Una escena de El sombrero de tres picos
Una escena de El sombrero de tres picos - Jesús Vallinas
CRÍTICA DE DANZA

Homenaje a un genio olvidado

El Ballet Nacional de España recuerda la figura de Antonio Ruiz Soler

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Antonio Ruiz Soler es una de las personalidades fundamentales de la danza española. No solo por su significación como bailarín único, sino también por lo que supuso de renovación y jerarquización de este arte, y por el impulso internacional que tuvo nuestro baile de su mano. El personaje terminó devorando al artista, sin embargo, y la figura de Antonio «el bailarín» -no necesitaba de otro apellido- se fue desvaneciendo y hoy ha caído, injusta y desgraciadamente, casi en el olvido.

El Ballet Nacional de España -del que Antonio fue efímero director, le ha querido rendir homenaje con un programa dedicado a su obra coreográfica. El espectáculo se estrenó el pasado año en el teatro de la Zarzuela, en medio de una fea huelga, y hoy lo ha recuperado en los teatros del Canal.

Homenaje a Antonio Ruiz Soler (***)
Coreografías de Antonio Ruiz Soler: Eritaña (Isaac Albéniz) , Taranto de La taberna del toro (Popular)

Es un bello homenaje a un artista en cierta manera revolucionario, y cuyos trabajos resisten de manera desigual el paso del tiempo. El espectáculo que presenta el Ballet Nacional tiene en este sentido algo de arqueológico y también algo de didáctico, y no puede ser de otra manera. El público necesita refrescar la memoria de vez en cuando, sobre todo cuando el trabajo se presenta con la calidad con la que lo hace el conjunto que dirige Antonio Najarro.

«Eritaña», el taranto de «La taberna del toro», el «Zapateado de Sarasate», «Fantasía Galaica» y «El sombrero de tres picos» componen el programa y son un mosaico de la versatilidad creadora de Antonio Ruiz Soler: desde la Escuela Bolera al flamenco, pasando por el folclore y el baile clásico español. Las cuatro patas de una danza española que bracea fieramente mientras trata de no ahogarse en el océano de la globalización.

Hay, a pesar del excelente trabajo de bailarines como Esther Jurado, Sergio Bernal, Francisco Velasco, Débora Martínez o Inmaculada Salomón, algo de naftalina en piezas como el taranto de «La taberna del toro» o «Eritaña»; incluso en el bravo «Zapateado» y en el emblemático «El Sombrero de tres picos» -presentado con el vestuario y los decorados de Picasso (aunque, si no estoy equivocado, no eran los que utilizaba Antonio), algo gastados. Pero es pecata minuta si se trata de recordar a un artista genial sobre el que, repito, se levanta buena parte de la danza española actual.

En cambio, es una delicia volver a ver «Fantasía galaica», creada a partir de la partitura de Ernesto Halffter, y que es un prodigio de contemporaneidad dentro de su clasicismo. Bravura y dulzura se mezclan a partes iguales en esta pieza, en la que brilla la maestría de Antonio, su sensibilidad y su buen gusto. Najarro la ha vestido además con una adaptación escenográfica de Jesús Acevedo absolutamente brillante.

La compañía muestra además de su calidad su enorme compromiso, desde los solistas -vuelvo a destacar a Sergio Bernal, un molinero de muchos kilates- al cuerpo de baile, magnífico. Y hay que subrayar el acierto (así tendría que ser siempre) de contar con la orquesta en directo; en este caso la Orquesta Sinfónica Verum, bajo la batuta del comprometido (repito el adjetivo) y atentísimo siempre Manuel Coves.

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