José Coronado y Olivia Delcán, en una escena de «Ushuaia»
José Coronado y Olivia Delcán, en una escena de «Ushuaia» - Javier Naval
CRÍTICA DE TEATRO

«Ushuaia», de Alberto Conejero: Expiación

Jose Coronado protagoniza en el Teatro Español esta obra, que dirige Julián Fuentes Reta

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«Ushuaia» transcurre en el corazón de un bosque y es también un hondo bosque de palabras en el que laten los ecos poderosos de la «Biblia», «Moby Dick» y la «Ilíada» como referentes de un discurso sobre la culpa incurable y las ansias de expiación. «La escritura de Alberto Conejero es precisa y compleja, poseedora de una tensión poética que enriquece el vuelo del texto teatral y potencia su sentido». Escribí esto cuando la obra fue publicada hace un par de años; tras verla sobre el escenario, me reafirmo. El autor ha reelaborado de forma considerable aquel texto, adensando su alcance filosófico, ajustando el perfil del protagonista y la naturaleza de sus fantasmas, e incidiendo en el peso insoportable del pasado.

Se equivocaría quien contemplara esta exigente muestra de literatura dramática como una historia más con antiguo nazi oculto, aunque aparentemente Conejero invite al espectador a seguir esa vía para sorprenderlo luego con una perspectiva diferente y enriquecedora que cuestiona los inapelables veredictos históricos sobre culpables e inocentes, subraya la capacidad de redención del amor y confía en el poder restañador de la palabra como vía de expiación.

Mateo es, sí, un antiguo oficial alemán que vive retirado en el confín del mundo y, acosado por una incipiente ceguera, contrata para que lo ayude a Nina, joven que tal vez no sea quien dice ser, una pieza más en un juego de identidades difuminadas. El anciano no rememora su pasado en Salónica durante la II Guerra Mundial, sino que convive y conversa cada día con Matthäus, un militar nazi, y Rosa, una joven judía: para él siguen presentes. Mateo ha sido azotado por la consciencia del horror y no podrá dejar atrás esos recuerdos vivos hasta que pueda confiárselos a otra persona en un acto de redención.

Un gran texto que quizás necesitara una puesta en escena de mayor vuelo poético e imaginativo que la propuesta por Julián Fuentes Reta, notable director, como demostró en «Cuando deje de llover». La atractiva escenografía de Meloni materializa el bosque como metáfora que conjuga la amenaza y el refugio. Dejando a un lado el deficiente ajuste de los micrófonos evidenciado en el estreno, lo que ya parece haberse solucionado, José Coronado es un convincente Mateo y Daniel Jumillas un Matthäus inquietante; la Nina de Ángela Villar, que seguramente irá a más, queda corta de matices, y la Rosa de Olivia Delcán se ve lastrada a mi juicio por la fragilidad demasiado infantil que transmite esta actriz.

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