Presentación del libro 'Cómo hemos cambiado'

«El gaditano lleva a la espalda una mochila de decepciones históricas»

LA VOZ y la Fundación Cajasol presentan ‘Cómo hemos cambiado’, una recopilación de cien artículos de Yolanda Vallejo

La articulista Yolanda Vallejo

ANDRÉS G. LATORRE

Cuando en 2004 la entonces directora de LAVOZ, Lalia González-Santiago, le propuso a Yolanda Vallejo escribir un artículo semanal, ella confiaba en que fuera algo corto. En el tiempo y en el espacio. Lo que era apenas una columna de papel se convirtió cuatro años después en casi una página entera de análisis personal y semanal. Respecto al tiempo, 13 años después Vallejo sigue mandando, con puntualidad de bibliotecaria, su columna semanal. Tampoco quería trascendencia y, en el plazo de un mes, el Ateneo de Cádiz le ha distinguido como ‘Gaditana del año’ y LAVOZ, con la colaboración de la Fundación Cajasol, edita el libro ‘Cómo hemos cambiado’, con la recopilación de diez años de sus artículos.

–En ‘Cómo hemos cambiado’ se habla una y otra vez del ser gaditano, algo que cambia pero que se mantiene estable, ¿qué es ese ser gaditano?

–Es difícil de explicar. El carácter de Cádiz se define por un conformarnos, por un buscarnos la vida y por un sentimiento de pertenencia a un pasado glorioso perdido que ni siquiera conocemos. Y un desencanto constante, fruto de que el gaditano arrastra una mochila de decepciones históricas.

–Entonces, pese al título del libro, ¿no hemos cambiado?

–En muchas cosas, no. El historiador griego Estrabón ya decía que en Cádiz hasta los niños de teta se ufanaban de su pasado fenicio. Más cerca, en el siglo XVIII, el dominico francés Jean-Baptiste Labat relataba que la ciudad no tenía agua ni víveres pero que los ciudadanos estaban preocupados por cantar y por la sopa boba... algo que hoy se sigue viendo.

–Es una visión bastante pesimista.

–No en todos los sentidos. Cádiz, por su característica fisonomía, ha trabajado mucho el cuerpo a cuerpo entre ciudadanos. En el día a día se percibe poca distinción de clases y se ha generado un gran sentimiento de supervivencia . El gaditano es esencialmente solidario.

-El libro está compuesto por cien artículos, ¿cómo se realiza la criba?

–Con un criterio básicamente cronológico. Se podría haber empleado cualquier otro, pero quisimos seleccionar diez artículos por año de la última década y que, a ser posible, versaran sobre temas similares (el Bicentenario, las obras públicas o el cambio político) para que se pudiera observar la evolución de cómo ha ido cambiando –y cómo no–, la ciudad.

–¿Hay artículos que no respondan a esos criterios y que se hayan incluido?

–Por supuesto. Suelen estar relacionados con la línea más sensible de la ciudad, con ese espacio sentimental que se escapa de los grandes temas, como la recuperación de La Caleta o la ruta de los santos.

–De usted para mí, ¿viendo los artículos se ha sonrojado pensando que fue ingenua en algunos temas?

–No le voy a engañar: no. Siempre traté, pese a la actualidad, de mirar los temas con cierta distancia. Es más, sí creo que en algunos casos fui especialmente dura o crítica con ciertas medidas o ciertas personas. Es consecuencia de mi estilo. Escribo como si contara, por eso redacto de un tirón y en la relectura sólo corrijo alguna errata que se haya escapado.

–Precisamente su forma a la hora de escribir los artículos de LA VOZ es uno de los aspectos que más gustan.

–Supongo que es consecuencia del estilo directo, casi oral. Muchos leen el artículo y se ven reflejados en él, creen que es lo que ellos habían pensado. O no están de acuerdo, pero ven que es honesto y que está expresado de una manera clara. El que siempre haya escrito sin condicionantes políticos o ideológicos también ha sido clave para llegar al gaditano.

–En el libro que se presentará este miércoles en la Fundación Cajasol se habla mucho de las decepciones históricas, ¿cuál ha sido de las últimas que han sufrido los gaditanos?

–La última está siendo la del gobierno del cambio. Pero quizá la que salga más reflejada es la del Bicentenario. En uno de los artículos, creo que del año 2009, recojo todo lo que se iba a hacer por el Doce y cómo, como en el cuento de la lechera, todo se queda en nada. La imagen de lo que pasó se resume en que los mismos gaditanos que esperábamos ver el segundo puente, el auditorio en el Castillo de san Sebastián y el AVE nos quedamos embobados mirando los chorritos de colores de la plaza de San Juan de Dios.

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