Un gran «Ricardo III» cierra el noveno festival internacional de teatro «Dialog»

El certamen desarrollado en Wroclaw (Polonia) ha celebrado su novena edición

Una imagen de «Kings of War» Jan Versweyveld

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

Con el gran montaje de un tríptico histórico shakespeariano a cargo de la compañía holandesa Toneelgroep Amsterdam , cerró ayer sus puertas la novena edición del Festival Internacional de Teatro Dialog , que se ha venido desarrollando en Wroclaw desde el pasado día 14 con excelente asistencia de público y notable eco en el panorama teatral europeo. La capital de la Baja Silesia ha acogido un atractivo muestrario de la actividad escénica polaca enriquecido con diversas propuestas de otros países.

« Kings of War », cuatro horas y media de dinamita made in Shakespeare (en neerlandés con sobretítulos en polaco e inglés), engloba tres de las piezas de que el Bardo dedicó a la historia de Inglaterra, hermanadas por su aproximación a periódicos convulsos del pasado y por su continuidad cronológica: « Enrique V », « Enrique VI » y « Ricardo III ». Con dramaturgia de Peter van Kraaij a partir de la adaptación realizada por este y Bart van den Eynde , el director Ivo van Hove plantea una nerviosa puesta en escena de estética contempo ránea presidida por una gran pantalla que refleja lo ocurrido en los pasillos que circundan el escenario central. Los estupendos actores se multiplican en diversos papeles de las tres obras y completan un trabajo tan agotador como espectacular, sobre todo en el último título, que se representa tras un breve descanso concebido sin duda para que espectadores e intérpretes recuperen el resuello. Un cuarteto de viento y el contratenor Steve Dugardin siembran de bien medidos paisajes musicales la representación, desarrollada en el Estudio 2 de un edificio de la Televisión Polaca.

El drama histórico « Enrique V », las otras dos partes son tragedias de tomo y lomo, es quizá el tramo más discreto de esta robusta propuesta, aunque contiene una deliciosa y divertida escena en la que el monarca triunfante en su guerra contra los franceses intenta cortejar, botella de champagne de por medio, a la remisa princesa gala Catalina de Valois, con la que se habrá de casar en virtud del acuerdo de paz. Como él solo habla inglés y ella únicamente francés, les es imposible entenderse, incomunicación agravada por el continuo mohín de desprecio con que la damita obsequia a su prometido. Con mayor interés se sigue « Enrique VI », que retrata las angustiosas peripecias personales del último e indeciso soberano de la casa de Lancaster, apabullado militar y políticamente por el que se convertirá Eduardo IV tras hacerse con la corona de Inglaterra, que ceñiría tiempo después, tras hacer correr a su favor el escalafón dinástico, su hermano Ricardo.

El personaje real era menos torvo al parecer de cómo lo dibujó Shakespeare, influido sin duda por el libro que Tomás Moro dedicó al rey con el que se apeó del trono inglés la casa de York. El « Ricardo III » que plantea Ivo van Hove no es jorobado ni cojo ni contrahecho: luce en el rostro una fea mancha, tal vez algún tipo de lupus eritematoso, que basta para acentuar el carácter sinuoso y repulsivo de este personaje, que cultiva una seductora elocuencia letal. Las maniobras para orquestar alianzas en la oscuridad, los tortuosos caminos para acceder al poder y la implacable determinación para quitarse obstáculos de en medio quedan bien patentes en esta parte del espectáculo que Van Hove hace arrancar con la degustación de una apetitosa tarta de cerezas por parte de diversos miembros de la corte de Eduardo IV; una portentosa pieza de relojería escénica resuelta con pulso de «thriller» y una tracería de subtextos perfectamente pinteriana. La escena final, iluminada en tonos rojos y con Ricardo III aislado en el escenario mientras reclama el proverbial caballo, es también magnífica, realzada por la interpretación de un intimidante y sarcástico Hans Kesting en el papel del monarca protervo.

