Axelrod junto a los solistas del «Homenaje a "Carmen"»
Axelrod junto a los solistas del «Homenaje a "Carmen"»
CRÍTICA DE MÚSICA

«Carmen»: el todo vs. las partes

El «Homenaje a "Carmen"» que realizó la Sinfónica en el Real Alcázar dio la sensación global de mezcolanza para turistas, aunque la orquesta estuvo muy bien guiada por su director

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Esperamos que el título explique esa inusual calificación de dos y cuatro estrellas, aplicada a un mismo espectáculo. Sencillo: por un lado está el «todo», el conjunto, que, como tal, va muy benévolamente servido con dos estrellitas. Porque el mejunje de Orquesta y canto (coral y solista) de diversas partes seleccionadas de la ópera de Bizet, con las actuaciones de la Compañía Flamenca «Antonio Andrade» era un parche que no pegaba ni con cola, y que daba la sensación global de mescolanza para turistas. Tanto en los momentos en que el grupo flamenco «ilustraba» -es un decir- la acción operística, como en aquel otro en que se «suspendió» la música y el canto para que se nos deleitara con un animado cuadro de tablao, en el que bailaores, cantaor y cantaora, guitarristas, palmeros, se lucieron de lo lindo (incluso John Axelrod se dio la vuelta dando la espalda a la Orquesta, y desde su podio orquestal, como desde un balcón, se dedicó a contemplar las bulerías y demás).

Sin embargo... Sin embargo, si hacemos un fuerte esfuerzo de abstracción y consideramos que allí había dos espectáculos diferentes, vistos por separado, la cosa cambia mucho (cuatro estrellas). La Sinfónica estuvo muy bien guiada por su director (si acaso, un poco demasiado ruidosa a veces, pero eso puede ser atribuido a la servidumbre de tener que utilizar micrófonos y amplificadores, lo mismo que los cantantes solistas y corales, en un recinto grande y abierto), atento a las entradas de los personajes.

La Carmen de la bella Rinat Shaham (nacida en Israel), sonó sensual, apasionada, de color algo oscuro. El Don José del italo-americano Leonardo Capalbo necesitó regular mejor su emisión llena y redonda; bien en la escena final, pero fue una «pasada» que matara a Carmen estrangulándola con su corbata (¿no había un puñalillo por allí?). El barcelonés Carlos Daza, como Escamillo, cumplió adecuadamente. Pero la mejor voz de la noche fue la Micaela de la malagueña Berna Perles: delicada, emotiva, expresiva, con una proyección limpísima, encantadora...

Y si somos capaces de imaginar que fue otro día, a otra hora, cuando intervino la compañía flamenca, se hubiera visto con mucho gusto. Sobre todo estuvo magnífica su primera bailaora, también malagueña, Úrsula Moreno (la idea era crear contrafiguras danzantes: Úrsula, con su peinado y su vestido, pretendía representar «también» a Carmen; José Luis Vidal, «Lebri», a Don José, etc.). Y es que se utilizaron retazos de la obra, ya conocida, «Mi Carmen flamenca». Pero el «invento» no funcionó, como el agua y el aceite. Todo por no respetar a los preceptistas clásicos, que advertían del caos que puede resultar de una mezcla inadecuada de estilos...

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