Escena de las «Troyanas» de Eurípides durante el festival de Mérida
Escena de las «Troyanas» de Eurípides durante el festival de Mérida - ABC

«Troyanas», de Eurípides, llega a los teatros de Mérida

Carme Portaceli es la directora de la producción

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Una gigantesca T -la T de Troya- vencida en el suelo, preside la escena. Por las gradas desciende la figura gris de un hombre, Ernesto Alterio. Él es Taltibio, un soldado griego. La guerra de Troya ha terminado y la ciudad, relata, «era un montón de cenizas y los griegos se repartían el botín». Una alfombra de cadáveres llena el escenario, en el que toman cuerpo las protagonistas de la tragedia: Hécuba, Políxena, Casandra, Briseida, Andrómaca y Helena. Esclavas de los griegos, ellas conforman la historia de «Troyanas», el texto de Eurípides que presenta el festival de Mérida.

Carme Portaceli, directora del Teatro Español, donde se presentará la producción en noviembre, es la responsable de «Troyanas», donde cuenta con un reparto compuesto por Aitana Sánchez-Gijón, Ernesto Alterio, Alba Flores, Maggie Civantos, Pepa López, Miriam Iscla y Gabriela Flores.

La versión es de Alberto Conejero, la escenografía de Paco Azorín, el vestuario de Antonio Belart y las luces de Pedro Yagüe.

Aproximadamente 2.700 personas asistieron en el imponente teatro romano de Mérida al estreno de esta tragedia, que la directora entiende como un lamento femenino: «Hoy seguimos viendo -dice Carme Portaceli- cómo las mujeres son seres de segunda categoría a las que no importa excesivamente lo que les suceda: después de cada guerra, e incluso durante la guerra y sin guerra, a las mujeres se las viola reiteradamente, se les falta al respeto, se las maltrata sin ningún respeto, sin ni siquiera temor a las leyes que prohiben la violencia… No pasa nada, sus problemas, sus sufrimientos siempre quedan en la cola, siempre hay problemas más importantes: los niños, el hambre, los refugiados…»

Eurípides escribió esta obra alrededor del año 415 a. C. Pero las guerras siguen exhibiendo la crueldad y la humillación del ser humano, pero también su capacidad de resistencia, su dignidad e incluso su piedad. En « Troyanas» el foco son las mujeres de Troya que, vencidas, son consideradas por los griegos vencedores como parte de su botín de guerra; ni siquiera la más importante. Y Carme Portaceli las coloca sobre el escenario emeritense para que, a través de las palabras de Eurípides y de Alberto Conejero, cuenten lo que sienten: «Habla porque hoy termina la guerra y empieza otra cosa que quizá sea peor -dice, al principio de la obra, Hécuba, la esposa de Príamo, el Rey de Troya-. Habla porque los invasores están volviendo a sus casas y serán ellos los que escriban tu historia. Hoy te arrancan de tu patria, vestida de luto. ¡En pie, en pie, compañeras troyanas! ¡Levantaos y contemplad las ruinas de Troya! Pero no os calléis. Aunque hayáis entrado en nuestro cuerpo, jamás pariremos silencio. ¡Hablad alto, novias de los muertos! ¡Recoged palabras entre los escombros, sacadlas con vuestra boca del incendio y escupidlas! ¡No dejéis que a la injusticia siga el silencio!»

La proyección, sobre las piedras de Mérida, de una panorámica de la ciudad de Alepo destruida -una imagen patéticamente hermosa- más un apagado e intemporal vestuario le sirve a Carme Portaceli para extender la universalidad de la historia, para acercarla a los ojos del público contemporáneo. Y sobre este marco cada una de las mujeres, cercadas, vencidas, humilladas y repartidas o subastadas entre los vencedores, cuenta su realidad. La versión de Conejero está llena de poesía, de música calmada que contrasta con la crispación del propio relato. Y la directora valenciana ha optado por servirlo entre exclamaciones, porque sus actrices griten su desesperación, en una puesta en escena incómoda, virada por momentos hacia maneras más propias de los años ochenta, sobre todo en el movimiento de las intérpretes, y dominada por el gris -con el contraste del blanco vestido de una siempre errante Políxena (Alba Flores), y donde destacan la clase de Miriam Iscla y la cercanía de Maggie Civantos.

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