Manual para no iniciados

XIX Bienal de Flamenco: Consejos generales para aprender a decir ole

Diez instrucciones básicas (con mucha ironía) para asistir a los espectáculos y aparentar que se sabe mucho de flamenco

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Para saber de flamenco hay muchas guías. Que si el árbol de los palos, que si quién el fue el primero que cantó tal cosa, que si los orígenes musicales son estos y aquellos... Pero ninguna dice lo esencial: el que más entiende de esto es aquel que sabe decir ole. Así que olvídese del miedo al desconocimiento. No se detenga a hablar con los cuatro enterados de la puerta que se paran a discutir si el cantaor ha hecho de manera ortodoxa el cambio de Manuel Molina a partir de la seguiriya de Joaquín Lacherna. Siéntese en la butaca y abra bien los ojos. Si en algún momento del espectáculo se da cuenta de que está al filo del sillón agarrándose con los puños la camisa, usted sabe todo lo que hay que saber.

Esa es la primera instrucción para todo aquel que se interese por este arte y se sienta cohibido por su supuesta ignorancia. Si la cumple, puede seguir con la siguiente. Vamos por orden.

Segundo consejo. Nunca se crea lo que dicen los críticos. Son gente de mal vivir. Saque sus propias conclusiones y, si no coinciden con las de ningún analista, congratúlese. Va usted por buen camino.

Tercer consejo. No es más flamenco el más clásico ni más vanguardista el que más cacharros saca al escenario. Si le cuentan que bailar en lo alto de una montaña de estiércol es una genialidad, no se fíe. Si le aseguran que gritar por seguiriya enseñando la campanilla es la cumbre del cante, no se fíe tampoco. Pero tenga una cosa clara: fíese menos del que firma la sinopsis del espectáculo en el programa de mano. Es amigo del artista y con absoluta probabilidad no tiene ningún otro mérito para escribir ese texto.

Cuarto consejo. El duende no existe. Si un cantaor desafina y va fuera de compás no está esperando a que bajen los trasgos. Sencillamente no sabe cantar. Las musas sólo se posan en los que tienen talento.

Quinto consejo. El que le ha dicho que lo mejor de la Bienal es lo que hay en el Teatro de la Maestranza le ha engañado. Eso es lo más conocido.

Sexto consejo. Si no sabe usted distinguir el palo que se está interpretando, no lo pregunte. Se delatará. Use mejor este truco con su vecino de butaca: «Qué barbaridad, me está poniendo malo». Si su compañero lo distingue seguro que le contestará: «Es que cantar por tientos es mu difísi».

Séptimo consejo. La historia que le han contado sobre un pescadero del Merca que canta mejor que todos en las fiestas y los profesionales le tienen miedo es una patraña. Si cantara tan bien habría dejado de vender pescado.

Octavo consejo. La improvisación es un cuento la mayoría de las veces. Los artistas ensayan. Sé que esto que le estoy diciendo ahora es desagradable, pero es lo que hay. Se lo repito: los artistas ensayan. Y se levantan temprano.

Noveno consejo. Los que escuchan todo el recital desde el ambigú son los críticos. Procure mantenerse alejado de la zona. Se emborrachará, le explicarán el cante del Marrurro mientras lo está cantando el artista y no escuchará usted nada.

Y décimo consejo. No siga usted ninguna de estas indicaciones. Le basta con cumplir ésta que viene ahora: se dice traje de gitana, no faralaes; se dice seguiriya o siguiriya, no seguidillas; se dice zapateado o escobilla, no taconeo; y sobre todo, por encima de todas las cosas, se dice ole, no olé. Esto es clave. Si en algún momento dice usted olé tápese la cara y procure no ser identificado. Los enterados de la puerta que discuten sobre el aire exacto que hay que coger para hacer bien la subida de la cartagenera de Chacón nunca se lo perdonarán.

Ah, y si dice usted bien ole -absténganse de seguir leyendo los del olé- no se preocupe por quién gana los giraldillos. La mayoría de los miembros del jurado no ha ido a los espectáculos. Ea, a disfrutar.

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