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El amor de Bruce

A Bruce Springsteen le gusta la gente, cree en la gente. Por eso su rock posee una fuerza descomunal, por eso es el Boss, porque procede del pueblo y va directo a él

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Los cimientos del Bernabéu temblaron. La gente bailaba en las gradas y Madrid se movía como si hubiera sido zarandeada por una tempestad del cielo. Había salido a escena el hombre que es capaz de paralizar ciudades. Desde las 6 de la tarde Madrid comenzó a colapsarse. Bruce Springsteen estaba en Madrid. El último gran predicador de la fraternidad universal salió a escena y el corazón de los madrileños se deshizo en alaridos dichosos. Y el Boss dijo «Madrid», lo dijo muchas veces, y lo dijo con amor, y eso la gente lo notaba, notaba ese hechizo. Y miles de guasaps fueron enviados. Y miles de fotos, y miles de selfies, fueron hechos con móviles de todas las marcas de la tierra.

El Bernabéu se convirtió en una fiesta de la alegría. Una alegría cuya procedencia era la fuerza oscura de la vida.

Todo lo que toca el Boss se convierte en algo bueno. Arriba, en el escenario, reina el «buen rollo». No se puede definir de otra manera. El Boss es buen rollo. Todos los miembros de la E Street Band emanan bonhomía. Y se miran entre ellos y el Boss coordina a su ejército de ángeles buenos, con sus guitarras y sus instrumentos. Y reina también la paz conyugal, porque junto al Boss aparece esa mujer bellísima que se llama Patti Scialfa; y que es, además, su esposa. Y el Boss canta junto a su mujer, con la que tiene tres hijos. Y a uno le entran ganas de ser adoptado por los Springsteen.

A Bruce Springsteen le gusta la gente, cree en la gente. Por eso su rock posee una fuerza descomunal, por eso es el Boss, porque procede del pueblo y va directo a él. No es un rockero sofisticado, ni es un provocador, ni es un artista de vanguardia. Es sencillo, pero poderoso. Tiene demasiada fuerza y nos quema. Es una máquina de energía popular. Hubo un momento especial en que el Boss subió al escenario a un chaval madrileño. Porque Bruce baja hasta la gente y toca sus manos. Y el chaval lo abrazaba llorando. El chaval lo abrazaba como quien abraza a un padre, como quien abraza una verdad.

El Boss se convierte en tu familia. Puede ser tu padre, tu hermano mayor, tu marido, lo que quieras. Yo miraba al público y el público miraba al Boss como quien mira un espectáculo sobrenatural. El Boss invoca con el ruido de las guitarras a punto de estallar la fuerza jubilosa de la vida. El Boss quiere que el mundo se convierta en ruido. El Boss es poesía. La poesía está con él. El Boss es perfecto. La voz del Boss es la voz de la reconciliación.

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