Selección de baloncesto

La «familia» se transforma

La nueva España, sin las estrellas NBA y Euroliga, se reúne para buscar la clasificación para el Mundial 2019

La selección atiende a las explicaciones de Scariolo FEB
Emilio V. Escudero

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Han pasado apenas unos minutos del primer entrenamiento cuando Sergio Scariolo reclama a todos los jugadores en el centro de la pista. La piña tarda en formarse más de lo normal y pasan varios segundos hasta que por fin suena el grito habitual de la selección. «¡Muro!» , gritan con cierta timidez los recién llegados. Muchos de ellos, la mayoría, han necesitado de la explicación del técnico para saber qué hacer en ese momento. Un gesto que es un mantra dentro de la selección desde hace años y que, como tantos otros, necesitaba ser aclarado ayer.

De los 16 jugadores presentes en Guadalajara solo un puñado de ellos habían pasado ya alguna vez por el vestuario de la selección. La «familia», como se conoce de manera interna a los miembros del equipo nacional, crecía ayer de golpe y obligaba a un esfuerzo adicional por parte de los «veteranos». El ambiente era muy distinto al habitual primer día de concentración . Pocas caras conocidas y muchos apretones de manos. Saludos iniciales para tratar de cohesionar lo más rápido posible al grupo pensando en esos dos partidos de clasificación para el Mundial 2019 del próximo viernes y domingo. «Ha sido todo un poco raro, porque nos hemos encontrando en el autobús según nos iban recogiendo. Algunos ya nos conocíamos de haber coincidido en los clubes o de habernos enfrentado en la ACB y otros nos hemos presentado hoy, pero lo importante es que estemos todos a una porque hay poco tiempo de preparación», explicaba Fran Vázquez , que siete años después volvía a una concentración del equipo.

El grupo de circunstancias que ha conformado Sergio Scariolo para enfrentarse a Montenegro y Eslovenia es una mezcla de veteranos y jóvenes talentos. Entre los primeros hay algunos viejos conocidos de la selección, como el propio Vázquez o Sergi Vidal, y otros a los que les llega la oportunidad de debutar de rojo a punto de cumplir los 40, como a Albert Oliver. Ellos son la excepción dentro de un grupo de futuro, en el que abunda el talento precoz como el de Vicedo, Arteaga o Sergi García. « No son 16 marcianos que llegan de otro planeta y se ponen la camiseta de España . Los chicos que están aquí han convivido en selecciones de formación y en sus clubes. Tienen talento de sobra y muchas ganas. Con tan poco tiempo, lo más complicado será que alcancemos una cohesión de equipo», explicaba Sergio Scariolo , que lleva meses trabajando con este escenario.

Aunque en la federación se empeñaran en buscar una salida a la «crisis de las ventanas» , en su fuero interno todos sabían que lo más lógico era llegar a esta situación. Por eso, el pasado verano se trabajó ya con una parte de los jugadores que están en Guadalajara, lo que permite encarar la clasificación mundialista con algo más de optimismo. « Aquí hay muchos de aquella concentración en Benahavís, lo que nos permite no empezar de cero . El trabajo de esos días tiene que ser la base de lo que hagamos aquí, imponiendo la idea de que cada uno debe ponerse al servicio del grupo sin importar el lucimiento personal», señaló el italiano.

Primeros problemas

A pesar de ese esfuerzo realizado hace unos meses, la dificultad es máxima. Preparar en solo cuatro días los dos choques ante Montenegro y Eslovenia implica un gran riesgo y todos lo saben. Por eso, la concentración es máxima y no se deja nada al azar. Tanto, que las lesiones de Beirán y Álex Suárez obligaron a llamar ayer a filas a Barreiro y Pere Tomás. Dos «novatos» más para la tradicional cena de matrícula . Esa que cada verano pagan a todo el equipo los recién llegados y que ahora está en el aire. «No lo hemos hablado, porque realmente somos tres o cuatro los únicos que no tendríamos que pagar esta vez , aunque es una tradición y habrá que continuarla», confesaba Fran Vázquez, el capitán, al final de un entrenamiento que se cerró con el mismo grito, pero mucho más contundente. «¡Muro!».

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