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«La guitarra flamenca no para»

Cinco guitarristas de prestigio reunidos por ABC con motivo de la próxima Bienal de Flamenco de Sevilla reflexionan en torno al futuro del género. Vicente Amigo, Gerardo Núñez, Juan Carlos Romero, Dani de Morón y Manuel Valencia toman la palabra

ALBERTO GARCÍA REYES

Cuando Pedro I de Castilla descansaba en el Palacio que se hizo construir en Sevilla sobre las yeserías de Al-Mutamid , símbolo de la reconquista cristiana, solía escuchar en su Patio de las Doncellas el son de unas vihuelas. Esa música de cuerdas, embrión del instrumento español por antonomasia, acompañaba sus amoríos con María de Padilla . Y cuenta la leyenda que desde aquel siglo XIV hay un eco perpetuo de sonantas entre esas paredes confundiéndose con el rumor de las fuentes. Por eso el Alcázar sevillano ha sido siempre testigo excepcional de la evolución de la guitarra. Bajo el azulejo con el lema nazarí que corona la fachada mudéjar de la Montería en el que se anuncia que «no hay vencedor sino Dios» han tocado, mirando a la Giralda, Andrés Segovia, Narciso Yepes, Sabicas, Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar... Todos. Para los guitarristas flamencos actuales, ahí se concentra la historia del toque. Así que ahí se han reunido, a la llamada de ABC, para debatir sobre el futuro de este género después de la desaparición del gran maestro de Algeciras y la retirada del sanluqueño, aunque su regreso a los escenarios se producirá en breve para hacer apariciones selectas.

El flamenco está en pleno cambio generacional tras la pérdida en apenas unos años de referentes como Morente, El Lebrijano o el hijo de una portuguesa llamada Lucía. Y su pentagrama natural, que no es de cinco líneas, sino de seis cuerdas, está buscando nuevos caminos para no perder compás. Los cinco guitarristas que participan en esta charla protagonizan la programación de la XIX Bienal de Flamenco de Sevilla , que se inaugurará el próximo 9 de septiembre con un homenaje a Rafael Riqueni, un genio maltratado por la vida, y recordará a Paco de Lucía. Tres forman parte de la generación que ahora tiene que tomar el mando: Vicente Amigo, Gerardo Núñez y Juan Carlos Romero . Los otros dos son, con mucha probabilidad, los que van a mandar en esto más pronto que tarde: Dani de Morón y Manuel Valencia . Acuden a la charla con sus guitarras, que reverberan de forma escalofriante en los baños del palacio, donde las ondas acuáticas parecen vibraciones de bordón.

«La Bienal no es un sitio para probarse, más bien todo lo contrario, pero he decidido que voy a estrenar ahí algunos toques del nuevo disco que estoy haciendo, sobre todo una soleá a la que le voy a poner el nombre de Sevilla», reflexiona Vicente Amigo (Guadalcanal, 1967). «Todos sabemos la importancia de este festival como el evento más importante del flamenco , tocar aquí es una responsabilidad muy grande», añade Gerardo Núñez (Jerez de la Frontera, 1961). «Sí, sí, yo recuerdo de pequeño que soñaba con tocar aquí alguna vez cuando venía a ver los conciertos de Paco de Lucía», interrumpe Juan Carlos Romero (Huelva, 1964).

Ellos lideran ahora el escalafón. Son la generación dominante. « Tocar en Sevilla siempre provoca una presión mayor , pero una presión positiva», dice Dani de Morón (Sevilla, 1981). «Dímelo a mí, que estoy comío por los nervios y todavía faltan dos meses», le contesta el alevín, Manuel Valencia (Jerez, 1984). El debate ha comenzado. Hay coincidencias y discrepancias. Pero todos saben que ahora tienen que asumir la responsabilidad de gobernar el género.

«La guitarra va tomando muchos caminos y lo más interesante es que todos esos caminos son infinitos , las semillas las plantan unos y luego el fruto lo recogen otros, esto es una cadena», arranca Vicente Amigo eludiendo su papel de líder. Y el onubense Romero pone la primera carta bocarriba: «Cuando te toca tirar del carro, lo primero que hay que plantearse es cuál es tu compromiso . Yo sé que pertenezco a una cultura que es el flamenco y eso es más importante que el hecho de tocar la guitarra. Eso me hace plantearme qué pasos dar para asumir esa responsabilidad sin renunciar a tu libertad como músico y artista. Hay que compaginar la libertad con la conciencia de que perteneces a una cultura y tienes una responsabilidad con ella».

En eso abunda Dani de Morón para defender las nuevas corrientes , que algunos ortodoxos critican porque consideran que se apartan de los cánones: «Yo espero no llegar a viejo y tener esos reparos. Si conoces la raíz, puedes variar lo que quieras ». El más joven, Valencia, lo dice con la voz en alto: «Los nuevos no podemos tocar como hace 60 años. Yo no soy de sacar los pies del tiesto, pero el que hace cosas nuevas ahora lo tiene más fácil porque ese camino nos lo han dejado hecho los anteriores. No podemos estar cien años tocando lo mismo». Gerardo da otra clave: «Eso siempre ha pasado, se suele tener una actitud de rechazo hacia lo nuevo , pero en una cultura como la nuestra las formas no son las que definen la música. Mientras exista la pena, la alegría y la tristeza, existirá el flamenco». «Eso es, pero se necesita una buena base para saber qué estás alterando, sólo se puede alterar con sentido lo que se conoce y, a partir de ahí, lo lógico es alterar las cosas», replica Romero. «El amor al flamenco es más grande que todo y los que ahora estamos ahí al frente tenemos que decir siempre quiénes fueron nuestros faros , Sabicas, Ricardo, Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar...», concluye Amigo.

De repente surge otro tema de conversación. ¿Por qué los guitarristas flamencos sólo son alabados si componen y no les basta con ser buenos intérpretes? «Eso es una paradoja que nos vamos a llevar sin resolver a la tumba. A mí me ha pasado que me han reprochado que estaba tocando falsetas de Paco . ¡De Paco! ¿Te parece poco, cojones?», se enoja Gerardo Núñez. «Esto funciona así, antes lo tuyo aunque sea malo», denuncia Romero. Y Valencia remata: «Pues a mí no se me caen los anillos por tocar falsetas de otros compañeros».

El sol pega con furia sobre las caderas de las guitarras. El estanque refresca la discusión, pero hay un asunto final que acalora a todos por igual. «Es inexplicable que en Jerez no se pueda estudiar guitarra flamenca» , exclama Núñez. Y Romero termina: «Los flamencos seguimos siendo maltratados porque para los políticos no tenemos valor añadido, yo diría que incluso se avergüenzan de nosotros». Suenan las campanas de la Giralda y vuelve a vibrar el aljibe, donde se reflejan las sonantas. Parece que la charla se acaba porque en el ambiente se escucha el verso de Gerardo Diego: «La guitarra es un pozo con viento en vez de agua»... Un pozo inagotable.

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