Juanito Oiarzabal: «Ya no soy el mismo de antes»

El montañero viaja al Himalaya con su reto de subir dos veces todos los ochomiles

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Cuando se suben todas las montañas más altas el mundo, hay que darle muchas vueltas a la cabeza para plantearse qué reto viene después. Se ve que a Juanito Oiarzabal, que este 30 de marzo cumple 60 años, no le hizo mucha falta: ¿qué se puede hacer más difícil que subir todos los ochomiles del mundo? Subirlos otra vez. Todos.

En esas está Oiarzabal, que parte en las próximas semanas junto al alpinista Alberto Zerain hacia el Himalaya para volver a hacer cumbre en el Broad Peak (8.167 metros de altitud) y en el Dhaulagiri (8.047 metros). Además de estas dos, le quedan el Shisha Pangma (8.027 metros) y el Nanga Parbat (8.125 metros), montañas que si todo va en orden intentará volver a coronar en 2017.

Con esas cuatro completaría este reto, al que ha llamado «2x14x8.000» (dos veces por las 14 montañas de 8.000 metros que hay).

¿Por qué le da a alguien por seguir haciendo ochomiles cuando ya ha cumplido los 60? «Porque se da la oportunidad», responde Juanito Oiarzabal sin dobleces a ABC en el día de la presentación de su viaje.

«Circunstancias que han ido pasando a lo largo de mi vida han hecho que repitiera varios picos que ya había ascendido anteriormente», prosigue. «Llegó un momento en que me planteé repetir de nuevo estas catorce cumbres como una gran aventura personal». Juanito aclara lo que es evidente: es una aventura solo para él. «Muy personal. No hago esto por aportar nada, sino por algo muy mío».

Segundo viaje al Broad Peak

Es la segunda vez que Oiarzabal intenta repetir cumbre en el Broad Peak. Ya viajó al Himalaya el año pasado con la intención de volver a coronarlo, pero las condiciones meteorológicas no lo permitieron. Sin embargo, Juanito sacó una conclusión positiva de aquella expedición fallida.

«Hace dos años tuve un principio de edema de pulmón y paralicé el proyecto», relata. «Aquello [su viaje de 2015 al Broad Peak] fue un banco de pruebas importantísimo. No pudimos hacer cumbre pero pudimos subir metros y las sensaciones que yo tuve en su momento fueron muy buenas».

Esa es su mayor preocupación antes de llegar al Himalaya: su estado físico. «Ya no soy el mismo», reconoce con lógica, porque los 60 años pesan. «Recuerdo que hace 20 o 25 años subía las montañas corriendo, entre comillas. Ahora me cuesta más».

Por mucho entrenamiento que haga el alpinista, las dudas siempre están ahí. «Hasta que no estemos allí in situ y no vea en qué condiciones se encuentra la montaña, va a haber muchas incógnitas». La otra gran preocupación se llama Dhaulagiri, una montaña muy difícil que se ha cobrado muchas vidas. «Cuando pienso en ella se me viene a la cabeza un hueso duro de roer, una montaña que da complicaciones. Me pasa por la cabeza también los compañeros que desgraciadamente se han quedado allí. Es la montaña más difícil que nos queda», asegura Oiarzabal con respeto en la voz.

También hay un tono un poco reivindicativo en sus palabras, pero al mismo tiempo cierta resignación. «Yo tengo mucho carácter -admite Juanito- y he tenido buena y mala prensa. Es lo que hay. Uno tiene que aceptarlo. Quizá este carácter arraigado, seco, tozudo haya hecho que suba todas estas montañas».

Y realmente parece que le da igual lo que se diga de él. «Alguno puede pensar que somos unos locos; otros, que soy un coleccionista de ochomiles, otros pueden pensar que por qué lo hago... Yo ya sé lo que quiero y sé quién me quiere», remata Oiarzabal, y añade que esos, sus cercanos, son los que le «preocupan». Desde ya sus vecinos son el Broad Peak y el Dhaulagiri, los dos viejos conocidos de un montañero al que, con los retos agotados, le ha dado por reescribir sus cumbres.

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