Una escena de «Premios y castigos»
Una escena de «Premios y castigos» - T de Teatre
CRÍTICA DE TEATRO

«Premios y castigos»: camino a la perfección

El director argentino une fuerzas en esta obra con la compañía catalana T de Teatre

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Hace cinco años, el Festival de Otoño programó «Estado de ira», una eléctrica propuesta, creada y dirigida por el argentino Ciro Zorzoli, en la que una diva de la escena debía sustituir de un día para otro a la protagonista de un montaje de la ibseniana «Hedda Gabler». Algo de ese juego metateatral entre ensayo y representación hay en estos «Premios y castigos» en los que Zorzoli colabora con la compañía T de Teatre. La trama es ligera y un punto misteriosa por indefinida, inconcreta, movediza y hasta desconcertante.

Premios y castigos (***)
Dramaturgia y dirección: Ciro Zorzoli. Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar. Iluminación: Carlos Lucena. Caracterización: Eva Fernández. Intérpretes: Mamen Duch , Carolina Morro

Zorzoli lo explica así: «Una compañía de actores realiza diariamente unas sesiones de práctica actoral con el fin de alcanzar el virtuosismo en su desempeño escénico».

Desde ese punto de partida ensayan de manera incansable gestos y actitudes: cómo colocar las manos en diversas situaciones, cómo interpretar personajes que cosen, escriben o mueren. Instalados en una zona entre el frenesí y la competencia, se afanan en representar un poco tumultuosamente lo que les sugiere una especie de director o maestro de ceremonias (Jordi Rico).

Por su indumentaria y las técnicas histriónicas que manejan, podrían ser actores decimonónicos en un ensayo público. En la turbamulta de la gesticulación, se van definiendo los caracteres y las jerarquías, los afectos, los desprecios y los gestos solidarios: la diva altiva que jamás, dice, podría interpretar una sirvienta (Mamen Duch), el galán prototípico (Jordi Oriol), la doliente dama joven (Àgata Roca), la actriz ninguneada (Carme Pla), el entusiasta patético (Marc Rodríguez)... El ensayo culmina con la puesta en práctica del catálogo de acciones ensayado, que vuelcan en la interpretación de diversas escenas de «Barranca abajo», un melodrama sobre el declive de los gauchos escrito en 1905 por el dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez (1875-1910). La seriedad de los actores cuando abren la espita de la exageración propicia un contraste de comicidad grotesca en el que tal vez culebree el sentido de estos ejercicios de estilo: el pulso entre realidad y ficción, la verdad de la representación frente a la verdad de la vida, el misterio del teatro.

Sobre un espacio casi vacío (algún mueble, micrófonos, paneles portátiles de tela blanca que separan o sugieren ámbitos...), Zorzoli apuesta por una dirección enérgica, intensa y compleja para desplegar una dramaturgia llena de frunces, matices y pasadizos secretos pese a su aparente sencillez de sátira sobre la experiencia teatral. Los actores, con momentos notables, se aplican a su trabajo con el entusiasmo de los anticuados cómicos que encarnan, tediosamente obstinados en su camino a la perfección.

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