Teatro

La Tirana, epopeya de una actriz en tiempos ilustrados

Una biografía desvela la historia de la artista sevillana en el teatro en el reinado de Carlos III y su escandaloso divorcio

Retrato que Goya realizó a la actriz sevillana La Tirana ABC

EVA DÍAZ PÉREZ

Fue una leyenda en su época, revolucionó los escenarios del siglo ilustrado y escandalizó con el pleito de divorcio que mantuvo con su marido Francisco Castellanos llamado El Tirano porque así eran sus habituales papeles en el teatro. María del Rosario Fernández La Tirana (1755-1803) fue la famosa actriz que triunfó en los escenarios del reinado de Carlos III y Carlos IV , un tiempo de reformas en el que España —y también el teatro— pasaron del Antiguo al Nuevo Régimen. Una época que se inició feliz y que luego se volvió áspera, negra y convulsa.

El investigador José María Martín Valverde (Utrera, Sevilla, 1949), doctor en Ciencias del Espectáculo por la Universidad de Sevilla, acaba de publicar la biografía dedicada a la actriz en una obra editada por la Fundación José Manuel Lara y el Centro de Estudios Andaluces. Un oportuno libro que además de adentrarse en la desconocida vida de la artista despliega un espectacular recorrido por la época , las costumbres y el mundo del teatro.

Martín Valverde, consciente de la dificultad de rescatar a un personaje de teatro, con lo de efímero que tienen las artes escénicas, propone un viaje en el tiempo a través de documentos , desde la prensa a los diarios o los protocolos notariales pasando por atestados judiciales.

La posteridad ha descrito una Tirana entre la realidad y la leyenda . «La imagen se fraguó en los albores del llamado ‘teatro sicalíptico’ en la segunda mitad del XIX, bajo intereses comerciales, digamos ‘picantes’. Escritores y folletinistas exhumaron a la Tirana, a base de aureorarla con episodios licenciosos: amante de Goya y cosas por el estilo. Más recientemente el cine de los años 40 y 50 en su vertiente casticista abundó en semejantes perfiles», explica Martín Valverde añadiendo recreaciones como la que hizo el escritor Manuel Fernández y González, fabulador de relatos histórios, en «Las glorias del toreo» (1879) donde muestra a La Tirana como amante de toreros, aristócratas y el pintor Goya.

Entonces, ¿cómo era realmente La Tirana? «Fue una mujer enérgica cuando la vida se lo exigió, a pesar de tenerlo casi todo en contra: los hábitos patriarcales, como hoy se dice, muy pertinentes entonces, la educación familiar y la incapacidad jurídica a que las mujeres de entonces estaban condenadas. Tuvo a su favor la inteligencia que seguramente redondeaba sus encantos personales: supo valerse de su bien ganada fama de actriz para hacer frente a su destino (fatal) de mujer casada en una época en que no se permitía el divorcio », aclara su biógrafo.

Rosario Fernández La Tirana (1755-1803) nació en la calle Larga de Triana, la actual Pureza . Allí su padre tenía un pequeño comerciante de «refino», que es como entonces se llamaba a las tiendas de ultramarinos, es decir, donde se vendían los productos de las antiguas colonias como el cacao o el azúcar.

La Sevilla en la que crece La Tirana tiene especial significación en el mundo del teatro porque será uno de los lugares donde tengan lugar los intentos de reforma escénica que caracterizaron al siglo ilustrado. La batalla del teatro , que tuvo que luchar contra la postura conservadora de la Iglesia y algunos sectores reaccionarios de la ciudad, tiene en el asistente Olavide a uno de sus principales protagonistas.

De la misma forma que intentó reformas en el urbanismo, la Universidad o las cofradías, el asistente Olavide dio nuevos aires al teatro . En Sevilla estaban el teatro de comedia en San Juan de Aznalfarache y en la capital el de Santa María de Gracia. En 1767 abrió sus puertas el de la calle San Eloy. Olavide proyectó con el duque de Medina-Sidonia, que cedió los terrenos, el teatro que habría de levantarse en la actual Plaza del Duque. Hizo venir en 1768 al arquitecto Charles la Traverse para que trazara los planos de un teatro «como está en París la Ópera del palacio del duque de Orleans». Desgraciadamente, no llegó a término. Las obras pararon en 1770.

Olavide, a partir de 1767, hará que Sevilla recupere las diversiones teatrales que se habían prohibido en 1679 . Así, además de impulsar la construcción de nuevos teatros como el de la Plaza del Duque, creará la llamada escuela-seminario de actores.

Este centro será clave en la vida de La Tirana y servirá como ejemplo al resto de España porque simbolizará la nueva época del teatro moderno. En esta escuela-seminario , se formaba a los actores según los métodos escénicos ilustrados que se inspiraban en el gusto europeo del teatro declamado francés para tragedias, melodramas y comedias sentimentales frente a la representación tradicional del teatro barroco español.

Escuela de renovación de costumbres

Esta reforma en la interpretación seguía el pensamiento ilustrado con la intención de convertir el teatro en escuela de renovación de costumbres. La novedosa escuela-seminario t enía una sede en la calle Ancha de San Vicente y otra cerca de la calle Borceguinería , hoy Mateos Gago, próxima adonde vivía la familia Fernández-Ramos, que se había trasladado desde Triana. Allí debió de conocer a su futuro marido y a la famosa actriz que con el tiempo llegaría a ser su rival, María Bermeja .

Su marido Francisco Castellanos El Tirano era especialista en este tipo de personajes «de barba» , papeles de carácter serio y también colérico, aspecto que parece que llevó más allá de la escena. Con él se casa cuando sólo tenía 14 años. En el pleito del divorcio se desvelan muchos episodios de la vida privada y parece que sufrió malos tratos. «Por lo que afirman los testigos la entregaba a sus amistades a cambio de dinero e incluso la hacía dormir en el suelo provocando probablemente la enfermedad que sufrió a partir de 1770», puntualiza el biógrafo.

El matrimonio viajará a Madrid con otros actores formados en Sevilla porque el secretario de Estado, marqués de Grimaldi, pidió al asistente una compañía formada en la escuela-seminario para que actuara en el Teatro de los Reales Sitios . Este teatro se creó para diversión de la corte y para representar según la moda de la época el repertorio de gusto francés además de las habituales óperas italianas.

Allí La Tirana iniciaría su carrera hacia la fama, una gloria sólo truncada por la retirada forzada por su enfermedad en 1793. El dramaturgo y diplomático inglés Richard Cumberlan la describió así: «La palidez artificial de sus mejillas, sus ojos teñidos de un bermellón brillante alrededor de los párpados, sus brazos finos, desnudos hasta los hombros, la magnificiencia salvaje de su atuendo y la profusión de sus desaliñados cabellos, de un negro tan brillante como el plumaje de un cuervo, le daban la apariencia de algo más que humano, una especie de Sibila ». Un personaje irrepetible.

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