Los mejores discos nacionales de 2015

Estos son, para la redacción de ABC, los músicos más destacados de la cosecha pop patria del año que termina. Za! aparece en primer lugar con su trabajo «Loloismo»

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  1. Za!, «Loloismo»

    Empiezan industriales y mecánicos y en menos de lo que tarda uno acomodarse en «La maquinaria está engrasada», los barceloneses Za! ya se han llevado por delante el free jazz, la electrónica, el post-rock, el hardcore más furibundo e incluso el hip hop. La libertad total, efectivamente, era esto: un disco que no suena a nada conocido y el que el dúo catalán confirma que se puede ser experimental sin necesidad de renunciar al brío despendolado y a la gamberrada bizarra. Amagando incluso con acercarse al formato canción, Za! van aún un poco más lejos que en el anterior «Wanananai» y se atreven por primera vez con las letras en este «Loloismo» bautizado en honor del lenguaje universal de los campos de fútbol: el cántico «loloizado». Bendita locura. / D. MORÁN

  2. Fernando Alfaro, «Saint Malo»

    Como si en ella habitaran dos inseparables hermanos carnales de personalidades irreconciliables, la música de Fernando Alfaro siempre se ha deslizado en un inquietante vaivén que va de lo turbio a lo tierno, con escalas en lo turbulento y hasta en lo truculento. Ese inestable equilibrio, en el que cada vez cobra más peso la ironía, está resuelto aquí con el vigor y el impacto emocional de las obras mayores de cualquiera de sus encarnaciones (el mismo chucho con distinto collar de espinas). Un carrusel de sensaciones reforzadas por unos textos, fascinantes criptogramas, sobre los que planea la sombra de ese buitre miserable que es el tiempo. Porque lo mejor de nuestra vida puede que ya nunca llegue a ocurrir. / F. PÉREZ

  3. Joan Miquel Oliver, «Pegasus»

    Se nos fue Antònia Font, sí, pero a cambio tenemos a Joan Miquel Oliver, compositor galáctico y geniecillo del pop artesanal que se exhibe a lo grande en «Pegasus», trabajo con el que se reivindica, ahora más que nunca, como eslabón perdido entre Sisa y los Flaming Lips. Después de publicar «Surfistes a càmera lenta» y «Bombon Mallorquín», dos trabajos en solitario de acabado más bien espartano, el músico mallorquín sale de órbita con un trabajo de atmósferas melancólicas y melodías en tecnicolor. Un precioso álbum de pop expansivo y folk galáctico salpicado de referencias cósmicas y canciones impecables como «Fèmurs» o «Teuleres Tancades». / D. MORÁN

  4. La Bien Querida, «Premeditación, nocturnidad y alevosía»

    Debían ser tres seises: El 6 de octubre de 2014, el 6 de enero de 2015 y el 6 de marzo de 2015, La Bien Querida sacó tres respectivos epés que formarían conjuntamente su cuarto álbum, este «Premeditación, nocturnidad y alevosía», un todo unitario perfectamente planificado sobre una relación fatal, una colección de hits mayúscula en forma de recorrido guiado tecnopop muy intensito sobre los sentimientos encontrados de un amor caído en desgracia, enredadísimo y sufrido, aunque también repensado y anhelado y todo lo contrario de tantos descensos en picado, lentas recuperaciones y loopings escalofriantes y sugestivos en esta montaña rusa emocional del horror vacui. Un coñazo del que huir en bicimad, vaya, si no fuera por el arte de Ana Villaverde y David Rodríguez para crear atmósferas oscuras, jugar con los tecladetes y ponernos a bailar y corear letras de este calibre: «Ojalá pudiera verte muerto, ojalá pudiera descansar. Y mira que te quiero. No puedo volver a tocarte. Quiero descuartizarte». / J. VILLUENDAS

  5. Maronda, «Vibraciones»

    En «Vibraciones», Maronda le echa una pizca de épica a la cotidianidad. Encendidas guitarras, voz con personalidad (tanto en lo literal como lo compositivo) y buen sentido melódico logran 30 minutos de pop rock de altura, tanto para desparramar como degustar. Alejado de los lugares comunes para hablar de sentimientos comunes, con un líder con un estilo letrístico muy particular (como, por ejemplo, Nacho Vegas o Fernando Alfaro), «Vibraciones» tiene en su arrollador trío de canciones inicial su mejor baluarte. «Quemando cromo hacia el desastre, entre los dedos blancas flores de baladre. Quemando cromo hierro y sangre, por la belleza de un instante», canta Pablo en el segundo tema del disco, llamado, efectivamente, «Quemando cromo», en el que también dice: «En procesión por un camino de cristales, en casa no me espera nadie. Y a ti prefieren no esperarte». / J. V.

