Estella, filtro del tiempo

Dice el « Codex Calixtinus » que Estella «es fértil en buen pan, óptimo vino, carne y pescado, y llena de toda suerte de felicidades». Y añade que su «agua es dulce, sana y muy buena». La guía de peregrinos en ruta hacia Santiago de Compostela deja entrever la obligación de detenerse en un enclave en el que se acumulan monumentos religiosos y civiles, algunos construidos al amparo del camino. A la vista inmediata queda la impresionante iglesia fortaleza de San Miguel , así como el no menos esbelto palacio de los reyes de Navarra, sede actual del museo dedicado al pintor Gustavo de Maeztu . Desde hace cuarenta y ocho años, unos y otros sirven de escenario a la Semana de Música Antigua de Estella , en cuya programación permanece aquella buena disposición de ánimo que se perpetúa desde el siglo XII.

La historia de la SMADE se ha resuelto en la última edición con algunos gestos singulares. La llegada a la dirección de Iñigo Alberdi , anteriormente director general de la Orquesta Sinfónica de Euskadi , y en la actualidad gerente de la Sociedad Coral de Bilbao , ha promovido extender el área de influencia hasta Roncesvalles, lugar paradigmático para recordar los cantos de los peregrinos. También se recupera el convento de Santa Clara en Estella, sede del festival durante muchos años y ahora escenario para alguno de los conciertos que han dado sentido a los 500 años de la reforma luterana. La música de Bach es, por tanto, un argumento básico aunque sea bajo la mirada acaparadora del imponente retablo barroco construido por el arquitecto pamplonés Juan Barón de Guerendiaín en 1679.

Lo determinante es que la fuerza de la interpretación tenga la voluntad de distraer a la vista. De ahí la sensación de contradicción estética que dejó la actuación del grupo berlinés Concerto Melante , en formación de flauta, violín, viola de gamba y clave. Tríos y sonatas de Telemann y de Bach , incluyendo a Carl Philipp , fueron el prólogo a la «Ofrenda musical», obra en la que se acentuó la falta de continuidad en el discurso, limpieza de ejecución, así como una observancia estilística suficientemente expresiva e informada. Rigor al margen, en la mañana del sábado Ana Alcaide había evocado la música sefardí rodeada escénicamente por el colorismo costumbrista de Maeztu. Autora de varios discos relevantes y estudiosa de las fuentes, su éxito hay que encuadrarlo en un proyecto artístico en que la recreación tiende a la inmediatez armónica y rítmica de muchas adaptaciones, particularmente la cándida retrospección con la que se abordan las melodías originales.

El «mainstream» al que representa Ana Alcaide podría ser también el que diera sentido al grupo vocal Vox Bigerri , dedicado a la canción polifónica tradicional principalmente de los Pirineos y Occitania. Centrados en la preservación y promoción de los cantos sacros y seculares , incluyen en su repertorio obras tradicionales de transmisión oral cantadas en su mayoría por antiguos pastores. Sin duda, Vox Bigerri recrea el original y lo adapta a las posibilidades de sus cinco voces masculinas, pero no es aquí la intervención sobre las fuentes lo que importa sino la rotundidad y convicción con la que se defiende la música. La emisión vocal en la máscara, potente y vibrante, el brillo en la afinación, la precisión del empaste, y la singularidad del timbre convirtió su concierto en una suerte de hipnosis musical. De la interesante y muy particular escala musical con la que se canta la pasión de Jesucristo en las « Landes de Gasgogne », a las variaciones sobre el kirie que provienen « D'Ayros-Arbouix Bigorre ». Vox Bigerri actuó después de que lo hiciera el grupo masculino Gizonok, en la tradición local del «otxote». Ambos grupos se unieron, ya fuera de programa, en una celebración en verdad entrañable donde el aplauso fue mucho más que un cumplido. La emocionante actuación del grupo francés quedará como uno de los recuerdos importantes de la Semana de Música Antigua de Estella de este año.