XIX BIENAL DE FLAMENCO

Bienal de Flamenco 2016: Cristian Guerrero, al compás del folclore

El cantaor Cristian Guerrero tiene buen sentido del compás, pero se reiteró en los mismos recursos y abusó del folclore popular en el anticipo de su próximo trabajo discográfico

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Cantar para baile no es lo mismo que apretar las eneas en solitario y ante un público. Cristian Guerrero lo sabe. Es un cantaor sobrado de compás y con una bonita queja, inspirada en bohemias como las del Torta o Camarón. Pero cantar bien, como decía Turronero, es estremecer a Sevilla. Levantar la cara y rezumar con la desazón de los huesos. El compás es necesario, pero hacen falta muchos más recursos para manejar una extensa baraja de cantes. Y el catalán se reiteraba en el mismo jipío. También abusó del folclore andaluz junto a coros y piano.

Este cantaor ha pasado sigiloso por el panorama actual. Trae letras con aire renovado en alegrías y demás estilos rítmicos; lo cual hay que valorar.

Y desde su primer trabajo discográfico ha presentado una evolución considerable, aunque aún insuficiente para presentarse en el festival flamenco más importante del mundo con este espectáculo.

La colaboración de Antonio Rey a la guitarra fue soberbia. Porque busca la genialidad en cada nota. Y el vuelo de su mano derecha siempre aterriza en buen puerto. El toque de Manuel Parrilla en el acompañamiento también relució. La bajañí del jerezano es mágica y doliente. Sus cadencias, místicas y oscuras. Pero la adecuada integración entre palma y voz, violín, sonanta y persución se rebajaba al mínimo cuando aparecían los coros para aliviar hondura. Y si a esto le sumamos el exceso de estilos folclóricos, el flamenco perdía protagonismo. Por lo que nos quedaba algo que, como sucedió en la rumba, rozaba lo superficial.

En la sevillana de Pareja Obregón se olvidó de la dulce simplicidad de su compositor. Pero aquella letra de «En esta calle me paro y pregunto» sonó tras unos tangos y una bulería. Y anoche ese fue el cante de Cristian Guerrero: la soleá por bulería. Hasta que dos voces femeninas volvieron a interrumpir su discurso más cabal. Luego las sombras fueron engullendo las luces de la tarde en el fin de fiesta. No estremeció, pero conectó con el público cuando se acordó de las eneas.

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