CÁDIZ CF

La otra vergüenza del cadismo

El esperpento de las pintadas a los coches de los jugadores se suma a la batalla campal con los hinchas del Xerez y al lanzamiento de botellas ante el Oviedo

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Imagen de uno de los coches de los jugadores en El Rosal.
Imagen de uno de los coches de los jugadores en El Rosal.

El cadismo se enjuga las lágrimas, traga saliva, recompone su orgullo y levanta la cabeza para afrontar otro día triste. Su Cádiz CF del alma que otrora diera alegría a su vida últimamente sólo le reporta malestar, enfado, rabia e indignación. En escasas horas ha encajado la humillante derrota ante el colista Almería B y la destitución del entrenador Claudio Barragán.

Ridículo, bochorno, vergüenza. Los términos se repiten, no ya cada año, sino cada mes. Y las críticas recorren la columna vertebral desde la presidencia hasta el último integrante de la plantilla. Sin embargo, está la otra vergüenza del cadismo, tristemente visible en un año para olvidar. O para aprender.

En la madrugada del lunes, la expedición cadista que regresaba de tierras almerienses se encontraba con una desagradable sorpresa.

Al aparcar el autobús en la Ciudad Deportiva del Rosal, los jugadores veían como algunos de sus coches, estacionados allí antes de emprender el viaje, estaban pintarrajeados con calificaciones como 'yonqui' y 'mercenario'.

Algunos cadistas indignados por la mala temporada de su Cádiz CF decidían en la noche del domingo desplazarse hasta el Rosal para cometer semejante tropelía. Además de la pésima imagen ofrecida en Almería, acusan a varios componentes de la plantilla de falta de profesionalidad, de irse de fiesta nocturna después de las derrotas.

De momento la Policía Nacional investiga los hechos tras las denuncias pertinentes y todavía no se ha dado con ningún responsable. Esta es la otra vergüenza del cadismo. La que ha rescatado aquella patética lluvia de botellas después del gol de Bilbao Athletic en Carranza y que ocupó minutos de actualidad deportiva en los informativos nacionales. Por supuesto, la batalla campal en la ciudad deportiva entre ultras del Cádiz CF y del Xerez CD, que se saldó con 21 detenidos y dos heridos. Y la última propuesta de sanción de 120.000 euros y cierre de Carranza por permitir el club que los grupos violentos dispongan de un espacio para guardar pancartas, megáfonos, tifos, etc.

"Algunos vándalos que parece que no son cadistas, que seguro no son aficionados del Cádiz CF, han pintarrajeado los coches de los futbolistas”, aseguraba Manolo Vizcaíno en rueda de prensa. “Vamos a ir contra ellos para sacarlos del fútbol. Estos no son aficionados del Cádiz, son vándalos”.

Todo, en los titulares de la prensa nacional. El cadismo, querido en España entera por su carácter simpático y amable, sufre esta lacra que se ha multiplicado en este último año. Es su otra vergüenza.

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