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Cádiz CF-Real Murcia (0-1): En seco sobre mojado

Un Cádiz CF desconocido en Carranza, sin pegada por la ausencia de Güiza, paga un pésimo arranque ante un rival superior

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Wilson Cuero ya no es jugador del Cádiz CF
Wilson Cuero ya no es jugador del Cádiz CF

El Cádiz CF se queda seco, frenado, sobre el mojado verde de Carranza en un día feo, de lluvia y de fútbol. El equipo amarillo sufre la primera derrota de la temporada; en su hogar, donde se antojaba temible. El primer revés serio de la campaña, pues con el agua florecen las dudas.

Nada más conocer las alineaciones los malos augurios se cernían sobre la plaza Madrid. La ausencia de Güiza originaba un agujero negro tremendo, psicológico y físico, real. También se perdía la velocidad y pujanza de Salvi en un once condicionado por problemas físicos y el choque copero.

Y este equipo, sin el ‘Gitano’ sobre el campo, adolece de pegada. Un serio problema en el área rival, acompañado de esos desajustes defensivos en la propia, dejaban seco al Cádiz CF.

Sumado a un arranque pésimo, falto de competitividad, inconcebible con Claudio en el banquillo, deja una operación evidente, con muchos números que restan.

El tanto de Azkorra, también de chiste por los fallos groseros en las marcas, decidía un duelo que deja más que una brecha de tres puntos. Hay derrotas que duelen más que otras, y esta puede escocer durante mucho tiempo. Por lo menos, hasta que no se dé un golpe en la mesa ante un rival de la misma condición, de similar fortaleza.

El Cádiz CF, sin Güiza, sin Salvi, con algunas dudas y ante un equipo de su misma talla, saltaba a un verde rápido por la lluvia. Con esa falta de confianza aparecía por Carranza, consciente de que esto no sería un paseo como los anteriores.

Las ausencias, sumadas a la desconcentración por el duelo de Copa del miércoles, mermaban al conjunto amarillo. No competía en ese inicio, radicalmente distinto a los de Villanovense o Cartagena. La jugada del arranque, con pase interior de Machado y centro al área de Hugo, no era más que un espejismo.

Porque el Murcia tomaba la pelota y tiraba hacia arriba con carácter y decisión. Arrinconaba a los amarillos, tremendamente incómodos. No conectaban. Kike era una sombra, Hugo hablaba más que jugaba y Cuero corría como pollo sin cabeza. Choque brutal con un adversario ordenado, seguro y confiado, que no ofrecía resquicio.

Tras varios avisos, alguno más serio que otro, el tanto visitante llegaba en una acción absurda, de nuevo a balón parado. Centro de rosca que rematan al primer palo, Azkorra remacha en el segundo  totalmente solo a la madera, y tiene hasta tiempo para volver a cabecear al fondo de las mallas, entre las piernas de los cadistas.

Increíble. Un jarro de agua fría que al menos servía para despertar a los cadistas. Demasiado tarde pese a que restaba más de una hora por delante, pero concediendo excesiva ventaja a un rival muy competitivo.

Jarro de agua fría para despertar

Kike se enchufaba a los mandos, Abel empezaba a enseñar la patita y entre todos evidenciaban esa falta de gol del equipo siempre que juega Cuero. El Cádiz CF empezaba a dominar pero erraba en los dos áreas porque atrás las lagunas a veces son desesperantes.

Moría el primer tiempo que al menos dejaba la esperanza de que el estropicio tenía arreglo. Y el arranque del segundo asalto mostraba que el conjunto gaditano se había suicidado con ese mal inicio. Con muchas dificultades, generaba ocasiones si bien el colombiano no tiene ese olfato necesario y sus compañeros tampoco andaban finos.

Lolo Plá oxigenaba al equipo ayudando en la medular, pero el Cádiz CF no asustaba. Pesaba en exceso la ausencia de Güiza, por el efecto intimidatorio que produce en los centrales enemigos y porque este equipo se ha acostumbrado a jugar con él en Carranza.

El Cádiz CF necesitaba solo un gol para empatar y se antojaba una quimera a tenor de lo que tenía arriba. El partido parecía perdido desde el principio por la actitud inicial, y ya era imposible levantarlo.

A cuentagotas se acercaban los amarillos al área. Desasosiego. El duelo podía brindar una ocasión y no se podía perdonar. Y se perdonaba. Quintana metía un balón precioso a Lolo, que driblaba al meta Fernando con soltura y erraba en la definición disparando al lateral de la red. Era esa. Era y no fue.

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