Los Chichos: «A los que hablamos de la vida real se nos margina»

El mítico trío se despide de Madrid con un concierto en el Teatro Circo Price

El clan de los González, de izquierda a derecha: Emilio padre, Julio y Emilio hijo ABC

NACHO SERRANO

Uno de los documentos televisivos más impagables de la década de los ochenta es el que muestra a Los Chichos actuando en el patio del penal de Ocaña , ante un reducido grupo de reclusos en el que puede verse a El Vaquilla sonriendo, casi con timidez, cuando escucha la letra de la canción que el trío ha compuesto para la película inspirada en su vida. «Luego estuvimos charlando con él y estaba muy agradecido, y también satisfecho, porque fue él quien nos eligió para la banda sonora. Nos quería tanto que cuando iba a robar un coche, si veía una cinta nuestra lo dejaba. Estábamos tan a gusto con él… pero en cinco minutos nos mandaron para fuera», cuenta Emilio González padre, que ha recorrido el mapa penitenciario de cabo a rabo con su hermano Julio y su hijo Emilio (que sustituyó a Jeros tras su muerte por suicidio en 1995), siempre sin ánimo de lucro. «Por entonces las cárceles no eran como ahora, apenas te dejaban tener contacto con los presos. Ahora es otra cosa. Aunque no dejas de sentir el nudo en el pecho cuando después del concierto tú sales y ellos se quedan dentro».

Todavía residentes en el Pozo del Tío Raimundo , conservan las mismas costumbres y los mismos amigos que tenían antes del día que les cambió la vida, cuando el padre de Paco de Lucía los llevó a grabar el que sería su primer single, «Quiero ser libre» , escrito por Jeros durante una breve estancia en los calabozos de la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol. «Era un genio irrepetible, nadie volverá a escribir canciones como él», dice su sustituto, Emilio hijo, que como muestra de respeto asegura que siempre se considerará «el eterno recién llegado», aunque lleve más tiempo que Jeros en el grupo.

Hace bien, porque Jeros fue realmente un visionario, que trató el tema de la violencia de género (recordemos aquel «Papa tú no pegues a la mama» de 1981) cuando poperos, punks y por supuesto rockeros todavía estaban a verlas venir (o incluso cómicos supuestamente progresistas, como los Martes y Trece de «mi marido me pega»). «Ahora es muy políticamente correcto cantar contra la violencia de género y lo hace todo el mundo. Nosotros tratamos ese tema y muchos otros antes que nadie. Y a pesar de eso, nunca entramos en las listas de mejores discos. Es lo que nos pasa a los que hablamos de las cosas reales que le pasan a la gente real, cosas que no interesan a los poderosos. Que se nos margina. ¿Has visto a Camela en alguna de esas listas? Tampoco, ¿a que no?», se queja Emilio hijo. «Y ni siquiera estábamos haciendo canción protesta. Simplemente cantábamos sobre lo que veíamos a nuestro alrededor, sobre la vida real. Todas nuestras canciones están basadas en hechos reales», añade su padre.

«No hacemos rumba»

El trío madrileño ha vendido 22 millones de discos en 45 años de carrera y ha inspirado a artistas de lo más variopinto, prueba de ello es el disco de duetos que grabaron en 2008 con Bebe, Manolo García, Andy y Lucas, Ismael Serrano, Medina Azahara, Orozco, Pitingo, Sergio Dalma o incluso el gran Peret . «Él, que en paz descanse, sí que hacía rumba», dice Emilio hijo. «En mi opinión, lo que hacemos nosotros no era sólo alegrarte la vida, que también, sino enviar mensajes como hace el bolero. Ya sea de amor o para concienciar sobre algún problema o injusticia». Uno de los problemas de los que hablaron con conocimiento de causa fue el de la droga , que afectó a los tres miembros fundadores (pero no a Emilio hijo, gracias a que tuvo «la información que no tuvieron ellos») y que, curiosamente, probaron por primera vez muy lejos de las chabolas del Pozo. «Fue en Venezuela. Nos pusieron una rayita así de pequeña, y nos engachó porque te daba la sensación de que dabas mejor el concierto», confiesa Emilio padre.

En el disco de duetos antes mencionado, que llevó el mentiroso título de «Hasta aquí hemos llegado», también participaron Estopa , con quienes vivieron una anécdota casi tan impagable como la de El Vaquilla . «Fue cuando los conocimos», cuenta Emilio padre. «Estábamos en una fiesta de nuestra compañía, Universal, y allí estaban Estopa, que acababan de sacar su primer disco. Se acercaron a nosotros temblando, como si fuéramos sus dioses, y se presentaron. Al cabo de un rato, aparecieron allí los mismísimos U2 con Bono al frente, y cuando fueron a presentárnoslos, los de Estopa dijeron que nos dejaran en paz, que estaban con Los Chichos . La verdad es que nos quedamos muy a gusto sin conocer al dichoso Bono, ¡jajaja!».

Los Chichos son más Madrid que Leño. O que Burning, que ya es decir. Su música ha sido la banda sonora de muchos más barrios de la capital que la suya, y se ha transmitido mejor de generación en generación. Por eso ha cundido el pánico cuando se ha sabido que su concierto de esta noche en el Price será el último que den en la ciudad. O no. «Me gustaría seguir hasta que el cuerpo aguante»; dice Emilio. «Pero por si acaso, que todos los chicheros madrileños vengan a vernos. Podría ser la última vez».

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