James Hetfield y Kirk Hammett, durante un concierto de Metallica
James Hetfield y Kirk Hammett, durante un concierto de Metallica - AFP

Metallica regresa con sabor añejo

El grupo de heavy metal más famoso ha tardado ocho años en sacar disco y ABC ha podido escucharlo en primicia

Corresponsal en Nueva York Actualizado: Guardar
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Las orejas de los asistentes en los estudios Electric Lady, en el corazón de Greenwich Village, vibraban como si una pareja de Tyrannosaurus Rex hicieran el amor en el piso de arriba. Pero la onda expansiva provenía de dos altavoces de máxima potencia que escupían el martillo de doble pedal, el bajo rotundo y los punteos imposibles de «Hardwired… To Self-Destruct», el último disco de Metallica.

La banda ha estado ocho años sin pasar por el estudio de grabación para un álbum propio y su regreso es todo un acontecimiento en el mundo metalero. James Hetfield (guitarra y voz), Lars Ulrich (batería), Kirk Hammett (guitarra) y Robert Trujillo (bajo) lo saben y han ido repartiendo caramelos del disco a cuentagotas.

El 18 de agosto anunciaron la publicación del nuevo álbum. «Sabemos que ha pasado mucho tiempo», dijeron entonces en un comunicado, que iba acompañado de la publicación de «Hardwired», el primer sencillo del disco. Es una canción rápida, sin concesiones, que recuerda a la primera época de Metallica y que dura poco más de tres minutos. Se incorporó al disco, que se publica el 18 de noviembre, cuando la mayoría de los temas ya estaban cocinados.

A finales de septiembre, en el programa de televisión de Howard Stern, presentaron otra de las canciones, «Moth into Flame», de producción más moderna que «Hardwired». La tercera canción se conoció ayer, coincidiendo con Halloween. Es «Atlas Rise», un tema más melódico, con ambiente sinfónico y un solo de guitarra que suena como un rayo inesperado en un día seco en el Medio Oeste. Metallica -con tanta experiencia en los estudios como en el márketing- regalaron desde el viernes pasado máscaras terroríficas con el logo de la banda en tiendas de discos de todo el mundo. Las máscaras incluían un código para tener acceso a la canción media hora antes que el resto de los mortales.

En Electric Lady, sin embargo, un grupo de periodistas de todo el mundo pudo escuchar el disco entero, de un tirón. Antes de entrar en la sala hubo que despojarse de ordenadores, teléfonos móviles y cualquier aparato electrónico para evitar la peor pesadilla de la banda californiana: una filtración. Fue un recordatorio instantáneo de que Metallica fue quien lideró la cruzada de las discográficas contra Napster, la plataforma de descargas «peer to peer» que destrozó los ingresos por derechos de autor. Era el año 2000, y Metallica ganó.

Desnudos de tecnología y armados solo con libretas, a los asistentes se les apareció Lars Ulrich, el batería, embutido en una gorra deportiva y con un palillo en la boca. Eso no importó mucho porque tampoco traía muchas ganas de hablar. Dedicó un par de minutos a explicar que el disco se había acabado de grabar en San Francisco «hace solo trece días» (la escucha fue a finales de septiembre) y que había «más gente en la sala que el número de personas que lo habían escuchado hasta el momento».

Maravillas rítmicas

Su música pasó a inundar la sala de Electric Lady, un estudio creado por Jimmy Hendrix y que parece anclado en su época: formas redondeadas, murales psicodélicos, mobiliario vintage. Aquí han grabado desde John Lennon a los Rolling Stones y en un momento de la escucha apareció el cantante, James Hetfield, que se colocó al final de la sala y emulaba el gesto de tocar la batería mientras sonaba la rotunda «Confusion», con sabor añejo al Metallica de los años 80. Fueron 80 minutos de descarga metalera, doce canciones que buscan convencer tanto a los incondicionales de la primera época, como al público que han ganado en más de tres décadas de carrera.

En el disco hay maravillas rítmicas, como «ManUNkind»; temas arrolladores de energía como «Spit Out The Bone»; alguna canción en medio tiempo, como «Dream No More» y hasta un tributo a un compañero del género, Lemmy, de Motörhead, que falleció en diciembre del año pasado, y al que dedican «Murder One».

Esa misma noche, Hetfield, Ulirch y el resto de la banda celebraron el nuevo disco con un concierto íntimo para sus seguidores acérrimos en Webster Hall, una sala pequeña del East Village, donde apenas caben 1.500 personas. Todo un privilegio para unos fanáticos que solo pueden ver a su grupo en estadios y grandes festivales. «No sé, estos ocho años han pasado muy rápido -les dijo Hetfield-. Aunque quizá no para vosotros».

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