que dice en sus comparecencias, está haciendo todo lo posible por meterse en el saco de los grandes entrenadores, esos que se les denomina 'top'. Pero lo está haciendo bajo un perfil bajo, mediocre, llorica incluso. Se queja, o así suena al menos, de tener al mejor jugador de la categoría porque eso le impide ser el entrenador que quiere ser. Ese estricto en sus planteamientos, que deja poco o nada a la improvisación de sus jugadores, que los encorseta, que les impide irse al ataque. Por supuesto que es así como ha hecho de este Cádiz CF lo que es pero todo en la vida tiene un principio y un final y él lo sabe, lo tiene que saber.

Debe aclararse, aunque es cierto que está dando sus primeros pasitos en su nuevo registro y debería comprenderse su aprensión al cambio. Dice que está jugando poco menos que a la lotería en su búsqueda de la victoria al tener que descomponer el equilibrio defensivo con la participación ineludible de Machís. Pero eso, debería saber y lo sabe, es lo que le ocurre a todos y cada uno de los entrenadores que tienen a los mejores jugadores de la categoría en sus filas. Gestionar egos, emplear las mejores tácticas para que el que mejor ataca se dedique solo a atacar, para que los obreros se dediquen a currar, para darle a la afición siempre un poco más para que siga llenando el estadio, para saber capear a un entorno díscolo... En definitiva, dar el paso de ser un gran entrenador es eso, amoldarse a las nuevas circunstancias y hacerlo con la confianza necesaria de no dudar en el tránsito.

Todo ello pasa por la cabeza de un Álvaro Cervera, que con todo eso, sigue manteniendo al barco con esa velocidad de crucero que le hace tener todas las aspiraciones reales al ascenso, esa palabra que le sigue originando urticaria cada vez que se lo dicen en el club como una especie de exigencia. Y no le gusta que se lo recuerden. Y lo dice abiertamente. Lamenta que "desde dentro y fuera del club" se le atosigue con esa palabra porque cree que no se le hace bien al equipo ni se le valora lo ya conseguido. Cervera está ofuscado, confundido. Por una parte entiende la ambición de la afición, pero por otro le atenta porque no se está midiendo bien el nivel de la crítica cuando llegan momentos complicados. El entrenador actual del Cádiz CF quiere seguir al mando y está hasta saltándose sus normas con tal de contentar "a los que patrocinan" (como él dice en dirección a determinada prensa) esas ideas de ascender con un juego ofensivo. Se le agradece que lo haga, pero debería hacerlo desde la confianza en ello y no desde la querencia al qué dirán. En caso contrario, casi mejor que no lo haga porque estaría fallándose a él mismo y eso, eso sería imperdonable.

Quedan siete jornadas para que se acabe la temporada regular. Por tercer año consecutivo el Cádiz CF de Cervera tiene en su mano la posibilidad de extender la locura de Carranza hasta la Punta San Felipe. Al frente de todo hay un entrenador con un año más de contrato por delante y con la cabeza puesta única y exclusivamente en el Rayo Majadahonda. Así debe ser. Ya en junio habrá ocasión para, en frío, saber qué quiere hacer con su carrera. Y como quien dice, puede estar muy tranquilo. Eso sí, a Cervera le pasa algo, pero no hay de qué preocuparse porque, y aunque él lo dude, tiene a todo el cadismo metido en el mismo barco, el suyo.

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