TEATRO DE LA MAESTRANZA

Ainhoa Arteta: «Temí por mis hijos cuando ETA me pidió el impuesto revolucionario»

La soprano interpreta uno de sus roles preferidos, el de Adriana Lecouvreur, ópera que se estrena el 21 de mayo en el Teatro de la Maestranza

La cantante Ainhoa Arteta JUAN FLORES

MARTA CARRASCO

Ainhoa Arteta (Tolosa, 1964), está en Sevilla, una tierra que ella considera «mi segunda casa», para interpretar la ópera «Adriana Lecouvreur» en el Teatro Maestranza , cuyo estreno será el próximo 21 de mayo. «Aquí tengo un grupo muy grande de amigos y me siento muy bien».

Cantante de éxito, dos hijos y una carrera en el glamouroso mundo de la ópera. ¿Todo es tan bonito como parece?

Desde fuera la gente puede creer que me ha tocado la lotería, pero realmente hay mucho sacrificio detrás, no sólo mío, sino de mi familia, sobre todo de mis hijos que son los que sufren las carencias, no tienen a su madre en momentos que necesitan. Yo creo que por eso a ninguno de los dos les gusta la lírica, es como un acto de rebeldía. Ninguno se va a dedicar a esta vida, porque ven lo duro que es. Pero claro, por otro lado lo de cantar para un cantante es vital, es una parte mía, y se lo he dicho a mis hijos. Mi hija me dijo que quería que yo fuera feliz. Hago lo que me gusta. Eso sí, mis hijos saben que aunque esté ausente, estoy, y hago saltos mortales para estar cuando debo. Hace años no quería tener hijos, pero después de los treinta y dos veía un niño... y sucedió. Pero es un reto, sin duda, no es fácil.

Se fue a Nueva York a estudiar y vivió allí diecisiete años. ¿Por qué volvió a España cuando había cantado ya en el Metropolitan y parecía que iba a hacer su carrera desde allí?

Pues volví precisamente por mi hija Sara, que tenía tres años. Mi pareja, el cantante Dwayne Croft y yo nos divorciamos y él, con su carrera profesional, no quería hacerse responsable de la niña, así que me la quedé yo y con una hija sola en Nueva York, era difícil. Necesitaba a alguien de confianza, y ¿quien es esa persona?, mi madre. Me volví y así pude continuar. Mi madre crió a mi hija hasta los ocho años. Mi madre fue fundamental para mí en todos los sentidos. Su falta me duele.

Sin embargo, todo no fue bueno al volver porque tengo entendido que ETA le pidió el impuesto revolucionario. ¿Qué supuso para usted esta situación tan terrible?

Fue algo tremendo. Nosotros en el País Vasco hemos vivido situaciones durísimas. Familias que se dejan de hablar, familias rotas, pero yo me sentí ultrajada. Pensaba, ¿qué creen éstos que tengo? Mi primer instinto fue decir, salgo a la prensa y enseño mis cuentas corrientes y que vean el dinero que tengo, a ver qué pasa. Yo siempre he creído que hay que pagar los impuestos, y los pago aquí en España, como hice en Estados Unidos cuando vivía allí. Y si pagas los impuestos, no te haces millonario. Estaba tranquila, pero pensarían que como soy cantante lírica debía ser millonaria, y no saben los gastos que tienes, mantener tu casa y mantenerte tú fuera.

¿Cómo recibió la exigencia de los terroristas?

Estaba en San Francisco y la carta la recibió mi padre. A mí me repugnaba dar dinero para que esa gente lo usara para matar a otras personas. Era una locura. Menos mal que las Fuerzas de Seguridad, la Ertzaintza, tienen un protocolo en el que lo que priva es el silencio máximo. Sólo lo sabíamos mi padre y yo. Y me dijeron que no dijera nada a nadie, porque siempre hay gente a tu alrededor que puede simpatizar con esa gente, y puede llegar a oídos de la organización, y claro se vuelve en contra. A mí todo este episodio me desilusionó muchísimo, me sentí ultrajada. Es como una violación de los derechos de una persona.

«Tengo 32 apellidos vascos y estoy muy orgullosa de ser vasca, pero también de ser española. Hay que conocer la historia»

¿Tuvo miedo?

Tuve miedo por mis hijos, por mí no, yo tengo muy mal genio, pero por mis hijos, sí. Lo que hice fue poner tierra de por medio y me fui a Barcelona. Fue una situación muy mala. Ahora lo puedo decir, aunque siempre he tenido mi miedo, porque nunca se sabe. Lo he contado porque quiero que la gente supiera y que no tenga miedo. Aún hay gente en el País Vasco que no dice que ha sido extorsionada.

¿Ha tenido usted problemas en el País Vasco por decir que se siente española?

En cierto sectores no caigo muy simpática por decirlo, pero me da absolutamente igual. Estoy muy orgullosa de ser vasca. Tengo 32 apellidos vascos contabilizados, pero estoy orgullosa de ser española y sé que España no hubiera sido posible sin los vascos. Estudiar y saber la historia es muy importante. Conocer a Blas de Lezo y a muchos vascos que han formado parte de situaciones decisivas para España es fundamental. Además, no hay que restar, sino sumar.

