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NBA Finals 2017Kevin Durant captura su anillo

El alero anota 39 puntos en otro partido excepcional que le da su primer título, el segundo para los Warriors

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Las lágrimas de Kevin Durant abrazado a su madre nada más acabar el partido iban más allá de una victoria. El alero, una de las grandes estrellas de la NBA, tenía al fin su anillo de campeón. Rey con corona. Un título merecido en el que ha tenido un protagonismo decisivo hasta el último día. 39 puntos que sumados a los 34 de Curry le han dado a los Warriors su segundo campeonato a un equipo de leyenda como los Warriors que han arrasado en los playoffs. 16 victorias y solo una derrota en la postemporada. Una hoja de servicio con una única mancha. La que pone de relieve el inmenso pundonor y el espíritu de lucha de unos Cavaliers que, liderados por un excepcional LeBron James (41 puntos, 13 rebotes y 8 asistencias), no han podido hacer nada para evitar lo inevitable y han cedido en el quinto partido de la final por 129-120.

El Oracle Arena aparecía teñido de azul y amarillo mucho antes del inicio. Colores que intensificaban su tono a medida que se llenaban las gradas y crecían los decibelios. Era un día grande en casa de los Warriors, que aspiraban a ganar su segundo anillo en tres años, el primero de Kevin Durant.

El alero, que el pasado verano eligió el camino más llano hacia la gloria, tenía una cita con la historia. Con la suya propia. La historia de un jugador llamado a ser uno de los grandes de la NBA, pero que en sus primeras nueve temporadas en la liga nunca había disputado unas Finales por el título. Esa responsabilidad de estar a un paso del éxito le pesó a los Warriors en el inicio del partido.

El celo excesivo del trío arbitral convirtió cada canasta en una pequeña heroicidad, celebrada por los banquillos como una victoria en sí misma. Caían los puntos a cuenta gotas y no así las faltas. Klay Thompson y Kevin Love pasaron mucho tiempo fuera de la cancha en ese primer cuarto por culpa de las personales y por ahí crecieron otros compañeros.

A la omnipresencia de LeBron se sumó Irving (26 puntos). La pareja fantástica de los Cavaliers se bastó para sostener a su equipo en un primer cuarto en el que pesaron más los nervios de los Warriors que el empuje del campeón. Un parcial exprés de 14-2 le dio las primeras ventajas a Cleveland (11-18, min. 6), distancia que se mantuvo durante buena parte del primer tiempo.

La defensa de los Cavaliers hizo dudar a los Warriors, que solo encontraban el recurso de Curry para encontrar el aro rival. Atenazados y sin ideas, el triple no fue el alido de otras noches y la distancia fue creciendo sin crear alarma. A los Cavaliers les bastaba con su disciplina para mantener el liderato en el electrónico, felices por la gris actuación de su rival en el día más importante (33-41).

Parcial demoledor

Fue entonces, cuando Steve Kerr tomó la palabra. El tiempo muerto del técnico de los Warriors cambió radicalmente el panorama. Tras ese parón nada fue igual. La sonrisa inundó los rostros de los jugadores de Golden State y los puntos comenzaron a fluir como nunca antes. Durant fue el líder de un parcial demoledor. De esos que ya no permiten la reacción. Un 28-4 en siete minutos que borró de un plumazo cualquier esperanza de los Cavaliers (61-45, min. 21).

El “35” de los Warriors sumaba ya alegremente desde cualquier posición. Hasta el triple había dejado de ser un suplicio para él y el resto de sus compañeros. Golden State era una apisonadora. El equipo contundente e inabarcable que se había plantado en las Finales sin conocer la derrota y que a punto ha estado de lograr el anillo sin mácula. Sólo una pelea inoportuna entre West y Thompson cortó la marcha triunfal de los Warriors y permitió a los Cavaliers albergar alguna esperanza de éxito antes del descanso, reforzada por un triple lejanísimo de JR Smith sobre la bocina (71-60).

Con el choque cuesta arriba, los campeones tiraron de casta para no caer con estrépito. Luchar hasta el final. Dar la cara. Irving, visiblemente lesionado en su pierna izquierda, dio un ejemplo de tesón y profesionalidad. Mantuvo el tipo y se las apañó para mantener a flote a su equipo durante el tercer cuarto. Para entonces, LeBron James flirteaba ya con el triple doble, empeñado en alargar las Finales.

El choque, equilibrado por momentos, estaba siempre decantado del lado local. La buena labor del banquillo de los Warriors (con especial mención para Iguodala, otra vez factor diferencial) hacía imposible la remontada visitante y dejaba todo abierto antes del último cuarto (98-93).

Era un todo o nada para los Cavaliers, cada vez con menos oxígeno. Lo intentó todo el equipo de Lue, pero era imposible. Este anillo llevaba escrito el nombre de Durant y de los Warriors desde el día en el que el alero eligió Golden State como destino. Un título que al fin se ha hecho realidad y que amenaza con instaurar una nueva dinastía en la historia de la NBA.

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