Juana La Tobala, cantes festeros

El timbre de Juana La Tobala lleva implícito un crujido de mimbres canasteros. Ese es su estilo. Su forma. Pero no se adentra en los matices que ciertos cantes requieren. Y en la tarde de este miércoles se quedó entre canastas de tangos y bulerías, sin buscar por los entresijos de los tientos su voz escondida. Sin agachar la cabeza y devolverle a la seguirilla el arrebato mesurado que merece. Por eso el recital que ofreció no fue más allá de lo correcto. Porque los oles llegaron cuando el compás era de fiesta. A pesar de que el toque de Pedro Sierra se presentara como un cántaro de claridad sonora en todo momento. Pedro Sierra hace belleza desde un virtuosismo inteligente.

La complicidad entre ambos los acompañó durante el espectáculo. Cada uno conoce a la perfección la situación del otro. Una mirada, un jaleo o el susurro incómodo de una palma les basta para llegar a cualquier entendimiento dentro de la atmósfera que crean sobre el escenario. Y eso les convierte en una de las parejas artísticas más consolidadas.

El guitarrista catalán acarició Sevilla con sus bordones. Y acompañó a su mujer entre volandas de papel;. Su bajañí siempre encuentra la mejor forma de mecerse sobre una garganta. La Tobala, por su parte, hace un buen ejercicio a la hora de escoger las letras; pues todas son seleccionadas con delicadeza. Y es algo a destacar. Trajo la caña, algo común en su repertorio. Caminó por los tangos de Pastora hasta el arrabal. En la seguirilla se acercó a Triana casi sin rozarla. Renegando. Y acertó algo más con los abandolaos y las alegrías. Pero fue cuando recordó la Plaza Alta de Badajoz cuando su queja echó a relucir. Ahí se levanta y pregona su compás de cuatro tiempos con todo el cuerpo. Por eso ella es tango, fiesta y bulería.