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Marc Ros y Axel Pi, de Sidonie - Isabel Permuy
Música

Sidonie: «Hay que reconocerlo, hemos sido unos snobs de mierda»

La banda catalana firma un emotivo agradecimiento al pop en su nuevo disco, «El Peor Grupo Del Mundo»

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Hubo una noche en la que a Sidonie les hicieron sentirse el peor grupo del mundo. Fue en 1998, durante un festival en la sala Apolo de Barcelona. «Nos programaron en un festival entre los grupos más destacados del mestizaje de nuestra ciudad, el estilo musical de moda en esa época, y todo salió mal, muy mal», recuerda el trío catalán en la emocionante carta de presentación que acompaña a su nuevo disco. «El sonido se cortó cuatro veces, uno de nosotros resbaló y se dio contra la batería, se rompieron cuerdas y en medio del caos, además, empezamos a discutir entre nosotros porque uno quería tocar una canción y otro quería tocar otra. Hay que admitirlo, no tuvimos una gran noche, pero tampoco nos ayudó demasiado el público, que desde el primer tema no dejó de abuchearnos y lanzarnos objetos al escenario.

A Jes le dieron con una moneda que no impactó en su ojo izquierdo por dos centímetros. Nosotros nunca nos habíamos encontrado con una audiencia tan hostil, irrespetuosa y violenta como aquella». Una semana después Marc Ros (voz y guitarra), Jesús «Jes» Senra (bajo y coros) y Axel Pi (batería) se reunieron en el local de ensayo, totalmente deprimidos. «Durante un buen rato no nos dijimos ni una palabra. No podíamos. El fantasma de la separación flotaba sobre los amplificadores, pero en un instante único, que se convirtió en una revelación y en un hito, nos acordamos de que a los Beatles los rechazó una discográfica, de que a los New York Dolls los menospreciaba la prensa, de que Queen dieron varios conciertos ante cinco personas, o de que a los Ramones les insultaban y les tiraban de todo al escenario. Nos levantamos de golpe y dijimos: - ¡Cuatro tipos con camisetas de Bob Marley no van a conseguir que lo dejemos! ¡Que se jodan! ¡Que se jodan ellos y todos los que nunca han creído en nosotros!».

Casi veinte años después, Sidonie pueden decir que tomaron la decisión correcta porque han cumplido casi todos sus sueños. Gozan del respeto de la escena y de miles de seguidores, los festivales nunca dejan de contar con ellos y, en definitiva, pertenecen a ese olimpo de artistas que pueden decir la frase más anhelada por todo músico pop: «Sí, vivimos de esto». Por eso, este era el momento perfecto para grabar «El Peor grupo del Mundo», un disco con el que dan las gracias a los fans, a las bandas compañeras de viaje (en sus letras aparecen Lori Meyers, Egon Soda, Mi Capitán o Los Planetas) y a todo el ecosistema de la música pop.

(A.P.) Me acuerdo de cuando los Doors vivieron una segunda juventud gracias a la película de Oliver Stone. Yo no los conocía, y me alucinaron. En aquella época, en Barcelona de golpe salieron a la calle montones de adolescentes con camisetas de Jim Morrison, yo incluido. Y recuerdo que estando en un garito, pusieron «Break on through» y me volví loco bailándola, con mis diecisiete añitos. Justo en ese momento un amigo se salió de la pista de baile, y yo le pregunté por qué lo hacía. Su respuesta fue: «Qué haces bailando esto, hombre. Ahora todo el mundo conoce a los Doors por la película, eso no tiene mérito». Aquello me marcó, qué actitud tan estúpida. Si yo los conozco a través de una película, me hago fan y me compro sus discos y sus camisetas, por qué va a ser malo compartirlo ahora contigo. Por qué va a ser malo que más gente los conozca, qué tontería. Es por ese deseo muy propio del fan joven, que es el no querer compartir algo que nos gusta, que sentimos como nuestro. Cuando ves que algo íntimo se convierte en masivo, sientes que ya no es lo mismo. Forma parte de lo bueno y lo malo del fan. A nosotros nos ha pasado mucho, que han venido fans a decirnos que les hemos dejado de gustar por esa razón, que ya nos nos ven igual por estar en una multinacional y llegar a más gente.

Esas actitudes se veían más hace quince o veinte años. Como las multis ya no son tan poderosas como antaño, ya no se critica tanto a los grupos que firman con ellas.