  6. Tigres Leones, «La catastrofía»

    Tigres Leones
    Tigres Leones - Facebook

    Han protagonizado uno de los mejores vídeos del año, el de «Marte» (o el mejor, así a bote pronto), en el que realizan una sátira jocosa sobre cierto anuncio de cerveza y los personajes que lo protagonizan. A partir de ahí el aficionado fue descubriendo las bondades de «La catastrofía» (Sonido Muchacho), un álbum que, depende de la canción, puede sonar a grupo español de finales de los sesenta o al indie más rabiosamente actual, pero que tiene en sus letras afiladas su punto más fuerte, con esas imágenes tan surrealistas como cotidianas o universales. Todo ello nos da un álbum complejo en su sencillez, directo y divertido. / P. M. PITA

  7. Adrià Puntí, «La clau de girar el taller»

    Después del magistral «Maria» (2003), Adrià Puntí ha guardado silencio durante trece años, solo alterados por algún que otro concierto y recopilatorio de rarezas. Un periodo de introspección que ahora el de Salt ha roto con dos discos y un libro: «La clau de girar el taller» y «Enclusa i un cop de mall». Si «Maria» estaba dedicado a la madre de Puntí, «La clau de girar el taller» (2015) orbita en torno a la memoria de su padre. Todo queda en familia y el malditismo del catalán vuelve a manifestarse en canciones sinuosas e intrigantes de la mano de amigos como Quimi Portet o Enrique Bunbury. Apunta a varios lados, desde la muy Tom Waits «Fill de presons», a las pequeñas explosiones de «El boig del telèfon roig». Sin embargo, es en las confesiones al piano donde alcanza sus cotas más elevadas, con esa enorme «Esbrina», quizás el tema que conserve una mayor gradación de los ecos insinuantes de Umpah-pah y que confirma con más dramatismo que, ido o no, Puntí ha vuelto. /J. TAHIRI

  8. Tachenko, «El comportamiento privado»

    Gustaff Choos

    La proverbial destreza melódica de los zaragozanos, esa que les permite acumular himnos de impacto instantáneo y efecto prolongado con la misma aparente facilidad con la que Stephen Curry se casca un triple desde diez metros, permanece intacta en su sexto disco. Pero ahora además se aprecia un esfuerzo por ampliar el campo de juego para retorcer sus canciones con inesperadas piruetas rítmicas, texturas sintéticas y efluvios psicodélicos. Fuera ataduras, más madera. «Un poco de imaginación», o el triunfo definitivo del éxtasis sobre la síntesis. A la mierda las modas, son verdaderos gigantes. / F.P.M

  9. Los Esclavos, «En el submarino»

    Vivan las caenas y Los Esclavos
    Vivan las caenas y Los Esclavos

    A principios de los noventa, Matt Le Tissier (Le God) agujereó las redes de la mayor parte de los clubes de la Premier League envuelto en la gamarra del Southampton. Héroe en la retina del VHS de no pocos nostálgicos, este «one man club» basó gran parte de su repertorio de golazos en su imponente tiro en la lejanía. Sin inventar nada, su disparo de francotirador era tremendamente efectivo y conectó con el corazón de una hinchada que aún le recuerda cada vez que alguien menta su nombre en cualquier callejón de Southampton. Desde Granada, Los Esclavos emulan a Le God cargados con guitarras y dedicándole un fabuloso tema («Le Tissier», para más señas). La estrategia de la banda es similar a la del británico: haciendo lo de siempre golean emocionalmente en una ristra de disparos al corazón como «Ella era más feliz conmigo», «Jo, qué noche» o la muy 091, «Turbulencias». / J. TAHIRI

  10. Hazte Lapón, «No son tu marido

    Ese cierto sonido folk elegante, ese tono de cantautor nostálgico, esos arreglos barrocos, ese pop preciosista, ese eclecticismo y encanto... todo ello esconde en Hazte Lapón una bomba de relojería en sus letras. Cualquier frase tiene su jugo, su ironía, su mala leche, sus esquinas, su irreverencia, su invitación al desconcierto. Con su segundo largo han dejado ya claro que son una de las propuestas mejor armadas de nuestro panorama patrio. Con Manuel González Molinier y Saray Botella al frente, dan forma a uno de esos productos que reclaman a gritos el adjetivo de exquisito. / P. M. P.

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