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Natación | Mundial de Kazán

La puesta de largo de Ona Carbonell

Su impactante nueva coreografía convence a los jueces con la segunda mejor nota por detrás de Romashina [Vídeo]

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Su nombre suena desde hace tanto tiempo en la élite de la natación sincronizada que cuesta creer que solo tenga 24 años. Una edad idónea para seguir aspirando a todo a pesar de todo lo que ya ha alcanzado. Ona Carbonell guarda todavía muchísimo en su cuerpo, su ambición, su esfuerzo, sus gestos y su mirada para demostrar que es su mejor momento.

Es una de las mayores opciones de medalla de la delegación española. El reto no está exento de dificultades, aunque nunca estuvo fácil. «Lo que hemos hecho es un milagro», reiteraba en una conversación para ABC. Va a intentar alargarlo a partir de hoy en su estreno en el Mundial de Kazán (a partir de las 9.00h, TDP.

La final, a las 17.30h), en su estreno en la rutina individual técnica en la que desvelará la coreografía que ha estado preparando a conciencia en este año previo a los Juegos de Río 2016. «Quiero que sea una sorpresa, también se juega con la primera impresión. En el solo tengo que sentir algo especial, si no lo vives es muy difícil expresarlo. Intento meterme en el papel de la música 100 % y olvidarme de que estoy delante de diez mil personas. Es muy fácil decir, pero muy difícil de hacer porque tienes mucha presión y es un desgaste físico brutal en tres minutos. Intento disfrutar porque si yo lo hago, también lo harán los jueces», continuaba Carbonell. Aunque a veces las notas no acaben de entenderse: «Es un tema difícil, también para nosotras. Yo intento entender que la justicia no existe como tal. Unas veces será bueno para ti y otra te vendrá en contra. Hubo épocas buenas en las te valoraban alto sin hacerlo tan bien, ahora no te puedes permitir ningún error. Hay que aceptarlo porque todos jugamos con las mismas normas».

Más competencia

Además, juega en campo contrario, en una piscina con el agua más fría de lo normal -«lo que peor llevo es el frío y el cloro»- y en casa de las rusas, las inexpugnables, las que acumulan 40 medallas desde que existen estos premios (36 de oro). «Es que son muy buenas, hay que aceptarlo. Hay gente que te dice que no, que son los jueces, que las puntúan mejor. No, hay que ser realistas, son muy buenas». Reconoce que se lleva bien con ellas fuera de la piscina, aunque añade que la competitividad, sana, no se queda en la toalla al terminar la canción. Y advierte: «Quiero salir de la piscina diciendo: ‘Ahí me lo he dejado todo’. Hay que competir, nada está dicho hasta que sales».

Son un escalón superior y nunca han bajado a pesar del cambio generacional, algo que sí ha sucedido con otros países que han vuelto a emerger. Japón, China o Ucrania dificultan el acceso al podio para la «sincro» española. Porque también sufre ese periodo de incertidumbre, el equipo y el combo pierden a Carbonell como líder dentro del agua. El milagro que obró en Barcelona 2013, con siete medallas de siete posibles, está lejos de alcanzarse en Rusia. Hay que reservar energías para la cita de Río 2016. «El Mundial no tiene por qué ser un reflejo de lo que pasará el año que viene: en Barcelona ganamos el bronce y en Londres, la plata. Pero sí que hay que hacer un gran papel. En tres minutos pasan muchas cosas en un deporte tan exigente. En Pekín una japonesa se ahogó en la última figura y perdieron la medalla». Kazán obliga a dejar un buen recuerdo, pero admite margen para pulir detalles y ampliar horizontes. Por eso se atreve a bailar con Paula Klamburg en el dúo libre, y a darle la oportunidad de expresar su ambición a Clara Camacho en el técnico.

Como ambicioso, con los pies en la tierra, se presenta Pau Ribes, la mitad del dúo mixto, modalidad que también se estrena en el Mundial de Kazán. Su juventud (19 años) se complementa con la experiencia de ella, Gemma Mengual, toda una vida en la sincronizada. La mejor medalla para ambos: disfrutar de la experiencia y hacer disfrutar. Otro milagro en el agua.

El secreto de las rusas

«Me encantaría comprobar qué hacen, pero creo que no me dejarían entrar. Es una cultura distinta, otra forma de entender la vida y el deporte. Nosotras tenemos una vida social, una familia, sabemos afrontar adversidades fuera del agua. Ellas... la piscina es toda su vida. Es muy difícil de equiparar. Aquí si mandas a una niña a entrenarse diez horas al día te matan, allí te dan gracias porque les va a dar de comer. Entrar en la selección es como si le tocara la lotería a toda la familia. Todas son famosas, tienen casa, coche, premios, muchísimas ayudas… saben que aunque se sacrifiquen durante unos años tienen la vida solucionada. Y más si consiguen medallas. Luchar contra esa estructura tan disciplinada desde la base es muy difícil. Se puede hacer, pero para mí las formas no justifican ningún podio. Esto aumenta el valor de lo que hemos alcanzado nosotras».

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