Fernando Flores, con «Tosquetito»
Fernando Flores, con «Tosquetito» - Paloma Aguilar

«Tosquetito», un novillo de Dolores Aguirre para gozar el toreo

El debutante Fernando Flores deja una grata impresión en Las Ventas y pierde la oreja con la espada

MADRID Actualizado: Guardar
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«Tosquetito». Así, en diminutivo, como la bonita presencia que algunos protestaron. Poco importaría luego: ¡menudo fue! Un novillo de Dolores Aguirre para soñar y gozar el toreo: repetidor, con fondo, con ese punto mansito que le hacía abrirse en cada muletazo. Una mina de ejemplar en el debut de este histórico hierro en una novillada en Las Ventas, de muy interesante y variado comportamiento, con su casta y su nobleza dentro de sus flecos mansos.

Fue este «Tosquetito» la joya de la corona con su lujosa embestida. Le correspondió en suerte a Fernando Flores, dispuesto de principio a fin en su presentación, aunque con algunas carencias lógicas. La búsqueda del temple y la ligazón presidieron una faena en la que quiso adelantar y bajar las telas, que el de Dolores se comía con el hocico.

Crecía con emoción el viaje, por ambos pitones, y se crecía el joven extremeño, que se recreó en unos pases finales más desmayados, un cambio de mano y una trinchera con sabor. El acero se llevó la oreja y «Tosquetito», que era de triunfo grande, se marchó con las peludas puestas en medio de una ovación, como la que luego recogería Flores. Frente al más deslucido sexto anduvo con más espesura de ideas y sufrió una fea voltereta, pero dejó un esperanzador y grato recuerdo en su conjunto.

Emocionante primero

Miguel Maestro tiró de entrega con un manso encastado -con bastante que torear- al que zurraron en el peto y no terminó de acoplarse al noblote cuarto, que aunque algo rebrincado ofreció opciones.

Javier Marín, con un par de tandas con su aquel aunque algo encimista en el epílogo, despachó de un espadazo al potable segundo, lo que provocó cierta petición de oreja. El presidente Jesús María Gómez, con buen criterio, se mantuvo en su sitio. El serio quinto empujó con los riñones y con todo en varas, en un pésimo y largo puyazo que fue un dos en uno... Luego se libraría prácticamente del siguiente, pues se partió el palo en el encuentro y el usía -que por la mañana había firmado un elogiable ejercicio de transparencia en el reconocimiento- cambió el tercio entre algunas protestas. «Menos mal», se oyó, pues ahí se acabó «Guindoso», que pareció lastimarse en el caballo, y el navarro solo pudo evidenciar sus deseos.

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