Roger Guasch, sentado en las butacas de la pleate del Gran Teatre del Liceu
Roger Guasch, sentado en las butacas de la pleate del Gran Teatre del Liceu - INÉS BAUCELLS

Roger Guasch, director general del Liceu: «Antes de pedir nada, teníamos que hacer los deberes»

El emblemático teatro de ópera barcelonés, en un proceso de recuperación económica, abrió ayer su temporada con «Macbeth», de Verdi

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Roger Guasch aterrizó en la dirección general del Liceu de Barcelona en medio de «una tormenta perfecta», como él mismo la define, cuando los números rojos se acumulaban, las administraciones recortaban sus aportaciones, se reducía la actividad artística y se despedían del Gran Teatre el director artístico (Joan Matabosch, camino del Teatro Real) y el director del Cor liceísta (José Luis Basso, a la Ópera de Paris). El panorama era desolador. De eso hace ya tres septiembres y ahora, al comienzo de un nuevo curso, este ingeniero químico y gestor empresarial que saltó a un equipamiento cultural de élite desde una compañía de seguros se vio obligado a remontar el curso del buque insignia de la lírica española al menor coste posible, maximizando recursos y optimizando servicios.

Hoy las cifras están de su lado: «Esta es la segunda temporada en la que conseguimos el equilibrio financiero, y esta es una buena noticia. Pero hay que entender que todavía tenemos 4 millones de euros de déficit estructural acumulado. Venimos de unas pérdidas de 6 millones de euros, pero hemos incrementado los ingresos de todo tipo... Hace tres años las aportaciones públicas eran el 50 por cien del presupuesto y ahora no llegan al 45; hemos optimizado los gastos, la comunicación y la estructura -con casi un millón de euros invertidos en la Simfònica del Liceu- y hemos sabido llevar esta cuenta de explotación a cero, exceptuando, claro está, el retorno de los créditos y las pagas extras que en su momento congelamos. Ahora que cumpliremos veinte años, hablamos de una infraestructura que necesita mantenimiento y puesta al día; por lo tanto, habrá que realizar una inversión estructural, sin olvidar la excelencia artística. Al estar en equilibrio financiero, sabemos en qué nos gastamos el dinero y que lo hacemos bien. Antes de pedir nada, teníamos que hacer los deberes».

¿Entonces?

Nos merecemos que las administraciones pongan esos cuatro millones; nos comprometemos a ayudar incrementando nuestros ingresos pero, a corto plazo, la única manera que tenemos de revertir este déficit es con este apoyo. Las administraciones tienen que decir qué Liceu quieren: la referencia internacional que ha sido o un teatro de segunda. Si no nos hubiésemos endeudado no estaríamos en esta situación, y lo hicimos porque en plena crisis las administraciones recortaron sus aportaciones en 10 millones de euros. Ya hemos hecho los deberes. Nos han apoyado los trabajadores, los abonados, los bancos, los proveedores... Queremos ser una referencia más allá de las fronteras, seguir siendo un polo de atracción cultural del Sur de Europa. Nos falta trabajar muchos aspectos, como la prensa nacional.

¿Es optimista?

Sí. La razón siempre se impone. No creo que nadie quiera echar por tierra un proyecto tan importante para esta ciudad, para España y para Europa: sería una estupidez. Llevamos más de 160 años de actividad ininterrumpida, con la orquesta más antigua de España en funcionamiento, con un patrimonio inigualable que continúa creciendo. La Cultura es un ascensor social; si queremos una sociedad más equitativa tenemos que acercar la gente a la Cultura. El Liceu genera unos mil puestos de trabajo directos e indirectos, 125 millones de euros de PIB para la ciudad, devolvemos la mitad de las subvenciones en impuestos, invertimos 1,5 millones de euros en la creación de nuevo público; no nos cerramos en un concepto localista. Pero el Estado, la Generalitat, el Ayuntamiento y la Diputación se tienen que implicar, de lo contrario habrá un colapso. Confiamos en las negociaciones. En julio las administraciones reconocieron la existencia de este déficit.

Ahora se ha sobrepasado la cifra de los 16.000 abonados.

Sí, y hemos crecido mucho en los abonos de iniciación. Y eso lo valoramos. Hacemos un producto con unos costes específicos y esta es la realidad. Si queremos ser referentes tenemos que asumir estos costes. Nuestros retos ahora pasan por digitalizarnos: el 50 por ciento de nuestro público es un abonado de 47 años de promedio, un público digitalizado y tenemos que saber llegar a ellos para interactuar adecuadamente.

¿Cómo ha funcionando la presidencia del patronato de Joaquim Molins?

Él vivió unos meses muy difíciles al mando del Liceu y se ha entregado en cuerpo y alma, pero ahora su estado de salud es muy delicado. La presidencia del Liceu necesita fuerza para asumir una actividad frenética que defienda el modelo de teatro que queremos, para hablar con quién convenga, para viajar donde sea necesario, para conseguir complicidades con políticos y empresarios.

El Liceu cerró la temporada 2015/16 con un superávit de 49.000 euros.

Esto consolida la implementación del Plan Estratégico y de Viabilidad 2014-17, teniendo en cuenta que el curso anterior se cerró con un déficit de 26.000 euros y con unos ingresos que se sitúan en los 42,5 millones de euros. Los ingresos por mecenazgo alcanzan los 6 millones, cifra que iguala los ingresos por este concepto de la temporada 2008-09 previo a la crisis económica. El Teatro está elaborando un nuevo Plan Estratégico y de Sostenibilidad (2017-21) a fin de cubrir la totalidad del déficit estructural que incluye ingresos a alcanzar por mecenazgo gracias a la consideración de acontecimiento de excepcional interés público (por el periodo 2016-2019) para la conmemoración del 20º aniversario de la reapertura del Liceu otorgado mediante la Ley de Presupuestos Generales del Estado de 2016. Es una herramienta que nos permitirá abrir puertas. Pero el gran reto no es tanto conseguir mecenas puntuales, sino que cuando desaparezca esta excepción fiscal las empresas que nos hayan colaborado sigan fidelizadas. Y volvemos a lo de siempre: es fundamental y urgente contar con una buena ley de mecenazgo.

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