Sam Shepard: últimas palabras

ABC habla con LouAnn Walther, editora del estadounidense, fallecido de ELA y cuyo testamento literario llega a España

El actor, dramaturgo y escritor Sam Shepard ABC
Inés Martín Rodrigo

Esta funcionalidad es sólo para registrados

LouAnn Walther supo que Sam Shepard padecía esclerosis lateral amiotrófica, la enfermedad degenerativa que acabó con su vida, en otoño de 2015. El intérprete, dramaturgo y escritor, muy celoso de su vida privada, decidió confiar su condición sólo a sus personas más cercanas y de confianza, entre ellas la que fuera su editora durante casi cuarenta años. Pese a que los síntomas eran cada vez más evidentes y el sufrimiento más insoportable, Shepard no renunció a la escritura y, a lo largo de sus últimos años, trabajó sin descanso en dos libros que pueden considerarse su testamento literario: «Yo por dentro» , que Anagrama acaba de publicar en España, y «Spy of the first person» , aún inédito en nuestro país. En ellos, el autor estadounidense se mueve en los márgenes de la ficción, jugando con los géneros literarios y haciendo, una vez más, literatura de su propia vida.

«Sam me envió el manuscrito de “Yo por dentro” en el verano de 2016. Como siempre, esperó a tener una versión final fidedigna para mandármela. Poco antes, me había dicho que estaba trabajando en “algo de ficción” y yo tenía curiosidad por ver si serían relatos como los de sus obras anteriores. Dijo que esta vez podría ser una novela, o podría no serlo», recuerda Walther, en conversación con ABC desde Nueva York.

Tras leerlo, a la editora le impresionó mucho «el lenguaje, tan poético como todo lo que había escrito antes, y la intimidad de la historia, hermosa y perturbadora». Un actor maduro, con una sólida trayectoria a sus espaldas, evoca su pasado mientras trata de recomponer su existencia, hecha trizas tras la ruptura con la mujer con la que ha compartido media vida.

Ecos de su biografía

Pistas que conducen, irremediablemente, al propio Shepard. Ecos de su biografía, sin adornos ni estridencias, que conforman un retrato íntimo y desnudo, tan valiente que duele leerlo. En un breve pasaje, alude a su enfermedad , a la que se enfrenta hasta hacer poesía de sus propios síntomas: «Ahora está de pie. Se tambalea. Camina en un ligero zigzag hacia el cuarto de baño oscuro. Se pregunta si conseguirá llegar o si le encontrarán arrebujado sobre los azulejos mexicanos. Últimamente ha sufrido contracturas en los pies y las pantorrillas, extraños, pequeños calambres eléctricos alrededor del cuello. Quizá no sea nada».

En otro momento, el narrador reflexiona sobre su condición de actor: «Capturado de pronto en el país del lujo inimaginado donde todo el mundo parece conocerte de una película de hace cuarenta años que hace mucho que olvidó. ¿Cómo vas a empezar a explicarles que no eres aquella persona?». Pocas páginas después, comenta el rodaje en el que está inmerso, en el que interpreta «el papel de un viejo alcohólico que entrevista a una chica osage para el trabajo de atender a su mujer, adicta a las pastillas y enferma de cáncer de útero»; un argumento que recuerda al de «Agosto» , película en la que él y Meryl Streep daban vida al matrimonio Weston.

Los párrafos, como disparos, avanzan.El protagonista narra un reencuentro con rostro de mujer, y es imposible no imaginarse a Jessica Lange , pareja de Shepard durante treinta años: «Ya había recorrido casi mil kilómetros y estaba derrengada. Aquí llovía a cántaros pero allí no, por lo visto, aunque no me parecía muy sensato que condujese de noche. Es extraño que empezase a preocuparme por ella de inmediato, sola en la carretera de noche, como si siguiéramos viviendo juntos después de todos aquellos años. Una pareja con piezas de cada uno incrustadas en el otro. Piezas de cada uno».

A Walther le pareció que «podría definirse como una novela, pero Sam estaba cada vez menos dispuesto a considerarlo así». Finalmente, llegaron al «acuerdo» de no ponerle esa «etiqueta». De hecho, no le pondrían ninguna. Lo llamarían ficción y dejarían «que la gente lo resolviera», según precisó Shepard a su editora. A medida que avanzaron en el proceso de edición, su estado fue empeorando, «pero aún podía escribir a mano –en cuadernos, como siempre hacía– y era capaz de mantener largas e intensas conversaciones por teléfono». Su gran amiga Patti Smith , autora del prólogo de la obra, le ayudó en el proceso y pasó largas temporadas en su casa de Kentucky hasta completar el manuscrito.

El final de su vida

Cuando «Yo por dentro» apareció en Estados Unidos, en febrero de 2017, Shepard ya había empezado su nuevo libro, «Spy of the first person». Lo escribió a mano hasta que los temblores se lo permitieron. Cuando ya no pudo, lo grabó y dictó a los miembros de su familia que le estaban cuidando. «Le dijo a su hija Hannah que su proceso de escritura había cambiado, al no poder estar sentado solo en una habitación, escribiendo. Para mí, pese a la dramática transformación, su estilo siguió siendo el mismo: muy elaborado y preciso, poético y casi musical, pero completamente natural», asegura su editora.

Walther considera que, quizá, su enfermedad influyó en su escritura por cómo Shepard se centró, en ambos libros, «en lo personal, en lo íntimo, en los recuerdos y percepciones en los que se detiene alguien que se enfrenta al final de su vida». Y, sin embargo, él siguió siendo la misma persona, hasta el día de su muerte, el 27 de julio de 2017: «Sin pretensiones, caballeroso, a menudo divertido de una manera ágil, y siempre y ante todo un artista dedicado. Su legado será duradero».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación