CÁDIZ CF

Cádiz CF-Zaragoza (3-0): El Cádiz vuela

Brillante actuación del conjunto amarillo, competitivo en grado sumo, que pasa por encima de un grupo de grandes jugadores que nunca fue un equipo

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Abdullah celebra uno de sus goles esta temporada
Abdullah celebra uno de sus goles esta temporada

Calidad, técnica, táctica, velocidad, potencia, disparo, experiencia. Más allá de todo eso, el pilar sobre el que conjugar las virtudes de cualquier equipo, aparece en el horizonte la palabra competitividad. Los futbolistas han de competir para ganar, y eso es un intangible que no se trabaja en el entreno cotidiano. Así se reducen las diferencias entre las escuadras y permite que en el fútbol, el deporte más imprevisible, no siempre gane el mejor.

Y este Cádiz CF compite. Siempre. Sus desconexiones son la excepción que confirman esa regla. No le queda otra si desea hacer frente a un plantel con figuras como Cani, Zapater, Lanzarote o Ángel. La mejor descripción gráfica se ilustra en esa acción en la que el inmenso Alvarito dribla a su par, que se agarra a su camiseta y se trastabilla por la pujanza del sevillano; levanta la cabeza y se la pone franca para que Salvi marque a placer.

Tres segundos, una imagen para explicar el concepto. Y un gol para trasladar el delirio a una afición amnésica que olvidaba de repente el chaparrón sufrido para disfrutar de un soberbio partidazo de su equipo.

La escuadra gaditana humillaba deportivamente al antaño temible Zaragoza, del que sólo quedan harapos. Han de sentir como si un elefante les hubiera pasado por encima. Con esa competitividad mencionada, los locales ganaban todas las disputas, carreras, saltos, choques... hasta reducir al cuadro blanquillo a su mínima expresión. Impulsado por las alas, este Cádiz CF vuela alto y a una velocidad supersónica. Tanto que invita a soñar.

Golpes al inicio de cada tiempo

Espectacular el regreso de los amarillos a Carranza. Los pupilos de Cervera no sólo plantaban cara a un adversario de máxima potencia sino que bailaban un tanguillo sobre su maltrecho cuerpo. El Cádiz CF volaba por las alas, con Salvi y Álvarito penetrando por la zaga como un cuchillo en la mantequilla. Garrido sostenía el centro del campo, con problemas cuando conectaban Lanzarote y Cani, mientras José Mari y Abdullah apretaban arriba y asfixiaban a un desdibujado Zaragoza.

En el primer tiempo los locales aplicaban la filosofía del míster en ataque, con chispa y velocidad por las bandas y una intensidad absoluta. Tras golpear con Alvarito y el gol de Salvi, el propio extremo sanluqueño, que demandaba penalti en una internada polémica, robaba una pelota al lateral que Ortuño malograba con un disparo alto. Abdullah buscaba la escuadra de Kiko Ratón con poco tino. Y la afición se divertía.

A cambio, se complicaba en defensa, demasiado largo y distante para el gusto del entrenador. Cuando el conjunto maño superaba esa primera línea de presión combinaba con demasiada facilidad, también por la innegable calidad de sus peloteros. Eso se acepta y asume. Pero no los dos errores groseros, primero de Aridane y después de Garrido, salvados 'in extremis' por Cifuentes y el majorero. Anecdóticos por suerte.

Un combate a rostro descubierto, sin descanso, que sólo se detenía cuando el colegiado señalaba el camino a vestuarios.

El Zaragoza se relajaba, bajando la guardia, y nada más reanudarse la batalla el Cádiz CF golpeaba con violencia para noquear a su rival con el segundo tanto de Abdullah. Un golpazo tremendo. Los amarillos disfrutaban con la autopista de la banda izquierda, con Álvaro y Brian dando buena de cuenta de un sobrepasado Fran que no contaba con el apoyo de Lanzarote. Para asombro de todos menos del que conozca la trayectoria del conjunto maño, el equipo amarillo jugaba su mejor partido en el plano ofensivo.

El cabezazo en plancha de Ortuño deja en la hemeroteca un golazo anulado, también con un centro desde la zurda, en esta ocasión armado por el catalán. Exceso de vista del asistente pues a lo sumo asoma la puntera de la bota del murciano entre los zagueros rojillos.

Sólo la calidad individual sostenía a los visitantes, que ofrecen una pésima imagen colectiva a la par que unos jugadores impresionantes de categoría superior. El pase entre líneas de Zapater a Juan Muñoz, salvado con apuros por Cifuentes, revela que Agné tiene mimbres para armar un buen cesto, a la espera de demostrar capacidad.

De momento es un desastre, un guiñapo. Un grupo de futbolistas que se han juntado para jugar una pachanga sin orden ni concierto. Ortuño profundizaba en la hérida y ejecutaba su 'vendetta' particular ante el equipo que no confió en sus posibilidades. Y hay que ser ciego para no ver a uno de los mejores delanteros de Segunda, sino el mejor.

Los cambios de Cervera permitían mantener el nivel. José Mari se ganaba la quinta amarilla antes de dejar su hueco a Eddy Silvestre, o a su sombra a la espera de que aparezca. Nico participaba en el tanto de Ortuño y Aitor refrescaba a Alvarito. El actual técnico del Cádiz CF desdibujaba a Agné en el duelo de pizarras, hasta tal punto que el de Mequinenza se resguardaba en el banquillo.

El chaparrón calaba en el banquillo maño mientras que los amarillos navegaban con viento a favor, rubricando una pletórica actuación de principio a final y creciendo a pasos agigantados. Un Cádiz CF que compite. Siempre. Y la afición no puede más que estar orgullosa de ello.

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