Manuel Valencia, durante su actuación en el Espacio Santa Clara
Manuel Valencia, durante su actuación en el Espacio Santa Clara - VANESSA GÓMEZ

Bienal de flamenco 2016: Manuel Valencia, el toque de ayer y de hoy

El guitarrista Manuel Valencia se reivindica como concertista en la presentación de su primer trabajo discográfico: «Entre mis manos»

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Anoche Manuel Valencia se desnudó con la guitarra. Se clavó en el sitio y crujió la octava maravilla de su ciprés. Trae los sonidos de ayer con la técnica de hoy. Algo que tan solo un puñado de elegidos pueden permitirse. Jugó en la soleá por bulería con la tensión de las cuerdas para darle un mayor peso a la sonanta. Un bajo tan profundo como eterno. Acercándose así hacia el tronco del faraón desde los tabancos de su tierra. La genialidad se titula «Gandinga». Escúchenla. Y vuélvanse locos. Porque siguió cavando hondo en una minera con el apoyo solemne y vanguardista del violín.

Contó con la colaboración de un portentoso Juan José Amador, por cuya voz agrietada se colaron unas malagueñas del Mellizo y de Chacón rematadas por abandolaos.

También apareció en escena Pastora Galván, que bailó por bulerías con una gracia arrebatadora sobre el cante de Felipa del Moreno. Y todo fue acompañado con la bajañí del que huye del virtuosismo porque su papel se eleva al de transmisor. No hay artificio en su rondeña. No hay nota que no diga nada. No hay ojana ni pellizco de escuela. Tuvo un sueño salado por alegrías. Porque es fresco y ancestral a un tiempo. El nexo en el que el llamado soniquete de Jerez se vuelve a hacer realidad. Porque ahí recuerda a los Morao y cabalga con luz propia en los bordones. Deja caer el pulgar, vibra, hiere.

En la pasada edición de La Bienal, el Giraldillo Revelación recayó sobre su toque. Anoche lo reivindicó. Dictó sentencia con su seguirilla. Lenta, apuñaladora. Decía Antonio Núñez Chocolate que mientras más milenario cantaba él, más moderno era. Y algo así es lo que le comienza a suceder a Manuel Valencia, a quien aún le quedan pasos por dar. Pero se echa alante con verdad, sin desviarse del sendero, y se diferencia de toda una generación. Camina despacio pero firme. Y en el camino va quedando reflejado.

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