TOROS

Puerta grande para Ferrera y Roca Rey

Muchos trofeos en un festejo marcado por el descastado juego de los toros de Juan Pedro Domecq

PEPE REYES

Abrió plaza el único toro negro anunciado en el festejo, que acometió con nobleza, humillación y largura al ramillete de verónicas con que Juan José Padilla lo recibió con le capote. Protestó el público durante los primeros tercios la manifiesta invalidez de la res, que hasta llegó a perder las manos en reiteradas ocasiones. Compartieron tercio rehiletero Padilla y Ferrera, en el que destacó el apuradísimo par de dentro a fuera colocado por el primero de ellos. De embestida pronta y suave, el de Juan Pedro regalaba al jerezano acometidas reiteradas y templadas, sólo menoscabadas por el desesperante óbice de la falta de fuerzas. Circunstancia que motivó que la faena bajara pronto su nivel de interés e intensidad. A pesar de lo cual, Padilla consiguió ligar tandas de derechazos y naturales y encontrar la conexión postrera con el tendido al acortar los terrenos y culminar con el consabido arrimón en cercanías. Mató de estocada que presentó cierta tendencia y travesía en su colocación y fue ovacionado.

Con larga cambiada y una tanda de verónicas interrumpida con un desarme saludó Padilla al colorado que hizo cuarto. Un luminoso quite por faroles invertidos constituyó preámbulo a un tercio de banderillas en el que a punto estuvo el jerezano de resultar prendido por la res al clavar en falso en el segundo par. Superado el susto, prendió sendos pares de dentro a fuera y al violín de meritorio ajuste y colocación. De hinojos inició el trasteo de franela, posición en la que fue capaz de dibujar una serie entera de muletazos. Ya en actitud erguida, y ante la bondad sumisa y bobalicona del astado, se ejercitó en la ejecución de tandas sucesivas por ambos pitones, hasta que ya el toro dejó de embestir. Desplantes finales, tras el rojo aleteo del abanico de su pañosa, hicieron que los tendidos se le rindieran de manera definitiva. Y todo sucedió bajo

Despachó a su oponente de pinchazo y estocada y se le concedió un trofeo.

Ante la manifiesta invalidez del segundo toro del festejo, éste fue devuelto y salió en su lugar un sobrero de negro pelaje, escurrido de carnes y armado en delantero, que no demostró excesiva codicia ni demasiadas fuerzas bajo el capote de Antonio Ferrera, quien se luciría en un elegante quite por chicuelinas, media y revolera. Volvieron a compartir palos ambos diestros banderilleros, componiendo un tercio espectacular y variado, en el que destacó el último par del extremeño, prendido por los terrenos de dentro, junto a tablas. Cadencia y sabor poseyeron los ligados derechazos de Ferrera que abrieron el trasteo, con los que templaba la inicial acometida rebrincada de su enemigo. Ejemplar éste que derrochó extrema nobleza y que evidenció prontitud en la embestida. Menos continuidad e ímpetu mostró por el pitón izquierdo, lo que motivó que el tono de la faena bajara algo en rotundidad y vibración cuando procedió Ferrera al toreo al natural. labor plena de seguridad, gusto y serenidad de un torero que demostró el alto nivel de exquisitez artística que atesora. Una perfecta ejecución del volapié supuso salvoconducto para el doble trofeo.

Dibujaba con esmero y garbo las verónicas de recibo al colorado quinto, pero el burel, escaso de codicio y celo, descompuso el cuadro con su desinteresada actitud. Luego, tras salir el toro del caballo, Ferrera le recetó, en artística venganza, un arrebatado quite por faroles de cites valerosos en muy corta distancia. Un completo y variado tercio de banderillas aumentó algo más, si cabe, la total comunión del torero extremeño y el público. Ante un enemigo inmóvil y con escasas intenciones de embestir, Ferrera mostró firmeza y sincero denuedo en el intento. Pero la total sosería de la res impidió el ansiado lucimiento.

El tercero fue un castaño que ya evidenció una merma considerable en su capacidad de tracción en el fallido intento de Roca Rey de estirarse a la verónica. Tras un simulacro de suerte de varas el peruano se lució con un alado quite por ceñidas caleserinas. Una vez que saludara, montera en mano, Juan José Domínguez tras parear con acierto, Roca Rey se hizo presente con ajustados pases por alto y cambiados, con los que dio inicio al trasteo. El animal, de corta embestida, casta exigua y nulo poder, sí poseyó una extrema nobleza, lo que permitió al joven diestro dibujar cansinas tandas por ambos pitones. Mientras, los bellos compases de «Suspiros de España» ponían dorado y melancólico marco al estéril esfuerzo de Roca Rey. Mató éste de estocada y se le concedió la oreja.

Con un variado saludo capotero recibió al ejemplar que cerraba plaza, que, como sus hermanos, carecería de fuerzas y celo en la embestida. Al citar Roca Rey en los medios para realizar un quite con el capote a la espalda resultó violentamente volteado y buscado con saña en la arena. De forma milagrosa parece que resultó ileso del trance. Voluntariosa faena de muleta ante un animal que le regaló las embestidas justas y con la que consiguió acompañar a Ferrera por la puerta grande.

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