Lucy Rose: la estrella del folk que recorrió Sudamérica actuando en casa de sus seguidores

La cantautora británica, que comienza este jueves su gira por España, hizo una llamada a través de Twitter y acabó dando conciertos en Ecuador, Perú, Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay, Brasil y México a cambio de alojamiento

Lucy Rose abandonó el sello Columbia, para girar libre por Sudamérica ABC
Israel Viana

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A Lucy Rose (Camberley, Inglaterra, 1989) solo le hicieron falta dos discos con Columbia para darse cuenta de que no quería estar sometida a las asfixiantes reglas de una multinacional. «Al principio vivimos una especie de luna de miel, pero luego nuestra relación se fue agrietando. Comenzamos a discrepar por la dirección que estaba tomando yo como músico, porque quería hacer canciones más profundas y directas al corazón que, probablemente, no iban a sonar en la radio. Mientras que ellos querían éxitos de pop», recuerda la artista británica, que previamente había colaborado como cantante adicional en algunos discos de Bombay Bicycle Club y Manic Street Preachers .

Por aquel entonces sus videoclips ya acumulaban millones de reproducciones en YouTube y había realizado algunas giras por Estados Unidos y Europa. Su carrera podría haber continuado al resguardo de la gran discográfica —que había publicado sus dos primeros trabajos junto a Sony— y crecer en repercusión. Pero Rose estaba cansada de que le dijeran siempre lo que tenía que hacer y decidió trazar su propio camino. ¿Cómo? Abandonó el sello y organizó ella misma una gira por Sudamérica, el único continente donde aún no había actuado, pidiendo ayuda a sus seguidores. «Si me alojan en sus casas y me consiguen un lugar para tocar, voy», escribió en Twitter . Pocos minutos después, su cuenta estaba llena de mensajes en los que cientos de personas desconocidas le ofrecían sus propias casas para dormir y espacios poder presentar sus nuevas canciones. Algunos tan poco convencionales como parques, cafeterías, bibliotecas o pensiones. Solo puso una condición: «¡La entrada de los conciertos debe ser gratuita! Si yo me pagaba los billetes de avión para llegar allí y gente corriente me alojaba en sus casas, no estaba dispuesta a que ninguna sala o promotor se llevara el dinero de mis seguidores», comenta a ABC la cantante y guitarrista inglesa, antes comenzar este jueves (3 de mayo) su gira por España.

De esta forma, la cantautora británica consiguió girar durante dos meses por Ecuador, Perú, Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay, Brasil y México. Un total de 40 conciertos, de los cuales se vio obligada a cobrar la entrada en dos: Río de Janeiro y Ciudad de México. «Luché mucho para evitarlo, pero al final acepté con la condición de que, si actuaba cobrando entrada, tendrían que permitirme ofrecer otro concierto gratuito la noche siguiente. En la ciudades más grandes eran más complicado encontrar un sitio en el que se me permitiera tocar sin cobrar a nadie. Pero aún así, el precio de las entradas de estos dos sitios fue muy barato», recuerda Rose, con el espíritu de esta experiencia muy presente. «No quería viajar al otro lado del mundo para ofrecer conciertos a los que no pudiera acceder todo el mundo. La música no es solo para aquellos que pueden pagarla», defiende.

La gira, aunque pequeña en dimensiones, acabó siendo un auténtico éxito del que salió un documental rodado por su marido, compañero de aventuras, y un disco que publicó a su regreso a Londres en un sello independiente: « Something's Changing » (Communion Records, 2017). Once cortes que recogen el espíritu de aquellos conciertos improvisados en una galería de arte de Quito, en un bar de Montevideo, en casas de seguidores de Asunción y Buenos Aires, en un hostal de Machu Picchu o en un centro de lectura de Puebla. El momento cumbre se produjo en Sao Paulo, donde un fan le ofreció tocar en el balcón del segundo piso de una lavandería. Sin anunciarlo, acabaron presentándose más de mil personas, hasta el punto de que tuvieron que cerrar el tráfico de la calle para que los asistentes pudieran verla cantar sin problemas.

La gente con la que trató a lo largo de esos dos meses de aventura fue tan amable y receptiva que no solo no tuvo percances, sino que regresó a casa con puñado de buenos amigos: «Hablamos con bastante frecuencia y algunos de ellos han venido a Londres y se han quedado en mi casa. Espero que vengan más. Estoy muy agradecida. Nunca en mi vida he conocido a tanta gente con un corazón tan grande», asegura.

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