Crítica de Danza

Renovarse o morir

Estreno en España del Cullberg Ballet con «Protagonist» de Jefta Van Dinther

El Cullberg Ballet estrenó «Protagonist» en el Teatro Central Urban Jören

MARTA CARRASCO

En 2017 el Cullberg Ballet cumplió cincuenta años. La madurez le ha sentado bien a la compañía sueca que fundara Birgit Cullberg , porque no se ha quedado en meras conmemoraciones, sino que ha hecho algo mejor: renovarse.

Desde que en los años sesenta Birgit Cullberg descubrió las bondades de combinar el clásico con la danza moderna y renovó el lenguaje coreográfico, han pasado por la compañía sueca los más grandes creadores. A Birgit sucedió su hijo Mats Ek, pero en el listado de obras que atesora el ballet hay nombres históricos y otros actuales, como Kurt Joos, Alvin Aley, Maurice Béjart, Carolyn Carlson o Forsythe, Jiri Kylian, Nacho Duato, Johan Inger, Ohad Naharin, Sidi Larbi Cherkaoui y... Jefta Van Dinther.

Tres han sido las creaciones que Van Dinther ha realizado para el Cullberg. «The way thing go» en 2009, «Plateau Effect» en 2013 y que pudimos ver en el teatro Central en 2015, y ahora «Protagonist» de 2016 estrenado a nivel nacional este fin de semana en el teatro de la Isla de la Cartuja.

Y la renovación estética del Cullberg ha llegado definitivamente de la mano de Van Dinther que ha creado una obra con una banda sonora en la que interviene Elías, el artista revelación de Suecia y la música de David Kiers.

«Protagonist» es un recorrido por el género humano. Es la contemplación de cómo las personas se unen y se separan y cómo cada uno acepta un rol diferente. «A veces, sabes, que algo tiene que cambiar. Y lo sientes», dice la voz en off. Hay amor, hay odio, hay violencia, hay separación, hay búsqueda...

Lo más impresionante de la obra de Van Dinther es la creación de un nuevo alfabeto de movimientos que no corresponden a los que son más habituales en la danza contemporánea, donde hay una precisa limpieza y quizás una expresión más geométrica. El lenguaje de Van Dinther no es así. Recorre todo el cuerpo sin un aparente orden. El coreógrafo ha trabajado de forma independiente con cada intérprete , exigiéndole, no sólo un esfuerzo de contención y control de movimientos, a veces espasmódicos, sino también una gestualidad que debe controlar al mismo tiempo que su cuerpo.

A pesar de esta aparente independencia, la puesta en escena tiene un aspecto coral, con un orden en el que los bailarines tan sólo realizan movimientos grupales en contadas ocasiones.

La banda sonora es asombrosa, como la obra, intensa, hasta tal punto que los graves se sentían en las mismas butacas. Impone dramatismo y en uno de los momentos mas emocionantes del montaje, como se dice en el flamenco, los intérpretes bailan al «cante», a la voz. Van Dinther se ha superado en esta hora en la que nos muestra un universo nuevo, un camino a seguir, una renovación.

Tras unos instantes de dramático silencio, los bailarines van despojándose de sus ropas. Quince hombres y mujeres desnudos caminan por el escenario. «Revolution» , atrona la música, y se mueven los bailarines como si fueran hombres primitivos, como si el big-bang hubiera acabado con todo y ellos volvieran a nacer. No dejan de caminar, de moverse, de colgarse y se juntan para cantar a capella como si fuera una desesperada súplica. Y una frase final: «¿Esta oscuridad está en ti también?». Desde luego en el Cullberg, no.

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