Una escena de «Cascanueces»
Una escena de «Cascanueces» - Teatros del Canal
CRÍTICA DE DANZA

«Cascanueces», un ballet de juguete

El Ballet Nacional de Cuba, que dirige Alicia Alonso, presenta en Madrid su versión de la obra de Chaikovski

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Sigue asombrando la proeza que es que Cuba, con todas sus circunstancias y en estos tiempos, mantenga viva la llama del ballet con una compañía lustrosa. Tal vez no haya en sus filas los nombres, algunos legendarios, que la conformaron en el pasado, pero el espíritu de su creadora, Alicia Alonso, permanece intacto en el conjunto, que afortunadamente mantiene su idilio con los escenarios madrileños y viene a ser un oasis de ballet en el desértico panorama de la capital.

«Cascanueces» (***)Coreografía: Alicia Alonso, sobre la original de Lev Ivanov. Música: Piotr Illich Chakovski. Diseños: Guido Fiorato. Director musical: Giovanni Duarte. Intérpretes: Ballet Nacional de Cuba. Orquesta Sinfónica Verum. Coro de Niños de la Capilla Real de Madrid. Teatros del Canal, Madrid

El Ballet Nacional de Cuba presenta estos días en los teatros del Canal «Cascanueces» -la semana que viene ofrecerá su emblemática «Giselle»-. Resulta raro ver este ballet, tradicionalmente navideño, cuando el termómetro ha comenzado su escalada hacia el verano, pero siempre es una alegría ver este ballet dinámico, naïf, con una de las más luminosas partituras escritas para danza. Doble alegría cuando se escucha además en directo por una magnífica orquesta, la Sinfónica Verum a las órdenes de un conocedor y cuidadoso Giovanni Duarte. Ojalá se presentaran así todos los ballets.

El «Cascanueces» del Ballet Nacional de Cuba es un espectáculo de juguete y un viaje en el tiempo. Hoy el mundo de la danza (también el del ballet clásico) camina, en lo escénico, por otros derroteros. Se ha avanzado mucho en este aspecto; los cubanos, por contra, siguen clavados en unas maneras muy tradicionales, no sé si por falta de medios o por convencimiento, en la puesta en escena: telones y decorados de cartón piedra y una iluminación descarada, que se suman en este caso a un vestuario de exuberante colorido.

Pero lo importante es la danza, y este «Cascanueces» está en general muy bien bailado; destila juventud y calidad, con mención especial para el Hada Garrapiñada de Viengsay Valdés, exacta y señorial.

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