Manuela Paso (Antígona) y Ángela Cremonte (Ismene)
Manuela Paso (Antígona) y Ángela Cremonte (Ismene) - el norte comunicación

La «Antígona» de Miguel del Arco levanta el telón del proyecto Teatro de la Ciudad

Completan la trilogía de tragedias «Medea», dirigida por Andrés Lima, y «Edipo Rey», con dirección de Alfredo Sanzol

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Pocos proyectos teatrales han despertado tanta expectación o entusiasmo como el bautizado como Teatro de la Ciudad. No es extraño, teniendo en cuenta la terna que lo lidera: Miguel del Arco, Andrés Lima y Alfredo Sanzol, tres de las grandes figuras del teatro español actual, capaces, además, de arrastrar a grandes nombres de la interpretación, como Carmen Machi y Aitana Sánchez-Gijón. Se trata de «una apuesta por la investigación, reflexión, producción y exhibición del teatro contemporáneo», y los tres han vuelto su mirada en este primer encuentro hacia el origen del teatro occidental: la tragedia grecolatina.

Tras la celebración de unos talleres sobre las obras elegidas –«Antígona», «Medea» y «Edipo Rey»–, llega la hora de presentar las obras en el teatro de La Abadía, que ha acogido sus primeros pasos.

Un mismo espacio, en el que han trabajado tres equipos de escenografía, iluminación y sonido distintos, envuelve las tragedias. Rompe el hielo «Antígona», una versión libre del texto de Sófocles escrita y dirigida por Miguel del Arco, con un reparto compuesto por Carmen Machi, Manuela Paso, Ángela Cremonte, Cristóbal Suárez, Raúl Prieto, José Luis Martínez, Silvia Álvarez y Santi Marín.

Dice Miguel del Arco que cuando todo arrancó no las tenía todas consigo y dudaba de que pudieran sacar el proyecto adelante. «Además, no conocía a Andrés y Alfredo a la hora de trabajar. Sí conocía y admiro profundamente su trabajo; son gente con la que me llevo muy bien, directores con los que tengo mucho en común, porque tenemos una visión similar de hacer teatro, y me río mucho con ellos, que es algo que también une mucho. Pero eso es muy distinto de sacar un proyecto de esta envergadura». Pero conforme se echó a andar, «todo fue de una facilidad pasmosa;desde la producción hasta la toma de decisiones. Y ha sido todo muy inspirador. Somos muy diferentes pero muy complementarios».

Miguel del Arco eligió «Antígona» porque le interesaba, sobre todo, «el conflicto político, cómo es la relación del individuo contra la sociedad. George Steiner dice que es una obra que reúne los cinco conflictos posibles en el teatro: los jóvenes contra los viejos, el hombre contra la mujer, los dioses contra los seres humanos, el individuo contra la sociedad y los vivos contra los muertos. A mí no me interesan todos; el hombre contra la mujer no lo planteo, porque he convertido a Creonte en una mujer;es cierto que ese conflicto está, porque hace 2.500 años una mujer no podía mandar. Ahora lo hacen, aunque hombres y mujeres, evidentemente, no están en igualdad de condiciones. Pero hay mujeres en el mundo que mandan, y no lo hacen de manera diferente a como lo hace un hombre».

A Miguel del Arco le interesaba más el conflicto del sistema de poder. «A Creonte se le ha convertido siempre en el malo de la película. Y Creonte claro que hace mal, pero él está convencido de que la ley se tiene que cumplir. Creo firmemente que si no hay igualdad en el conflicto entre Creonte y Antígona, no es una tragedia; es el drama de Antígona. Aquí, los dos tienen razón, tienen razones que pueden defender y tienen dolores que se equiparan. En el original no se dice, pero sabemos que Creonte ha perdido un hijo. Y ese un dolor al menos tan hondo como el de Antígona».

Hay un elemento, según Miguel del Arco, que tiene que estar presente en toda tragedia, y es la compasión. «La sentimos por Antígona, y la debemos sentir por Creonte. Pero no solo al final. Yo quería que se viera a un personaje que sufre y al que le cuesta mucho tomar las decisiones. Gobernar es una de las cosas más difíciles que existen. A nadie le conoceremos realmente, se dice en la función, hasta que no le veamos en el ejercicio del poder».

Reconoce Miguel del Arco que no sabe si la idea de convertir a Creonte en mujer le llevó a pensar en Carmen Machi, o fueron las ganas de trabajar nuevamente con ella las que le hicieron tomar esa decisión. «Carmen es un lujo como amiga, como actriz –es portentosa en todos los registros–y como compañera: imprime siempre una energía positiva, es comprometida, divertida, inmensamente generosa...»

Los mitos, dice el director, están para darles la vuelta y para que sigan hablándonos. «Algunos me han dicho en las redes que quién me he creído yo que soy, que a los clásicos no se les puede meter mano... Bernhard Zimmermann dice en el libro “Europa y la tragedia griega” que los mitos no tienen ningún sentido si no están en permanente elaboración. A Antígona no la creó Sófocles;recoge una tradición oral y la rehace, como a los dos años lo hace Eurípides... ¿De qué sirve su reflexión si los mitos no están vivos?»

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