Olimpismo

Que no se apague la plata

El equipo de rítmica quiere mantener la ilusión y la atención de la medalla de Río 2016 para comenzar nuevas metas y retos

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Todavía hoy, cuarenta días después, los ecos de la ovación por su ejercicio resuenan en sus oídos y en su piel. Alejandra Quereda, Elena López, Lourdes Mohedano, Sandra Aguilar y Artemi Gavezou ganaron una medalla de plata el 21 de agosto, en los Juegos de Río. «Pero parece que fue ayer», dicen todas. Lo están asimilando. No quieren romper ese vínculo que todavía las une a ese recuerdo de la plata en sus cuellos y alargan todo lo posible los reconocimientos, los homenajes, los actos, las entrevistas. Para que el resplandor de la medalla siga vivo en el otoño. «No sabemos qué pasará dentro de unos meses, cuánto puede durar esta atención. Tenemos que aprovecharlo al máximo», afirma López, todavía en una nube, como Quereda: «No terminamos de ser conscientes.

Creo que disfrutaremos más del podio en el futuro. Nos falta perspectiva. Parece que después de los Juegos se olvidan de deportes como el nuestro y queremos mantener la gimnasia cercana a la gente. Ojalá dure mucho tiempo». «Al llegar, tenía la sensación de que habíamos hecho algo importante», ríe Gavezou.

Entre actos y exhibiciones ni siquiera han podido sentarse a ver su ejercicio con tranquilidad y actitud crítica, siempre dispuestas a mejorar lo que solo Rusia pudo hacer mejor a ojos de los jueces. «Lo vimos porque nos lo pusieron de fondo mientras hacíamos unas exhibiciones», dice Gavezou. Tampoco han disfrutado de las vacaciones que se merecían después de un ciclo olímpico muy duro. «Para nosotras, poder estar en casa con la familia sin hacer nada o ir a la playa es algo diferente y que necesitábamos hacer. Ya puedo decir que me he podido bañar, por fin», sonríe Quereda.

Ninguna se siente distinta por ser subcampeona olímpica, aunque eso no se lo podrán quitar ya nunca. Tampoco lo pretenden. «Somos conscientes de que lo hicimos muy bien, pero todo iba enfocado a eso. Se cumplió lo que habíamos preparado, aunque no solo dependiera de nosotras; estaban los demás equipos y los jueces, pero ahí no podíamos entrar», explica la capitana. En cambio, sí hay diferencias con las que fueron a Londres, ellas mismas, pero sin haber cumplido todavía los 20 ni la experiencia. «Íbamos con otra expectativa. Este deporte es muy subjetivo y puede que lo hagas bien y el jurado no te lo reconozca. El cuarto puesto lo vimos después como un gran resultado para la experiencia que teníamos», admite López. «A los diplomas no se les da el valor que verdaderamente tienen. Los deportistas sí, porque sabemos cuánto hay detrás. El cuarto puesto fue una experiencia maravillosa. Pudo ser bronce pero no lo fue. Y esta plata pudo ser oro, pero no lo fue. El diploma y la medalla están muy cerquita, pero lo cambia todo», añade Quereda. Sobre todo, en reconocimiento y nuevos patrocinadores.

En estos cuatro años han madurado y perfeccionado su técnica, su mentalidad y sus cuerpos. No han estado solas: su esfuerzo por encima de todo, la familia como pilar fundamental, y las becas y ayudas como soporte. Fuente imprescindible para que puedan brotar sus éxitos sobre el tapiz.

Apoyo diario

«Desde hace unos años se da más notoriedad a la rítmica. Se agradece que haya empresas que apuesten por nosotras. Si ya es difícil, sin estos apoyos sería imposible», sigue la capitana. «La beca del Proyecto FER -de la Fundación Trinidad Alfonso-, por ejemplo, nos ayuda con todo lo que necesitamos como deportistas y que a veces no llega por otros medios: viajes, nutricionistas, competiciones, material deportivo... Ojalá hubiera más así para todos», indica López. «Es muy importante en lo económico y lo moral. Une mucho con otros atletas, te enseña valores, intercambias experiencias con gente de altísimo nivel. También la beca ADO nos permite hacer lo que nos gusta y hacerlo bien. Si tienes que estar pendiente de sacarte las castañas del fuego, no puedes estar al cien por cien en el tapiz», completa Quereda.

En este crecimiento hasta el segundo cajón del podio también las ha acompañado un personaje desagradable: las lesiones. «Yo -Quereda- llevo dos años y medio con la dolencia en la cadera. Yo no compito con dolor porque se te olvida, pero sí me entreno con dolor. Llegó un día que me dije: “vale, tengo esto y tengo que pasar por el quirófano, pero quiero ir a los Juegos”. En el deporte de élite, si a la primera te rindes no vales». López ni siquiera sabe qué le ocurre en el pie: «Algo de que los ligamentos no sujetan bien el tobillo y hay que reforzarlos. El cirujano dirá. No creo que haya deportista que compita sin dolor. Aunque es en lo último en lo que piensas cuando sales al tapiz. El día de la final ni me acordaba».

Como todo deportista olímpico toca mirar hacia delante cuando los Juegos se acaban. ¿Y ahora qué?, se preguntan todas. Aunque Mohedano, Gavezou, Quereda, López y Aguilar saben que deben ir despacio. «Estamos preparadas para esta situación. Los Juegos es lo más importante para nosotras y nuestro deporte, pero la vida sigue. Empieza el curso, volver a estudiar… y regresar de forma progresiva», dice Quereda. «Disfrutar un poco más y recuperarnos. Y sí, comenzar con objetivos día a día», asegura López. «Para Tokio queda mucho, mucho», concluye Quereda. Río 2016 todavía está en la cabeza, en los oídos, en la piel. Colgado al cuello para siempre.

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