Acrobacias aéreas

Nicolas Ivanoff, el corso que desafía a la gravedad

La apasionante historia de Nicolas Ivanoff, uno de los mejores pilotos de acrobacias del mundo

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A primera vista, uno podría equivocarse y confundir a Nicolas Ivanoff con el mítico Alain Prost. Ambos comparten su amor por la velocidad y el riesgo, pero aparte de eso, poco o nada tienen que ver más allá de su gran parecido físico. Casi dos gotas de agua. Parecidos razonables. Ivanoff (Córcega, 1967) desprende un aura de tranquilidad que te atrapa nada más conocerle. El vértigo y las piruetas las deja para el aire, donde su pericia le ha llevado a convertirse en uno de los mejores pilotos de acrobacias aéreas del mundo.

«Cuando era joven, lo único que quería era ser piloto de carreras. Como no tenía dinero ni tiempo para conseguirlo, decidí estudiar una ingeniería, no sé por qué y un día decidí hacerme piloto de aerolíneas.

Comencé a hacer horas de vuelo y cuando ya era piloto privado, un tipo fue a hacer un vuelo y me propuso ser piloto de acrobacias. Yo le dije que no, porque temía marearme. Le dije que no tres veces... y la cuarta acepté», recuerda Ivanoff en un encuentro con ABC.

Aquel día, cambió su vida. «Desde entonces sólo quise hacer eso, el cuerpo se acostumbra y ya no quieres hacer otra cosa. Tienes tantos sentimientos ahí arriba que es difícil de describir», señala. Aunque han pasado ya muchos años desde aquel momento, el francés lo recuerda con emoción. «El camino no es largo. Todo el mundo puede llegar a ser un buen piloto de acrobacias. Nunca sabes si vas a marearte o no si estás ahí arriba. Solo tienes que aprender, igual que en un coche. Primero aprendes a conducir y luego ya no sabes si sabes conducir sobre hielo, tienes que probar para ver si eres bueno o no», apunta Ivanoff, que comenzó a desafiar a la gravedad con 27 años.

Ocho después, la vida volvió a hacerle un regalo. Tras años luchando por encontrar una estabilidad deportiva, «Hamilton» llamó a su puerta. La prestigiosa marca de relojes le respaldó desde entonces y juntos comenzaron un binomio exitoso de piruetas en el aire. «Volar es mágico y hacerlo en un avión de este tipo, más aún. Lo más bonito es ver la tierra desde el cielo. Es precioso. Si tuviera que elegir un lugar en el mundo para volar no sabría cuál decir. Córcega es muy bonito, porque es especial. A un lado tienes el mar y al otro las montañas, pero lo más importante para mí es estar en el aire», señala Ivanoff, que a sus casi 50 años mantiene intacta la ilusión y se la transmite a todos aquellos que alguna vez han surcado los cielos junto a él.

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