CRÍTICA DE TEATRO

«Smoking Room»: el mundo en un despacho

Roger Gual dirige esta adaptación de su propia película

Secun de la Rosa y Miki Esparbé, en un momento de la obra Geraldine Leloutre

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

« Smoking Room » habla del poder y de cómo el miedo que despierta suele ser suficiente para impedir que se le cuestione, habla de cómo los intereses personales se enmascaran tras el antifaz del bien común, habla de una estructura laboral como reflejo de las tensiones y las inquietudes generales de nuestra sociedad, habla en suma de ese amasijo de contradicciones e incertidumbres que es el ser humano. Transcurre en una oficina y aunque podría suceder en cualquier otro microcosmos (léase, por ejemplo, la redacción de un periódico), quien haya trabajado cierto tiempo en una oficina reconocerá los tipos y el ambiente, la camaradería impostada, las envidias, los halagos venenosos, los recelos, las artimañas y el poco disimulado sálvese quien pueda cuando las cosas vienen mal dadas. Quizás me pase en los aspectos negativos, porque también existen las amistades sólidas, los afectos y, aunque suele ser flor rara, la solidaridad. Que conste.

El caso es que ha saltado del cine al escenario el guión que escribieron y dirigieron Julio Wallovits y Roger Gual en 2002, una modesta película independiente que sorprendió, gustó y fue multipremiada por su originalidad, crudeza, su penetrante análisis de un universo laboral y la fauna que lo puebla, y el sólido trabajo del reparto que la interpretaba. Todas esas virtudes se mantienen en la adaptación teatral que ha firmado y puesto en escena en solitario Gual, que ha reducido de doce a seis el número de actores con respecto al filme (solo repite Manuel Morón ) y eliminado las presencias femeninas.

Aunque resulte pasada de fecha la parte del argumento que gira sobre la prohibición de fumar en las dependencias laborales de una empresa española recién adquirida por una multinacional estadounidense, lo que resulta decisivo es la iniciativa de uno de los empleados de iniciar una recogida de firmas entre sus compañeros para solicitar que se les permita fumar en una salita desocupada y así evitar tener que hacerlo a la intemperie, un pequeño acto reivindicativo y en apariencia intrascendente que pondrá en marcha una maquinaria implacable en la que las amenazas no formuladas, la codicia, el miedo y la deslealtad delincuente campan a sus anchas. La dirección de Gual, limpia, austera y eficaz, se centra en resaltar el trabajo interpretativo y los actores le responden a la perfección, bordando una red de sobreentendidos y diálogos convertidos en monólogos unidireccionales. Miki Esparbé y Edu Soto tienen probablemente los papeles más destacados en una obra de protagonismo plural, pero Manuel Solo , Secun de la Rosa , Manuel Morón y Pepe Ocio están también formidables.

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