Eduard Fernández y Marina Salas
Eduard Fernández y Marina Salas - Teatre Romea
CRÍTICA DE TEATRO

«Panorama desde el puente»: pasión subterránea

Los teatros del Canal ofrecen la obra de Arthur Miller con dirección del francés George Lauvaudant

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Inmigración y estibadores, dos referencias de máxima actualidad, se agitan en «Panorama desde el puente», una obra que Arthur Miller estrenó en 1955 y mantiene su vigencia tal vez por ser entre las suyas la que más y mejor se sumerge en el hondo caudal de las pasiones humanas en que nadan también los clásicos griegos. Un drama de alcance universal protagonizado por tipos corrientes. Lo es Eddie Carbone, el protagonista de una obra que habla de la intolerancia, el honor traicionado, las sombras incestuosas del deseo incontrolable y las diferencias culturales. Un hombre vulgar colocado en el quicio de un conflicto que le hace poner en peligro la estabilidad familiar y convertirse en delator, vulnerando sus propios códigos éticos, al ser incapaz de mitigar los celos que siente cuando su sobrina adolescente Catherine se enamora de uno de los dos inmigrantes ilegales italianos que el hasta entonces estibador modélico ha acogido en su casa.

«Panorama desde el puente» (***)
Autor: Arthur Miller. Traducción: Eduardo Mendoza. Dirección e iluminación: Georges Lavaudant. Escenografía y vestuario: Jean-Pierre Vergier. Intérpretes: Eduard Fernández , Francesc Albiol

Carbone es, a su modo, un héroe o, mejor, antihéroe trágico atrapado en una dependencia pasional enfermiza y no formulada, un «pathos» fatal que Miller engarza en el contexto de la inmigración para subrayar el acento social tan característico de su teatro. La entonada traducción de Eduardo Mendoza usada en este montaje de Georges Lavaudant fue galardonada con un Max cuando Miguel Narros la puso admirablemente en escena en 2001, con un espectacular Helio Pedregal como protagonista. La propuesta de Lavaudant palidece frente a aquella. En esta ocasión se opta por el desgarro en vez de por la profundidad, se pasa sin solución de continuidad de la pasividad expresiva al exceso gestual, con momentos bien dibujados y otros que rechinan.

En esa línea se mueve la interpretación del gran Eduard Fernández que es aquí un Eddie Carbone de tono castizo, poderoso y certero en muchas escenas, pero desconcertante en otras. Marina Salas es una Catherine desbordante de una sensualidad juvenil que en ocasiones lleva al límite. Expresiva, contenida, ejemplar, la Beatrice encarnada por Mercè Pons como contrapeso del autodestructivo Carbone. Bien perfilados los inmigrantes italianos que componen Bernat Quintana y Pep Ambròs, y algo envarado el abogado Alfieri de hierático sesgo «magrittiano» servido por Francesc Albiol.

Ver los comentarios