Una alegre ceremonia fúnebre

Cambio de tercio. « En avant, marche!» es un formidable espectáculo multidisciplinar firmado por los belgas Frank Van Laecke y Alain Platel , con dirección musical de Steven Prengels . Presentado en el Teatro Polski y resumiendo mucho, es en esencia una alegre ceremonia fúnebre de despedida de un trompetista al que quedan unos meses de vida a causa de un epitelioma. Un gran final en el que el músico, personaje inspirado en el protagonista de «El hombre de la flor en la boca», de Luigi Pirandello , dice adiós a la banda de la que forma parte y a sus amores, y trenza los dos sentidos del término escatología, el referente al destino último del ser humano y la rabiosa declaración del moribundo de que la vida es una mierda, aunque él se divierta y nos divierta en este gran espectáculo que mezcla frases en inglés, italiano, español y alemán, y disciplinas como la danza, el teatro, el canto y la música. El humor devastador, momentos de orgiástica alegría, maduras majorettes (estupendas Chris Thys y Griet Debacker ), zarabandas zíngaras al más puro estilo Kusturica, piezas clásicas, coreografías de irresistible ritmo, batucadas que remiten a Brasil y desembocan en un irresistible ejercicio de percusión en el que las baquetas golpean hasta la suela de los zapatos se alían en este montaje que esponja el ánimo y lleva la sonrisa a los labios, pese a la gravedad de fondo. El protagonista, Wim Opbrouck , actor cantante y aquí también bailarín pese a estar gordo como un botillo, logra convertir lo grotesco en un emocionante testimonio de sensibilidad en escenas como el divertido paso a dos donde es un orondo cisne agonizante en brazos del bailarín Hendrick Lebon , una de las estrellas de Les ballets C de la B, compañía que dirige Alain Platel y que interpreta «En avant, marche!» junto a una versátil banda musical polaca, pues a esas bandas locales que son una de las señas de identidad social y cultural de la comunidad a la que pertenecen rinde homenaje esta honda y jovial propuesta.

Platel presentó un segundo espectáculo en el Teatro Polski, esta vez eminentemente danzístico y de carácter postapocalíptico, « Nicht Schlafen ». Un grupo de personas, ocho hombres y una mujer, se reúnen ante una suerte de altar ocupado por tres equinos muertos (caballo, yegüa y potrillo) y ejecutan un extraño y violento ritual en el que se desgarran las vestimentas unos a otros y en harapos, y luego sustituyendo las vestimentas rotas por otras, se entregan a una sucesión de disputas y aproximaciones a los sones de la música de Gustav Mahler . Buscan tal vez una armonía perdida, algo parecido a la solidaridad, el reconocimiento o el afecto. Es una oscura fábula sobre un mundo que tal vez acecha agazapado en una sombría esquina del futuro, un espectáculo de belleza radical que nos habla de la muerte y el sufrimiento, del ansia de los cuerpos mientras una vieja civilización apura su declive y algunos tercos seres humanos intentan construir algo con o entre esas ruinas. No dispongo en mi modesta caja de trabajo de las herramientas que me permitan abordar desde una perspectiva crítica un trabajo coreográfico de la complejidad y hondura de esta propuesta de Platel con dramaturgia de Hildegard De Vuyst y dirección musical de Steven Prengels , interpretada por unos bailarines a mi juicio fantásticos (el ritmo que irradia Russell Tshiebua es espectacular), integrantes de Les Ballets C de la B. Más allá de la descripción, sólo puedo decir que seguí tan fascinado como impresionado este impresionante espectáculo de cien minutos de duración y subrayar que, a mediados de noviembre, Platel y sus huestes estarán presentes en los madrileños Teatros del Canal con « Out of Context / For Pina », homenaje a la coreógrafa alemana Pina Bausch .

En clave polaca

Entre el estupor y la decepción debo comentar « Wróg Ludu », aproximación del muy respetado Jan Klata a «Un enemigo del pueblo» de Henrik Ibsen , cocinada, en el Teatro Narodowy Stary, a ritmo de blanda comedia musical pop, salpicada de caprichos y extravagancias inocuas que incluyen, por ejemplo, una interpretación del villancico «El pequeño tamborilero» muy celebrada, hay que decirlo, por el público polaco, pero que es dramáticamente absurda, por lo menos para una mirada foránea. Además, cerca del final de la representación, Juliusz Chrząstowski , actor que interpreta al doctor Stockman, el protagonista de la pieza, se largó un discurso sobre la situación política polaca de más de media hora de duración aprovechando la razonable traslación al momento actual del concepto enemigo del pueblo. Concluida la función, varios de los actores leyeron un manifiesto, firmado por artistas e intelectuales, muy crítico con el actual Gobierno de aquel país. Algo inobjetable. Lo verdaderamente duro fue que el espectáculo, uno de los más esperados del festival, no estuviera en mi opinión a la altura, aunque, según me explicaron, los espectadores locales se sienten aludidos por las claves que contiene, difíciles de descifrar para alguien nacido fuera de Polonia.