(M.R.) Totalmente cierto, eso pasaba muchísimo más en los noventa, cuando había un talibanismo total con las multis. Ahora ya no hay tanto radicalismo con eso.

(A.P.) Es que cuando eres un fan muy talibán no sólo quieres que tu grupo favorito no firme con una multinacional. Es que no quieres que cambie, ni que envejezca. Es como tu propiedad.

Si aquellos tipos de la sala Apolo hubieran llevado camisetas de Neil Young en lugar de Bob Marley, ¿qué hubiera pasado?

(M.R.) ¡Jajaja! Eso hubiera dolido muchísimo más. Pero cuidado, que adoramos a Bob Marley.

Ya, pero se entiende perfectamente lo que quiere decir.

(M.R.) Sí, si hubieran llevado camisetas del Ché Guevara hubiera sido lo mismo, ¡jajaja!

¿Alguna vez han escuchado un grupo que les pareciera literalmente el peor del mundo, y luego han terminado enganchándose a su música?

(M.R.) Muchas. Me acuerdo de escuchar el segundo disco de The Band y pensar que esas voces tan de terruño, casi desafinadas, no me gustaban nada. Y ahora creo que es uno de los mejores grupos vocales de la historia. O de ver en concierto a los White Stripes y no entender la apuesta, con esa baterista que no sabía tocar, ese cantante tan chillón, y sin bajo.

(A.P.) Yo vi contigo ese concierto en Razzmatazz, y es verdad que pensamos que eran el peor grupo del mundo.

(M.R.) Mi reacción ante su show fue irme al bar a por una cerveza. Me pasó lo mismo con Los Planetas, al verlos en el primer Primavera Sound desafinando como perras. ¿O fue en un festival BAM? No recuerdo, pero el caso es que luego nos terminaron enamorando, y ahora ir a un concierto suyo es una experiencia increíble.

(A.P.) Yo con Los Planetas me di cuenta de que toda controversia que genere tu música, en realidad es un elogio. En realidad se les criticaba por ser diferentes. La polémica que generaban Los Planetas les hacía únicos, y siempre que venían a la ciudad terminabas yendo a verles, no sabiendo muy bien por qué, pero convencido de que tenías que ir. Había algo que te estaba concectando a ellos y que todavía no habías identificado.

A nivel musical, es el disco menos conceptual de Sidonie, y el más coreable.

(M.R.) Empezaré por el final. Que me digas que es el más coreable es el mejor piropo que podía escuchar, porque es lo que se buscaba. Yo pensaba en el Brill Building, el edificio de Nueva York donde trabajaban Burt Bacharach y David, Carole King y Gerry Goffin, todos estos. Ellos estaban en la planta de arriba, en la segunda estaban los músicos y en la tercera el estudio. Como una cadena de montaje de hits, esa es la vocación del disco. En nuestro anterior disco, «Sierra y Canadá», eso se consiguió en las canciones «Un día de mierda» y «Estáis aquí», pero el resto era más oscuro. En cambio, en este disco lo que se busca es que todo sean hits.

(A.P.) Yo quiero añadir que me parece importante destacar el momento de inspiración que ha tenido Marc con este disco. Jesús y yo hemos tenido la sensación de estar trabajando con una lista de potenciales singles, por eso la grabación ha sido tan divertida. Las canciones brillaban por sí solas.

(M.R.) Respecto a lo de que es el disco menos conceptual en la parte musical, tienes toda la razón porque eso fue precisamente lo que hablaba con Fluren, uno de los productores. Decíamos que era nuestro disco más Tarantino, porque él es tan fan del cine que en sus películas hay de todo, le gusta combinar todo tipo de géneros. Y nuestro disco es igual: hay coros de negras a lo Motown, voces robóticas, unca canción que copia los Smiths todo el rato. Ha sido un poco como salir del armario y decir: «Mirad, nos gustan todos estos géneros».

Al poco tiempo de lanzar el single «Carreteras Infinitas», sus amigos de Supersubmarina tuvieron un terrible accidente. Imagino que el shock fue considerable.

(A.P.) Sí, la canción era un homenaje a todos los músicos que nos jugamos la vida pasando tantas horas en carretera. Se suele hablar de esta profesión de una manera muy prosaica, pero luchamos mucho, nos agotamos física y mentalmente, y seguimos dejándonos la piel para poder seguir haciendo lo que nos gusta.

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