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Cádiz CF-Elche (2-1): De cabeza al sueño

El sutil toque de Aketxe y el cabezazo defectuoso pero certero de Aridane marcan la diferencia entre el cielo y el infierno en Carranza

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Elche. Caprichosa la historia. El Elche abre de nuevo la puerta de Primera al Cádiz CF, aunque en esta ocasión los amarillos deberán descerrajar alguna cerradura más. O abrirse camino a cabezazos, como en una tarde de nervios, angustia y delirio final. Un balón quietecito impulsado por Aketxe y el testarazo defectuoso de Aridane apoyado en Pelegrín marca la tremenda diferencia entre el cielo y el infierno en el juicio final de Carranza.

Las 'declaraciones' de pocas intenciones, antes y después del veredicto, se colarán por el sumidero porque no revisten el mínimo interés. Las finales no se juegan, se ganan, Y cuando llegan, difuminan hasta el vacío la trayectoria cursada hasta alcanzarlas. De inicio poco importa haber rubricado una excelente campaña o rozar el ridículo hasta abocarse al desastre.

El contador se pone a cero y multiplica la angustia.

Como si fuera una novela de misterio de 90 minutos, el final es lo queda, la rúbrica, y se empieza por ahí; es el principio de todo. El Cádiz CF luchará por ascender a Primera División. El mismo club que hace justo un año deambulaba por las catacumbas, que no transmitía confianza ni a sus fieles legionarios, cambiará el sueño de ser profesional por el de caminar por las estrellas del firmamento futbolístico. Al igual que en la vida, esta vez la meta es el propio camino y bien merece una celebración.

El testarazo del majorero y el fusil de Salvi permiten completar la tarea sin tener que someterse a la reválida de Zorrilla, ahora un trámite, y además permiten encaramarse a la cuarta posición adelantando al Tenerife con la opción de ser tercero. El partido ante el Elche, horrible. La victoria, suprema.

La tensión de una final

Hasta el aire se podía cortar. Esa tensión... Esa tensión que aprieta los músculos, dificulta el riego sanguíneo hacia la testa y libera la imprevisibilidad. Circunstancia manifiesta en esos primeros minutos en los que reinaban las imprecisiones, mandaban los visitantes sobre los locales y el fútbol eliminaba su condición de espectáculo para impregnarse únicamente de pasión.

El Cádiz CF, errático, espeso, fallón, ofrecía una primera media hora desconcertante, propia de quien no se ha visto en muchas así. Más bien en ninguna similar. El bagaje, paupérrimo, se estancaba en un cabezazo sin dirección de José Mari y semi-chut de Brian despejado por Juan Carlos. Los franjiverdes no tenían más 'punch' que el mostrado por Pelayo en su golpeo a Sankaré.

Horroroso, temible para el espectador imparcial, el duelo finiquitaba su primer asalto con un remate desviado de un Ortuño a media velocidad y la conciencia de que tras el descanso se tendría que ver una interpretación bien diferentes pues ambas escuadras necesitaban ganar.

Sale Ortuño, entra Rubén Cruz

Y tanto que iba a cambiar. Cervera dejaba en la caseta a su pichichi Ortuño en una difícil decisión pero condicionada por el bajo rendimiento del delantero y abría la puerta varias semanas después a Rubén Cruz. Mediapunta todo el curso, regresaba a sus orígenes para ocupar la demarcación natural del 9 con las bandas abiertas y Aketxe por detrás.

Ni por esas se entonaban los amarillos. Y sin embargo, la providencia le aupaba, tocaba la bota izquierda del cachorro de Lezama para incrustar ese córner en el corazón del área. El pelucón de Aridane amortiguaba la bola para que Pelegrín la despidiera hacia su propia portería. Carranza estallaba. Justo en ese instante, con la derrota pucelana en Reus, el Cádiz CF era equipo de 'play off'.

El tanto no templaba los nervios, que se desbordaban en una jugada pésimamente defendida que no aprovechaban los ilicitanos. Pero no sólo por fútbol se encuentra cada cual donde está, este deporte contiene un alto componente de azar.

Y por contra, al Cádiz CF le salía de nuevo cara. O Cruz, porque Rubén burlaba a su par con un control orientado fabuloso y colgaba el esférico para que Salvi fusilara en el segundo palo y terminara de liquidar al adversario.

Este golpe sí terminaría por acusarlo el conjunto de Vicente Parras, desquiciado y condenado al pozo, y relajaba a los pupilos de Cervera como si se hubieran tomado tres tilas. El tercero se estrellaba en la cepa del poste impulsado por la melena de Aridane en medio del éxtasis colectivo, con Carranza al borde del delirio.

Guillermo sólo silenciaba por un instante el clamor, con un pequeño susto que sirve de advertencia para la temporada de exámenes que se avecina. El Cádiz CF ya tiene el sobresaliente. Pero quiere la matrícula de honor.

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