De más modestas aspiraciones, « Jeden Gest », dirigido y concebido por Wojtek Ziemilski , es un sencillo, divertido y emocionante espectáculo que abre al público las puertas del mundo de los sordos. En una salita del Teatro Współczesny, dos hombres y dos mujeres, de edades y discapacidades auditivas diferentes, se ocuparon de ofrecer una muestra de lenguaje para sordos en diversos idiomas y narrar sus propios casos. Una propuesta primorosamente desarrollada, casi siempre con el humor como ingrediente.

En el mismo teatro, Marta Górnicka desplegó su potente coro de hombres y mujeres de diferentes rasgos étnicos y edades para interpretar a capella su « Hymn to Love », un tapiz de canciones religiosas, patrióticas y folclóricas que trazan una reflexión sobre cómo esos himnos pueden dar voz a populismos, movimientos xenófobos y nacionalismos racistas y excluyentes. Un sobresaliente ejercicio de las técnicas del contrapunto y una rigurosa y lineal coreografía de Anna Godowska redondean este bien orquestado alegato contra la ola retrógrada que se hace patente en algunos lugares de Europa.

Maneras de provocar

Hay formas y formas de provocar. « MDLSX », un espectáculo que pudo verse hace meses en las Naves del Español en el Matadero, está concebido para provocar la reflexión sobre la identidad sexual, las construcciones sociales y culturales de comportamiento y el concepto de transgénero. Contiene algunos momentos provocativos, pero es una apuesta sensible, bien trabajada y estupendamente montada. En una sede del Teatro Polski, fue muy aplaudido este proyecto de los italianos Enrico Casagrande y Daniela Nicoló , con dramaturgia de esta última en colaboración con Silvia Calderoni , la actriz que lo interpreta. Inspirado en la novela del estadounidense Jeffrey Eugenides «Middlesex», el montaje incorpora imágenes familiares de la Calderoni, su niñez y adolescencia, lo que refuerza la sensación de verosimilitud autobiográfica del relato, acrecentada por el atractivo andrógino y ambiguo de la versátil intérprete, una consumada performer que baila, se viste y desviste, se filma a sí misma con la pequeña cámara de un móvil y resulta tan conmovedora que, concluido el espectáculo, bastantes espectadores subieron al escenario a abrazarla. Canciones de The Smiths, Vampire Weekend, The Knife, Dead Man’s Bones y The Dresden Dolls, entre otros, se suceden en este inteligentemente provocativo capítulo del Festival Dialog .

Para finalizar, comentar que, dentro de la programación complementaria del certamen, se presentó en la sala Impart, entre fuertes medidas de seguridad, « The Curse ». A las puertas del teatro, un no muy numeroso grupo de personas, la mayoría de edad madura, rezaba y enarbolaba pancartas contra el contenido anticatólico del espectáculo, producido mediante «crowfunding». Dirigido por el croata Oliver Frljić , que practica el autobombo en distintos momentos de la función, es una sátira contra la deriva conservadora de la política polaca y su claro objetivo es la provocación mediante la correspondiente cuota de escándalo que se busca con, por ejemplo, la realización de acciones obscenas con una figura de Juan Pablo II , posteriormente ahorcada mientras luce un cartel que reza: «Patrón de los pedófilos», o con la tala con una sierra eléctrica de una gran cruz colocada en el centro del escenario. Impresiona más el relato, efectuado en primera persona por los intérpretes, de diversos caso de abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes. La dramaturgia de Agnieszka Jakimiak , Joanna Wichowska y Goran Injac utiliza como contrafondo referencial el teatro del influyente dramaturgo y pintor decimonónico polaco Stanisław Wyspiański , aunque, la verdad sea dicha, «The Curse», es teatralmente bastante pobre, pese a contar con conocidos actores locales en el reparto.

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