Toros

Veinticinco años sin Ramón Soto Vargas

Hoy se cumple un cuarto de siglo de la trágica muerte del banderillero de Camas en la plaza de toros de Sevilla

La muerte de Soto Vargas fue la noticia de portada de ABC el 14 de septiembre de 1992 ABC

Lorena Muñoz

Eran las ocho menos diez de la tarde del 13 de septiembre de 1992. Era un domingo de novillada de oportunidad en la Real Maestranza para Antonio Vázquez «El Vinagre», Juan de Félix y Leocadio Domínguez. El torero de plata Ramón Soto Vargas, de la cuadrilla de Leocadio, se disponía a banderillear al tercer astado de la ganadería del Conde de la Maza .

«Avioncito» , herrado con el número 5, negro listón y de 458 kilos, tenía por pitones dos astifinos puñales. Fue un manso declarado. Había salido suelto en los primeros compases de la lidia y fue picado en los dos caballos. Soto Vargas lo citó cerca del tendido 7 , pasada la puerta de arrastre. Se fue hacia el astado y clavó, pero a la salida del par de banderillas, dentro de la raya de picadores, el novillo hizo por el torero y ya en el suelo le metió el pitón. Soto Vargas se levantó por su propio pie, se echó la mano al pecho y llegaron sus compañeros. Entre ellos Juan de Triana, que había compartido tercio con los palos.

Se lo llevaron a la enfermería. Nadie podía imaginar el fatal desenlace. En la plaza aún quedaba el recuerdo de la trágica tarde del 1 de mayo de ese mismo año, en la que había muerto Manolo Montoliú. Al terminar el festejo no había noticias sobre el estado de Soto Vargas , que fue operado a pesar de la extrema gravedad de la cornada. El gran aficionado y médico Miguel Ríos Mozo daba los partes. Minutos antes de las once menos cuarto, el jefe de seguridad de la Real Maestranza dio el anuncio: «Ramón ha muerto». Instantes después, un desolado Ramón Vila , cirujano jefe del equipo médico, confirmaba que un paro cardíaco tras la intervención hizo imposible salvarle la vida.

En casi dos siglos de corridas de toros en la Maestranza había habido dieciséis víctimas mortales: siete picadores, cinco banderilleros, tres novilleros y un matador. En 1992, después de sesenta y dos años, morían en el ruedo de la plaza de toros de Sevilla dos banderilleros. En menos de cinco meses. A los dos les partió el corazón un toro bravo. A Montoliú en plena Feria de Abril y con toda España pendiente de las cámaras de televisión. A Soto Vargas en un domingo de septiembre con un puñado de aficionados cabales en los tendidos de la Maestranza.

Ramón Soto Vargas dejó su vida en el albero en el que había intentado ser torero. En Sevilla llegó a hacer ocho paseíllos de novillero. Debutó el 20 de agosto de 1972 con novillos de Navarro Villadiego junto a José Ortega y Josele del Puerto. Al año siguiente participó el 19 de marzo en el festejo inaugural de la temporada en la Maestranza y cortó una oreja con novillos de Algarra junto a Joselito Cuevas y Pepe Luis Núñez. Se pasó al escalafón de plata en 1975 y como banderillero fue en las cuadrillas de prestigiosos toreros como Curro Romero, Rafael de Paula y Antoñete . Ramón Soto Vargas había nacido en Camas, el 4 de marzo de 1954 en el seno de los Vargas, una familia gitana y taurina, la de Salomón Vargas —que dicen que enseñó a coger el capote al Faraón de Camas— y Nicolás Vargas. Estaba casado con la hija de Manuel Olmedo, Don Fabrizio II, crítico taurino de ABC. Su sobrino, el torero Oliva Soto le rindió un homenaje el pasado sábado con una corrida de toros en Camas. Toreando, como dio su vida en el ruedo, la memoria y la gloria de Ramón Soto Vargas, sigue viva 25 años después .

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