Tomatito y Michel Camilo, por colleras
Tomatito y Michel Camilo, por colleras - Ignacio Gil

Michel Camilo y Tomatito, un dúo que triunfa con la marca España

Los dos músicos acaban de publicar su tercera entrega juntos, «Spain Forever». La exitosa fórmula llega con un sonido más íntimo y romántico

MADRID Actualizado: Guardar
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Uno es expansivo, el otro no tanto. Uno es un torrente de palabras, igual que con el piano le desbordan las ideas a una velocidad pasmosa; al otro le cuesta encontrar la palabra exacta y tiende hacia una reflexión más trascendente. Michel Camilo (Santo Domingo, 1954) representa la explosión del jazz latino, y Tomatito(Almería, 1958) la hondura flamenca. Ambos se complementan, combinan sus dos lenguajes en un diálogo que se había traducido, hasta el momento, en dos discos, «Spain» (2000) y «Spain Again» (2006). Ambos se volcaban en la rítmica, en el virtuosismo acelerado. En su tercera entrega, «Spain Forever», que acaba de salir a la venta, se impone la calma, el recogimiento, el viaje hacia el interior.

La idea que domina esta tercera entrega es que «menos es más –según explica Michel Camilo–, porque buscábamos una intensidad emocional y de sentimientos basada en piezas que son muy melódicas, con mucha armonía, para mostrar ese otro lado nuestro que siempre ha estado ahí, pero que teníamos ganas de compartir con el público.

Pero también hay colores, mucho contraste, mucha textura y mucho cuidado en los detalles. Hay mucho cariño en este álbum».

«Hay músicas tan sufridoras que casi no merecen la pena. Irte de este mundo sufriendo, ¿para qué? El jazz me atrae porque se lo pasan bien»
Tomatito

El guitarrista sentencia: «Es un disco romántico porque nos apetecía hacerlo así». Aunque luego desarrolla la idea: «Yo vengo de tocar flamenco, que es rítmico, pero la parte romántica existe, y los músicos muchas veces no la sacamos y no sé por qué, con lo bonito que es eso y la cantidad de sentimientos que se pueden transmitir al público. Quizás pensemos que es más fácil. Pues no, es más difícil controlar los impulsos. Hay gente que lo ha hecho siempre, que lo tiene de serie, pero yo, que vengo del flamenco, de tocar con Camarón, de tocar para bailar, me doy cuenta de que de esta otra manera la música fluye, vuela, y es una sensación muy bonita».

Sabor mediterráneo

El repertorio de «Spain Forever» se ha internacionalizado. Así, se nutre de Astor Piazzolla («Oblivion»), de Django Reinhardt («Nuages»), del contrabajista norteamericano Charlie Haden («Our Spanish Love Song»), del compositor y guitarrista brasileño Egnerto Gismonti («Agua e vinho»), de Ennio Morricone («Cinema Paraiso»), incluso de un maestro en el arte de controlar los silencios, Erik Satie, que fue en realidad quien les dio la clave. «Fuimos probando cositas en conciertos, delante del público, a ver cómo reaccionaba y también cómo nos sentíamos nosotros», comenta el pianista dominicano. «La búsqueda duró varios varios años. Esta es la ventaja de este proyecto. Entre el segundo volumen y este pasaron diez años, pero en ese tiempo no hemos dejado de tocar juntos, y ese reencuentro siempre tenía una frescura, y en cada concierto nos arriesgábamos un poquito, íbamos probando cosas nuevas. Aquí mismo, en Madrid, tocamos la “Gnossiennes Nº 1”, de Satie, y fue como una revelación, tanto para el público como para la prensa, que incluso escribió sobre ello. Supimos que la teníamos que grabar, estaba clarísimo. Así surgió la idea de hacer esa escalas del Mediterráneo profundo, de buscar otras armonías».

«La intención es enamorar al público con esos temas que ya conocen, pero al mismo tiempo que los redescubra con nuestra visión»
Michel Camilo

La línea ya estaba trazada, dejar el virtuosismo un poco de lado, poner el instrumento al servicio de la música y no al revés. «Cuando comenzó a tomar cuerpo el proyecto y teníamos más clara la dirección, decidimos que si íbamos a lanzarnos, nos lanzábamos de lleno a buscar ese espacio íntimo. El reto era cómo enlazar cada pieza con la siguiente para que hubiera una continuidad orgánica, que no hubiera nada forzado. Hubo que cuidar los tempos, los tonos, la manera de ir tejiendo el discurso musical. Y además que nos retara a los dos, porque cada uno toca diferente en cada tono». A lo que Tomatito añade una dificultad más: «Como son temas tan versionados, también había que tener cuidado para que sonaran con el mismo cariño que si fuera el primer día, como digo». «La intención es enamorar al público con esos temas que ya conocen, pero al mismo tiempo que los redescubra a través de nuestra visión», añade Michel Camilo.

Mundo paralelo

Cada vez son más los músicos de jazz que se acercan al flamenco y viceversa. En el caso de estos dos músicos que han logrado un gran éxito entablando un diálogo entre dos intrumentos de difícil compenetración, les preguntamos a cada uno qué es lo que les atrae de ese otro mundo ajeno al de sus orígenes. Michel Camilo no lo duda: «La pasión del cante jondo. Esa pasión es inmensa. Indescriptible. Te llega, te penetra, te pone los pelos de punta y te hace llorar. Me agarró por ahí, porque lo equiparo a lo que siento cuando escucho un blues. Como jazzista, por ahí fue por donde conecté, por ese desgarro, ese quejío del cual soy un enamorado completo».

Tomatito, por su parte, encontró en el otro bando una forma de salir de ese sentido trágico de la vida: «Me atrajo lo felices que son los músicos de jazz, en el sentido de que hacen una melodía, y sobre la armonía ya se expresan como ellos son. Los músicos muchas veces nos ponemos muy dictadores, y si no salen las cosas como queremos no nos vale. De repente vi que esta gente... ¡cada uno expresa el mismo tema de una manera! Y cuando les toca hacer sus solos hay frases preciosas, y hay otro que viene detrás que hace frases que son bonitas también. La vida tiene que ser divertida y no sufrir. Hay músicas que son tan sufridoras que casi no merecen la pena. Irte de este mundo sufriendo... ¿para qué? Le tengo simpatía al jazz y me atrae por eso, porque digo: “Qué bien se lo pasan, yo también me lo quiero pasar bien”».

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