Don Juan Carlos, en un remolque, con Antonio Miura, a caballo
Don Juan Carlos, en un remolque, con Antonio Miura, a caballo - Fotos: Pepe Sánchez
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Así fue la visita de Don Juan Carlos a la ganadería de Miura

Antonio Miura detalla la agradable jornada campera junto al Rey emérito, que durmió en la finca y degustó un menú andaluz junto a su hija y su nieta

«Don Juan Carlos no quiere ocultar de ningún modo que, frente a los ataques que está sufriendo, defiende la Tauromaquia, una de nuestras grandes tradiciones», cuenta el ganadero

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El pasado fin de semana, después de asistir a una corrida de la Feria de Abril, Don Juan Carlos pasó una jornada de campo y toros en Zahariche, la finca donde pastan los famosos toros de Miura. Le acompañaron su hija, la Infanta Elena, y su nieta, Victoria Federica. Nos da detalles de esa visita, en una entrevista exclusiva para ABC, Antonio Miura, titular actual, junto a su hermano Eduardo, de la ganadería.

Menos de una hora se tarda en llegar, desde Sevilla, a Zahariche, en el término de Lora del Río. La entrada es muy simple: sobre el poste superior, unas letras de madera, mayúsculas, con el apellido, que es ya un mito: M I U R A.

En la finca, muy llana, los toros suelen estar agrupados: si se les separa en grupos pequeños, se pelean mucho y alguno puede desgraciarse. Una peculiaridad histórica: aquí, la plaza de tientas sigue siendo cuadrada, como solía ser, en los orígenes.

Don Juan Carlos ha heredado la afición taurina de su madre, Doña María, asidua asistente a las Plazas de Madrid y Sevilla. Su estatua ecuestre, junto a la sevillana Puerta del Príncipe, es claro símbolo de la unión de la Corona y la Tauromaquia. Su padre, Don Juan, inauguró, en 1985, el palco real de Ronda, al cumplirse el bicentenario de esa Plaza. La tradición familiar la continúa la Infanta Elena, buena amazona, que acude muchas tardes a Las Ventas.

Eduardo Dávila Miura brinda a Don Juan Carlos su faena
Eduardo Dávila Miura brinda a Don Juan Carlos su faena

Acompañado de su hija y su nieta, Don Juan Carlos presenció, desde el palco real de la Plaza de Sevilla, la corrida del sábado 9 de abril. Le brindaron sus toros José María Manzanares, el joven peruano Andrés Roca Rey – la nueva revelación – y Enrique Ponce, que cortó una oreja, después de una exquisita faena. (El pasado agosto, también le brindó Ponce el primer toro que se lidió en la Plaza de Illumbe, en San Sebastián, en su reapertura). Después de la corrida, el sábado, a la caída de la tarde, Don Juan Carlos y sus acompañantes acudieron a Zahariche.

Eduardo y Antonio Miura invitaron al Rey a su ganadería en la entrega del Premio Taurino ABC
Eduardo y Antonio Miura invitaron al Rey a su ganadería en la entrega del Premio Taurino ABC

Me cuenta Antonio Miura el origen de esta visita, confirmándome lo que yo mismo presencié: «Hace un año, en la entrega a nuestra ganadería del Premio Taurino de ABC, se lo propusimos a Don Juan Carlos. Le gustó la idea y quedó en buscar la fecha oportuna». Hace unos días, cuando iba conduciendo el coche, recibió Antonio la llamada de Javier Benjumea (teniente de hermano mayor de la Maestranza y presidente del jurado de ABC), comunicándole la decisión regia. «Le pedí que me diera un poco de tiempo, para comentarlo con mi hermano y pensar en los preparativos. En realidad, la cosa ha sido bastante simple: en Zahariche ya hay calefacción y seguridad; sólo hubo que buscar, para Don Juan Carlos, una habitación y un baño fácilmente accesibles, por su cadera: la de mi hermano, que tiene ducha, era la más adecuada. Doña Elena y Victoria Federica fueron a la mía, algo más lejos. Javier Benjumea nos ayudó en todo. Sería una visita privada, íntima, sin ningún protocolo. Un par de días antes, vinieron los de Seguridad para tomar sus medidas y traer algo de equipaje».

Doña Elena y su hija Victoria, a caballo en la finca
Doña Elena y su hija Victoria, a caballo en la finca

Sigo escuchando a Antonio Miura: «Don Juan Carlos y sus acompañantes llegaron hacia las 22’30. Sólo estábamos Javier Benjumea, Eduardo y yo, con nuestras mujeres. Sabíamos que el Rey no suele cenar, así que preparamos un tapeo típicamente andaluz: un poco de jamón, queso, caña de lomo, pescado frito cortado en trozos pequeños y un gazpacho. Eso sí, un buen tinto, un poco fresquito, que sabemos que le gusta. No trajimos a nadie de fuera: todo lo prepararon el servicio habitual y nuestras mujeres, María del Mar y Cristina. Nos quedamos charlando hasta las 12 de la noche: ¿de qué? De todo. De toros y de todo lo que quiso Don Juan Carlos, que estuvo relajadísimo, muy a gusto».

