El tenor alemán Jonas Kaufmann
El tenor alemán Jonas Kaufmann - Julian Hargreaves

Jonas Kaufmann: «El mayor éxito es ser fiel a uno mismo»

El bautizado «nuevo rey de los tenores» ofrecerá el día 10 un recital en el Teatro Real que abrirá la celebración del centenario

Madrid Actualizado: Guardar
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En marzo de 1999, un joven tenor alemán, a punto de cumplir los treinta años, viajó a Madrid para sustituir en una de las representaciones de «La clemenza di Tito», en el Teatro Real, a Zoltan Todorovich. Diecisiete años después, aquel cantante, de nombre Jonas Kaufmann (Múnich, 1969), vuelve al coliseo madrileño, para ofrecer el 10 de enero un recital que servirá de gala de apertura de los actos de celebración del Bicentenario del Real. En este tiempo, Kaufmann se ha convertido en una de las más relevantes estrellas del mundo de la ópera, con una atención mediática más propia del pop y el rock; «el tenor de moda» o «el rey de los tenores» son algunos de sus sobrenombres.

«¿No hablará usted en serio?», responde Kaufmann a ABC cuando se le pregunta qué significa para él la palabra «divo» y si se considera uno de ellos. «Divo se refiere a algo divino; yo tengo los pies en la tierra y me considero un ser humano y un cantante profesional». Kaufmann cantará obras de Mahler, Britten y Richard Strauss, acompañado por su pianista habitual, Helmut Deutsch.

Las entradas para su recital en Madrid prácticamente se agotaron nada más ponerse a la venta. ¿Por qué cree que un cantante como usted despierta tanta pasión?

Los cantantes de ópera, y especialmente los tenores, han sido siempre objeto de un especial entusiasmo; no tiene más que pensar en los Tres Tenores. Obviamente, despiertan fantasías, deseo y pasión.

Usted ha escrito en su página web que hace unos años consideró muy seriamente la idea de abandonar el canto, «porque no veía posibilidad real de éxito en el horizonte».

Fue la primera crisis en mi vida profesional; sucedió hace veinte años durante mis «años de galera» en la Ópera de Saarbrücken. Lo que pasaba, simplemente, es que yo no estaba preparado para la vida diaria de un teatro de ópera. Yo enfermaba muy rápidamente, y era incapaz de enfrentarme a todo lo que tenía que cantar. En el momento más oscuro de aquellos años, me quedé ronco durante una representación de «Parsifal» en la que cantaba un pequeño papel, el cuarto escudero. Fue entonces cuando pensé dejar el escenario y dedicarme a otra profesión. Gracias a Dios, me encontré poco tiempo después con mi profesor, Michael Rhodes, y él me enseñó a cantar con mi propia voz en lugar de intentar sonar como «un tenor lírico alemán». Afortunadamente, me las arreglé para superar rápidamente aquella crisis, y Rhodes consiguió «desenterrar» mi voz natural. Aunque al principio, cuando me dijo que yo cantaría «Lohengrin» y que incluso lo haría en el Metropolitan de Nueva York, yo no las tenía todas conmigo, no lo creía posible. Pero él tenía razón.

¿Qué le hizo sobreponerse a las dificultades y seguir cantando?

Se dice que la esperanza es lo último que se pierde. A pesar de las dudas que yo tenía durante esta crisis, siempre mantuve la fe en vencerla. Por suerte, me encontré con la persona indicada en el momento oportuno; y ese fue Michael Rhodes.

¿Qué es el éxito para usted? ¿Llenar teatros, recibir el aplauso, poder cantar en los mejores teatros...?

Todo eso y muchas otras cosas; cantar la música que me gusta, interpretar los personajes que quiero, tener compañeros que me inspiran y de los que puedo aprender a desarrollarme artísticamente... Y ser siempre fiel a mí mismo.

¿Ha llegado al lugar donde quería estar?

Depende de lo que se entienda por «lugar». Si se refiere a los mejores teatros de ópera y salas de conciertos, sí: he llegado. Si hablamos de éxito, no me puedo quejar. Y si se refiere a mis metas artísticas, solo puedo decir que la recompensa es el propio viaje. Como artista, uno nunca puede estar completamente satisfecho de lo que ha alcanzado, siempre hay que seguir adelante.

¿Pesa especialmente la responsabilidad de ser considerado uno de los mejores cantantes del mundo?

Es al mismo tiempo un gran privilegio y una carga. Por supuesto, me halaga que me llamen «el nuevo rey de los tenores», aunque estos superlativos pueden provocar fácilmente contradicción e incluso malicia. Cuanto más alto sea el pedestal en que te sitúen, más profunda será la caída. La dificultad de nuestra generación es la comparación con el pasado y la exposición. Hoy siempre hay alguien en el público que graba cada representación, cada recital, cada concierto, y lo sube a internet en seguida. En el peor de los casos, te puedes encontrar con un vídeo de YouTube con el titular: «Escucha como fulanito rompe el agudo». Así que es mejor que estés bien cada noche (ríe).

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