Ricky Martin durante su concierto en el estadio de La Cartuja de Sevilla
Ricky Martin durante su concierto en el estadio de La Cartuja de Sevilla - RAÚL DOBLADO
Concierto Estadio La Cartuja

Ricky Martin colma Sevilla de positividad y libertad: «Olviden sus problemas, hoy estamos para disfrutar»

El artista puertorriqueño hizo vibrar a cerca de 20.000 personas en La Cartuja con sus ritmos latinos

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Dos de las emociones más tremendas que puede sentir el ser humano se respiraban claramente en el ambiente en la previa del concierto que Ricky Martin ofreció anoche en Sevilla. La ilusión y el miedo. La ilusión por ver a un artista de talla mundial, al ídolo musical de varias generaciones, al emperador de los ritmos caribeños; y el miedo, ese miedo que a golpe de kaláshnikov y metralla va calando en el ciudadano europeo y que ayer se palpaba en los aledaños con numerosos efectivos de la Policía armados con metralletas.

El reciente atentado en Mánchester había llevado a los cuerpos de seguridad del Estado y a la organización a extremar las medidas de seguridad en los alrededores y en los accesos al estadio. Lo ocurrido en el concierto de Ariana Grande hace menos de una semana es una herida muy fresca que aún no ha hecho ni el amago de cicatrizar, y que además ha hecho reverdecer el desastre de hace un año en la Sala Bataclán de París.

El puertorriqueño traía la experiencia de la congoja previa en sus actuaciones de esta semana en Madrid, Granada y Valencia, y no estaba dispuesto a que la euforia y expectación que su actuación había creado en la capital hispalense fueran yuguladas por la masacre de Manchester —cerca de 20.000 personas hubo anoche, el concierto con más público de toda su gira por España—. «Vengo a dejarme el alma en Sevilla. Olvidemos todos los problemas, hoy estamos para disfrutar», advertía el cantante.

Por eso salió como un ciclón y puso el recinto cartujano a revienta calderas con el objetivo de que el público hispalense, femenino en su inmensa mayoría, estuviera al cien por cien desde el minuto uno en lo que había venido a estar, y descolgara así de su espalda durante un par de horas esa mochila cargada de aturdimiento y recelo que cada vez pesa más en la sociedad.

Ricky Martin
Ricky Martin- RAÚL DOBLADO

Para ello el artista se apoyó en «One World Tour», una producción impresionante que cuenta con extraordinarios juegos de iluminación, diez pantallas de vídeo de alta definición, una moderna escenografía en sincronía con el aspecto visual y musical, numerosos cambios de vestuario —falda plisada incluida— y vibrantes coreografías que complementaron la proyección escénica del artista, especialmente unos contoneos latinos cuya fórmula se le escaparían al mismísimo Einstein.

La propuesta funcionó a la perfección. Elevado con las alas del entusiasmo, apareció bailando y cantando sobre una plataforma que le hacía destacar un par de metros sobre su sensacional cuerpo de bailarines. Ricky Martin arrancó con el sonido funky-pop de «Mr. Put it down», para seguir su vertiente anglosajona con «This is good» y su bailongo reggeaton «Drop it on me». Entre canción y canción se mostró muy comprometido: proyectó imágenes de su fundación, Ricky Martin Foundation, en la que se denuncia la trata humana y defiende los derechos humanos de la niñez y la juventud; y animó al pueblo venezolano a que «no deje de manifestarse», en clara alusión a la grave situación que atraviesa el país latinoamericano.

Tras un tramo más romántico, el goteo de exitazos del puertorriqueño fue constante: «Livin' la vida loca», «María», «La bomba», «Por arriba, por abajo» o su reciente pelotazo con Maluma «Vente pa' ca», provocaron una exaltadísima algarabía. Quedaron para el tramo final del show «Pégate», su versión spanglish de la «Copa de la vida» (el himno del mundial de Francia 98), despidiéndose con «La mordidita». Pesos pesados de un repertorio que elevaron a éxtasis la euforia colectiva que el artista boricua había sembrado durante toda la anoche sobre el césped y las gradas del estadio hispalense.

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