Ana Cerdeiriña y José Troncoso, en una escena de la obra
Ana Cerdeiriña y José Troncoso, en una escena de la obra - Kubik Fabrik
CRÍTICA DE TEATRO

«Historias de Usera»: un barrio es el mundo

La Sala Kubik Fabrik cierra con un espectáculo inspirado por las calles y las gentes vecinas

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¿Qué y quiénes conforman la identidad de un barrio? ¿Los que viven en él, los que estuvieron? ¿Las tiendas y edificios pasados, los presentes? Un poco de todo ello se funde en esa forma de ser y estar que define ese enclave donde se cruzan las vidas de las personas que, por un motivo u otro, residen en él. Así se han amasado las «Historias de Usera», espectáculo con el que se despide por traslado la sala Kubik Fabrik, que ha desarrollado su actividad en ese populoso barrio del sur de Madrid con mucha población inmigrante, proponiendo infinidad de actividades a los vecinos a la vez que programando soberbios montajes que se presentaban en ese acogedor espacio antes de dar el salto a otras salas o teatros.

Recuerdo, a bote pronto, los formidables «Penal de Ocaña» de Nao d’Amores, «El minuto del payaso» de José Ramón Fernández, con una interpretación prodigiosa de Luis Bermejo, y «La cena del rey Baltasar», imaginativa aproximación al auto sacramental de Calderón dirigida por Carlos Tuñón.

«Historias de Usera» (****)
Autores: Alfredo Sanzol , Miguel del Arco

El origen de este espectáculo tan entrañado en el barrio y a la vez tan universal son las obras breves que un puñado de autores escribieron, a partir de los recuerdos de los vecinos, para «Storywalker», proyecto teatral destinado a verse por medio de una aplicación telefónica. Fernando Sánchez-Cabezudo ha llevado a escena con tanta sensibilidad como inteligencia escénica un espectáculo en el que estas historias –a veces desgarradas, a veces nostálgicas, a veces tiernas– se engarzan como piedras preciosas en una joya deslumbrante, sencilla y potente, emocionante y divertida, ligera y profunda. Es un espectáculo bien dirigido y bien interpretado por un grupo de entregados y finísimos actores profesionales (Inma Cuevas, Jesús Barranco, Ana Cerdeiriña, José Troncoso y Huichi Chiu) acompañado por vecinos que les sirven de apoyo en pequeños papeles y tareas corales con pasmosa eficacia y buen tino dramático. A tono están la escenografía de Alessio Meloni, el vestuario neorrealista de Paola de Diego y la iluminación gastada de David Picazo.

Historias de parejas, como la que lucha a favor y en contra del destino (Despeyroux), la que se reencuentra cuarenta años después de un amor no formulado (Sanzol) y la de los trabajadores resuelta con un sorprendente triángulo (Padilla), se combinan con la del hijo que busca saber quién fue su padre (Alberto Sánchez-Cabezudo), la del vampiro chino dependiente del bazar familiar (Olmos), la de la mujer que cree que El Cordobés es un niño que le robaron en la maternidad (Cabrera, Franco, Menéndez) y la del trío de heavys que robó un bombo a la banda de Lou Reed componen un retrato colectivo, el mapa de un barrio que es el mundo.

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