¿Usted, que ha vivido en Barcelona, qué piensa del momento de Cataluña?

Bueno, yo creo que al final pasará porque creo fervientemente en la globalización de la cultura y, sinceramente, sin perder las raíces e idiosincrasia de cada lugar, hay que defenderla y compartirla. Nunca dividir. Separar culturas es un atraso, no sólo Cataluña, sino cualquier autonomía. Cada región tiene algo que sumar. Lo de restar me parece un atraso.

Recientemente ha hecho una película con Dani de la Torre y ha grabado una canción para su banda sonora. Usted estudió en el Actor Studio en Nueva York, ¿le tienta el cine?

A mí en el arte me tientan muchas cosas. Pero los líricos tenemos el tiempo muy limitado, lo que hacemos nos lleva muchas horas de estudio y de trabajo y tendría que hacer un parón y que me compensara económicamente para poderlo hacer. Pero sí, no me importaría nada. En esta película de Dani de la Torre, aunque es cantando, es un papel bastante protagónico, todo es acción, y lo único que sale es la voz que acompaña a la acción, y con la voz expresas dramatismo y fuerza. Disfruté mucho este trabajo.

«He actuado en los grandes teatros del mundo, pero me gustaría cantar el Viena. Es el único que se me resiste»

Tuve usted un duro bache hace unos años con la pérdida de voz, de la que se recuperó. ¿Aprendió desde entonces a decir que no?

Aprendí una lección muy grande y sí, sobre todo a decir que no. La voz hay que escucharla y nunca obligarla. Es algo que me dijo Alfredo Kraus hace muchos años. Para mí, el termómetro más importante es que cuando termino una ópera, dos o tres horas, mi voz sigue fresca, no está cansada. Estoy cansada yo, porque se canta con todo el cuerpo, pero la voz no, está sonora, y ese es mi termómetro. Si terminas algo y la voz está áfona, ¡cuidado!, la voz está dando avisos. La voz te indica el camino. A mí me ofrecen títulos, y siempre digo, lo tengo que probar. Si estoy a gusto, vale, pero si no... tuve que decir que «no» al teatro Real cuando me ofrecieron «Due foscari», porque mi voz no estaba a gusto.

¿Dónde se siente cómoda su voz?

En el repertorio verista y en el repertorio verdiano, según y qué obras. Bellini, no, porque es un belcanto más agudo del que requiere mi voz. El otro día me dijeron que mi voz es «falcon», y yo no sabía esa expresión vocal. Es la primera vez que la oigo. A nivel emocional cuando cantamos es algo único y orgánico, porque no usamos ningún instrumento artificial que se interponga entre nosotros y el público, y lo hacemos a través del cuerpo, y cuando la música lo atraviesa, la sensación física es increíble. Eso es algo que no sé ni siquiera si puedo compartir. Siempre pienso, si el público disfruta un cuarto de lo que yo disfruto cantando, me doy por satisfecha.

Ha actuado en todos los grandes teatros del mundo. ¿Se le resiste alguno?

Tengo que decir que Viena. Al principio de mi carrera tuve una allí una audición en la que no estuve muy bien porque estaba enferma, y luego no se han dado las circunstancias. Me gustaría cantar en Viena. Seguro que me pasará. Ese es el único teatro que se me resiste, pero aún me quedan unos años de carrera.

«En 2019 haré una "Carmen" en el Teatro Villamarta de Jerez. Es una ópera que llevo en el ADN»

Canta en Sevilla, Adriana Lecouvreur. ¿Es un personaje hecho a su medida, vocal e interpretativa?

Sí, sí, totalmente. Hay dos personajes que interpreto que son muy yo. Una es Adriana Lecouvreur, una actriz, y todo lo que conlleva ello, la soledad del camerino, la gloria cuando te aplauden... y, en ese sentido, me encuentro muy identificada con el personaje, no me cuesta hacerlo, lo llevo dentro. Y otro papel es Tosca, porque es una diva del canto, y tanto los actores como los cantantes líricos, que también somos actores, tenemos un componente emocional muy fuerte en la vida. A veces nos produce alienación y tenemos que combatirlo porque nos afecta a nuestra vida real y eso es complicado. Dependemos mucho del personaje y tenemos ese punto que incluso nos hace ser bastante vulnerables.

¿Cuando hará una «Carmen»?

Tengo la propuesta ya, y creo que será en el Teatro Villamarta de Jerez. «Carmen» fue la génesis de mi carrera. Mi padre me regaló la «Carmen» de Maria Callas y quedé hipnotizada. Me sé todos los papeles de esa obra, la llevo en el ADN. Y tengo la voz para cantar «Carmen». Para 2019. No pensé que con mi voz pudiera hacerla, pero ahora que soy soprano «spinto», ya es posible. Además, mi padre tiene 83 años y me gustaría hacerle ese regalo.

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