«Quiso desayunar a las 9 de la mañana –explica el ganadero–. Nos admiró su magnífico apetito, cómo disfrutó con todo: huevos fritos, picatostes, tostadas, cafés... Nos había dicho que quería regalar unos botos a su hija y su nieta y habíamos quedado, a las 9’30, para que les tomara medidas, con el talabartero de Cantillana que nos los hace a nosotros. También habíamos encargado unos cinturones con nuestro hierro, en la hebilla, hechos con la piel de un toro que lidiamos en Sevilla, el año pasado. Le pedimos permiso y accedió, encantado, a que le presentáramos, uno a uno, a todos los que trabajan en Zahariche: el conocedor (nosotros no le llamamos mayoral), que se ha criado conmigo, los vaqueros... Cada uno le iba contando su trabajo: fue, para todos ellos, una experiencia inolvidable».

Foto de «familia»
Foto de «familia»

Prosigue el ganadero: «Salimos luego a visitar los toros, en dos vehículos todoterreno. La Infanta y su hija, con mi sobrino Eduardito y conmigo, íbamos a caballo. Como teníamos que pasar por el cerrado de los toros, nos precedían unos vaqueros, no fuéramos a montar un cartel de Feria...»

«Acudimos al corredero, para que vieran la faena de acoso y derribo, a caballo, de dos eralas de dos años –comenta Antonio Miura–. Derribé yo a la primera; a la segunda, mi sobrino. Y las quitó del caballo Eduardo Dávila Miura, que se había incorporado al grupo: las dos vacas salieron buenas y las toreó muy a gusto. Don Juan Carlos y mi hermano lo presenciaron todo desde muy cerca, en un remolque abierto».

Me cuenta Eduardo Dávila Miura que él había invitado a Don Juan Carlos a la corrida de su reaparición, en Sevilla, pero no pudo ser. Luego, lo acompañó en otro festejo, en Madrid: «Ahora, ha sido una enorme satisfacción, para mí, poder brindarle esa faena campera».

El Rey emérito, junto a las mujeres de los ganaderos, Cristina y María del Mar
El Rey emérito, junto a las mujeres de los ganaderos, Cristina y María del Mar

Continúa Antonio Miura: «Todo salió perfecto... salvo el tiempo: frío y agua, lo propio de esta primavera. Si no, quién sabe si alguien más no se hubiera animado a intentar unos pases... Tampoco se pudo hacer allí el tapeo previsto». «Volvimos a la casa, a comer: los mismos del día anterior, más Eduardo Dávila y su mujer. ¿El menú? Lo típico de aquí: garbanzos con tagarninas, carne guisada; de postre –que Don Juan Carlos no toma–, fresas. Después, nos quedamos charlando tranquilamente...»

Me imagino yo la sobremesa en ese salón, enseñándole a Don Juan Carlos todos los recuerdos (los mismos que don Eduardo me enseñó a mí, hace años): viejos carteles y fotografías, algún dibujo; en las paredes, varias cabezas impresionantes: «Catalán», lidiado en 1902 por Bombita, que tomó 9 varas; «Galleguito», el de la gran faena de Joselito... Antonio y Eduardo Miura le mostraron también a Don Juan Carlos una pitillera del Infante Don Carlos, dedicada a Antonio Miura, en 1924.

Les contó Don Juan Carlos que, de joven, «cuando yo no era nada», a él le habían propuesto formar parte del equipo olímpico español de equitación pero Franco se lo desaconsejó: «Si ganas, pensarán que lo has logrado por ser quien eres; si pierdes, ¿qué dirán?» La indudable astucia gallega. Después, Don Juan Carlos derivó hacia el mar, una pasión heredada de su padre... La del caballo la continúan su hija y su nieta.

La Infanta y su hija, a caballo con los ganaderos
La Infanta y su hija, a caballo con los ganaderos

«Don Juan Carlos –recalca Antonio– no quiere ocultar de ningún modo que, frente a los ataques que está sufriendo, defiende la Tauromaquia, una de nuestras grandes tradiciones».

Se acababa el tiempo: las fotografías de recuerdo las hizo Pepe Sánchez, de Lora del Río, a quien habían llamado los Miura, sin decirle para qué. Resultó que varios escoltas eran aficionados a los toros y estaban encantados de lo que habían visto. No era la primera vez que Don Juan Carlos había asistido a faenas taurinas, en el campo, en casas de ganaderos que son sus amigos: Torrestrella, Torrealta... Firmó el Libro de Honor que había llevado Javier Benjumea y, hacia las cinco de la tarde, sin ninguna señal de cansancio, después de dar un abrazo a sus anfitriones, salió para Madrid.

Con la sencillez propia de esa familia, Antonio Miura me insiste en que todo fue normal, cordial, muy agradable. Al despedirse, le dijeron, claro está, que ésa era su casa, que volviera cuando quisiera (también, su nieta, a montar a caballo). Me atrevo yo a pensar que, si visitara «Zahariche» Don Felipe, seguro que iba a descubrir aspectos del mundo taurino que le iban a interesar...