El escritor y periodista Francisco Robles posa para ABC frente al palacio de San Telmo
El escritor y periodista Francisco Robles posa para ABC frente al palacio de San Telmo - PEPE ORTEGA
ENTREVISTA

Francisco Robles: «San Telmo ha acogido siempre a poderes que han terminado mal»

El escritor y periodista presenta «La maldición de los Montpensier» este miércoles, a las 20.30 horas, en la Fundación Cruzcampo

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Francisco Robles se interna en su última novela en el convulso siglo XIX a través de las fascinantes figuras de los duques de Montpensier, que aspiraron a todo en España, revitalizaron la Sevilla de la segunda mitad del siglo y terminaron dados de lado por todos cuando perdieron el poder. Pero «La maldición de los Montpensier» (Algaida), que logró el II premio internacional de novela solar de Samaniego, arroja también una profunda mirada sobre Antonio Susillo, el gran escultor sevillano de la segunda mitad del XIX, introduciendo en esta novela histórica una trama detectivesca que conduce a la maldición que guarda entre sus muros San Telmo, sede del poder de los Montpensier y actualmente de la Presidencia de la Junta de Andalucía.

Una apasionante novela sobre España y también, como no podía ser de otra forma en la obra de este escritor y columnista de ABC, sobre la Sevilla de los duques.

–En ese contexto es donde entra el duque de Montpensier con la idea de ser el primer rey liberal de España.

–El duque de Montpensier tiene la herencia de Luis Felipe, rey de los franceses que no rey de Francia, rey proclamado por el pueblo en el Hôtel de Ville de París, rey que viste a la manera burguesa, que lleva a los hijos a un liceo, que es donde se educa el duque y no en palacio. Esa educación provoca que estemos ante alguien extremadamente inteligente, culto, con una formación enciclopédica, con ansias de poder, militar... Podría haber sido el gran rey de la segunda mitad del siglo XIX en España, pero no lo consiguió.

–A ellos se le recuerda ahora sobre todo por su relación con las cofradías, pero su influencia fue más allá.

–La relación de los Montpensier con las cofradías es una relación de conveniencia. A las cofradías les venía bien un mecenazgo, porque estaban económicamente muy mal y a los Montpensier les venía bien porque ellos lo que querían era el favor del pueblo. Que nadie piense, que esta ciudad es muy dada a eso, que el duque de Montpensier era un capillita. Si en Sevilla ha vivido alguien que no era capillita era el muy volteriano Antonio de Orleans, duque de Montpensier.

–Sevilla es un personaje más de la novela.

–Lo es porque la ciudad cogió vuelo gracias a los Montpensier. No un vuelo que después fuera velocidad de crucero, pero resurgió gracias a ellos. Tuvo con ellos esa típica relación de afecto y olvido para la que es tan propicia. Al principio les dio ojana, se volcó con ellos y después cuando pierden el poder, sufren los exilios y caen en desgracia, los olvida completamente. Siguen viviendo en Sevilla y se quedan relegados al olvido algo que les dolió profundamente porque ellos pensaban que la ciudad iba a salir en su auxilio y fue todo lo contrario. Tuvieron con Sevilla una relación muy, muy fuerte, pocos personajes a lo largo de la historia han tenido una relación tan fuerte con la ciudad. No era una vinculación con una parte sino con toda la ciudad.

–En el Palacio de San Telmo vivió un duque que quiso ser rey y no pudo, y donde, ahora que es la sede del poder en Andalucía, hay expresidentes imputados en los ERE y una presidenta que no lo tiene tan fácil como pensaban muchos para liderar el PSOE, ¿sigue habiendo una maldición?

–No creo en las maldiciones pero me gusta jugar con eso, los que somos racionalista debemos tener de vez en cuando travesuras de ese tipo, sino la vida es muy aburrida. En Sevilla, como en todas las ciudades con fuerza histórica, hay lugares marcados por un destino. La Catedral siempre ha sido un lugar sagrado, como El Salvador. El Alcázar ha sido siempre un lugar de poder. Y el Palacio de San Telmo ha acogido siempre a poderes que después han terminado mal. Se crea como universidad de mareantes, termina mal; los Montpensier lo compran, terminan mal; seminario diocesano, tiene que venderlo la Iglesia porque no puede mantenerlo; y ahora es la Junta de Andalucía que es el poder. Hay una advertencia en el Palacio, de la que se habla al final de la novela, que nadie la ve y que nadie quiere leerla. Si los que ocupan el palacio la leyeran, quizás les iría de forma diferente.

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