The Beach Boys, durante su actuación en Barcelona
The Beach Boys, durante su actuación en Barcelona - CONCERT STUDIO

El largo y (no tan) plácido verano de The Beach Boys

Con Mike Love de nuevo al frente de la nave, la banda californiana evocó una vez más en el Festival de Pedralbes ese verano perpetuo en el que vive instalada desde los sesenta

BARCELONA Actualizado: Guardar
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La gira del 50 aniversario, con todos los supervivientes originales de la formación compartiendo protagonismo, fue un espejismo. Un armisticio temporal tras el que Brian Wilson ha seguido a lo suyo, volcado como está en apurar las celebraciones del medio siglo de vida del monumental «Pet Sounds», y que Mike Love ha aprovechado para reactivar esos Beach Boys con pinta de franquicia que, gracias a su tenacidad a la hora de pleitear, se han convertido en una marca registrada para su uso y disfrute exclusivo.

Un coto privado con verbena playera diaria que si aún se mantiene a flote es gracias a ese repertorio inmortal con el que Wilson sublimó el pop en los sesenta. Y es que, con canciones como «Surfin’ Safari», «Catch a Wave», «Little Honda», «Do It Again», «Surfin' U.S.A» o «Surfer Girl», todas ellas agrupadas en el primer tramo de su actuación del martes en el Festival Jardins de Pedralbes, difícilmente se puede dar un mal concierto.

Otra cosa es que para llegar hasta cumbres como «Don’t Worry Baby» -espléndidamente cantada por el guitarrista Jeffrey Foskett-, «Darlin’» o una «Wild Honey» difícil de ver en directo primero hubiese que tragarse un revoltijo de imágenes surferas, proyecciones como de crucero chic e imágenes de época en las que, cómo no, la cara de Love llevaba la voz cantante y Brian Wilson quedaba sorprendentemente escondido -glorioso fue, por ejemplo, ese primer plano de la galleta del single de «Good Vibrations» con la autoría compartida entre Wilson y, ejem, Love-.

La idea, debía pensar Love, era que nadie le hiciese sombra, aunque ni siquiera eso consiguió: cada vez más justo de voz y con una presencia que por momentos rayó lo anecdótico, el cantante se limitó en algunos tramos de la noche a hacer coros o a contemplar cómo los miembros más jóvenes de la banda se enfrentaban a los falsetes.

Eso sí: peor aún fue cuando se salió del guión para presentar su «Pisces Brothers», probablemente la canción menos agraciada jamás dedicada a George Harrison, y alternó el éxtasis de «Sloop John B», «Wouldn't It Be Nice» y «God Only Knows» -ésta última con la voz de Carl Wilson, cantante de la versión original, emergiendo desde las pantallas de vídeo- con el tormento de piezas menores como «Summer In Paradise» y «Kokomo».

También andaba por ahí Bruce Johnston, teclista que se unió a la banda en los sesenta cuando Brian Wilson decidió que era más provechoso quedarse en casa componiendo que salir de gira, pero si la noche acabó remontando fue gracias a unos apañados escuderos que le inyectaron vida a «Good Vibrations» y transformaron el tramo final en un guateque intergeneracional anudando «Help Me Rhonda», «Barbara Ann» y «Fun fun fun». Una despedida playera y soleada para una banda que sigue surfeando la ola de la nostalgia y esquivando retos mayores como «Smile», catedral pop de un Brian Wilson, que, lo que son las cosas, justo el martes cumplía 75 años.

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