Miguel cardenal, ya ex secretario de Estado para el Deporte
Miguel cardenal, ya ex secretario de Estado para el Deporte - EFE

Cardenal decidió en junio abandonar el CSD, hastiado de la guerra con Villar

Las querellas del presidente de la Federación Española de Fútbol y del expresidente de la de Tenis hicieron tirar la toalla al secretario de Estado

Madrid Actualizado: Guardar
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La pena de telediario minó la moral del secretario de Estado para el Deporte. Hasta la pasada primavera, mantuvo el ánimo alto pese a las intrincadas batallas en las que él mismo se había metido. Pero todo dio un giro radical en marzo y luego en mayo, las fechas en que el presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar, y el expresidente de la Federación de Tenis, José Luis Escañuela, presentaron sendas querellas criminales por prevaricación contra Miguel Cardenal. La tensión y la agresividad habían llegado a los juzgados. Una línea roja para el secretario de Estado. Meses después, ambas querellas se terminaron archivando, pero para entonces él ya tenía la decisión tomada.

La mejor prueba de que no ha sido una renuncia sobre la marcha ni tampoco una destitución en diferido son los programas de los foros «Aranzadi Social» que se imprimieron en junio.

Miguel Cardenal, que ha sido en el pasado secretario de la revista de esta prestigiosa editorial jurídica, accedió entonces a participar en dos cursos que se celebrarán en enero y abril del año que viene, y en cuyos catálogos pidió figurar como «expresidente» del Consejo Superior de Deportes. Tan claro tenía que no quería seguir en ese puesto.

En esos días de verano en los que se fraguó la renuncia que tuvo lugar ayer, Cardenal también le comunicó al rector de la Universidad Rey Juan Carlos, de la que es catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, su intención de reincorporarse a su puesto a partir de enero, «una vez que se constituya el nuevo Gobierno». El mismo corredor de fondo que hasta principios de año parecía dispuesto a saltar todos los obstáculos que se le fueran poniendo en el camino dará el relevo a otro dirigente que venga con aire fresco. «Ha sido el trabajo más bonito de mi vida», proclamaba ayer en el momento de su despedida, en un tono que mezclaba ya un poco de añoranza por no poder continuar con sus proyectos, pero también un mucho de alivio por dejar atrás tantas batallas y tanto desgaste.

En mitad de la crisis

Para entender todo lo que ha ocurrido después, hay que remontarse a su nombramiento como secretario de Estado. Enero de 2012. España se encontraba en el peor momento de la peor crisis de su historia reciente. Desde el Gobierno buscaban en todos los departamentos personas que fueran capaces de recortar el gasto manteniendo el nivel de prestaciones. Un trabajo ingrato que Cardenal sobrellevó con la mejor cara. Como es lógico, encontró muchas quejas, pero también bastante comprensión. Ayer mismo reconocía que «con las dificultades que ha habido, hay personas que tenían todas las razones para decir "ahí os quedáis" y lo único que hemos recibido ha sido cariño».

En 2013, se vio obligado a recortar un 34 por ciento las subvenciones a todas las federaciones. Lo mismo hubo que hacer con el Plan ADO, que se quedó en la mitad que antaño. Y a pesar de ello se ha mantenido el nivel de medallas en Río. Es el logro del que más saca pecho:«Haber hecho más con menos». Que los recortes no afectaran al nivel de nuestro deporte. En ese periodo inicial contó incluso con la complicidad del presidente de la Federación Española de Fútbol, que renunció a la subvención ordinaria en favor de otras federaciones «más pobres». Eran los tiempos de vino y rosas entre Cardenal y Villar, dos bilbaínos condenados a entenderse, pero que terminaron rompiendo relaciones.

Al contrario de lo que ocurrió con José Luis Excañuela, expresidente de la Federación de Tenis, con Villar sí tuvo una relación cordial. Hasta que descubrió irregularidades en las cuentas de ambas federaciones. La resistencia tanto del expresidente de la Federación de Tenis como del aún presidente de la Federación de Fútbol a ofrecer explicaciones por las sombras detectadas en sus respectivas auditorías hizo a Cardenal poner pie en pared ante ambos, y a partir de ahí se desataron las hostilidades.

Escañuela terminó siendo repudiado por los jugadores como consecuencia del nombramiento de Gala Leóncomo capitana de la Copa Davis e inhabilitado por sus derroches, entre ellos la compra a cuenta de la Federación de 12.000 euros en caramelos para la cabalgata de Reyes en la que él participaba como Rey Melchor. Por su parte, Villar ha conseguido ir alargando el proceso electoral para continuar un año más como presidente, pero sus adversarios le han llevado a los tribunales, donde se está dilucidando si dio o no trato de favor al Recreativo y el Marino, o si ha entorpecido la celebración de elecciones.

Entre las claves del distanciamiento con Villar se encuentra la mayor sintonía que Cardenal ha tenido con Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional y archienemigo del presidente de la Federación. Desde el primer momento, Cardenal encontró en Tebas a un aliado para reducir la descomunal deuda que los clubes españoles tenían con Hacienda. Gracias a las medidas de control del gasto, dicha deuda se ha reducido a menos de la mitad de la que había a principios de 2013. A cambio, el secretario de Estado hizo posible la aprobación del real decreto ley en el que se establecía la venta centralizada de los derechos televisivos.

Este real decreto ley, que también beneficiará a los deportistas de élite a los que se les asegurará por primera vez sus cotizaciones, solo encontró la oposición de la Federación Española de Fútbol y del sindicato de jugadores, AFE, que plantearon una huelga en las semanas previas a las elecciones municipales y autonómicas de 2015. Fue otro de los momentos más críticos de todo el mandato de Miguel Cardenal. Finalmente, la Audiencia Nacional suspendió cautelarmente la huelga y se pudieron disputar con normalidad las dos últimas jornadas de Liga. Entre medias, la FIFA también amenazó varias veces al Gobierno con desalojar a los equipos españoles de las competiciones internacionales si continuaban las «injerencias gubernamentales». Nunca cumplió su amenaza.

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